La fotografía es de Nir Arieli y el relato lo escribí para los Viernes creativos de Escribe fino.
Con mis disculpas a todos los Pablos y Susanas que forman parejas deliciosamente imperfectas.
Pablo y Susana, Pablo y Susana, Pablo y Susana. Siempre Pablo y Susana. Son la pareja ideal, los que nunca discuten, los que no caen nunca. Sólo tienes que verlos, su forma de abrazarse. Se aman tanto y tan bien, que nada podría destruirlos.
En cada discusión, me sacas a la parejita. Ante un ataque de celos de los míos, en todas las fechas de aniversario, siempre que se me olvida decirte algo, en las visitas pares a los suegros.
Mira la foto de otra forma. El suelo que pisamos gira. Las parejas ruedan a gran velocidad, cayendo, ayudándose, rompiéndose, sacudidas por la fuerza centrífuga de la vida. Y existe una, sólo una, que apenas se mueve, que ocupa el único punto donde no se necesita realizar ningún esfuerzo para mantenerse, inmóvil en su simple anclaje, sabedora de que cualquier pequeño movimiento separaría sus piezas para siempre, olvidando que las pieles que la unen ya no se sienten, no se recuerdan, no se desean.
Analiza la imagen y dime si prefieres el equilibrio de ese abrazo o la inevitable angustia que se produce cuando estás cayendo de espaldas y todavía no sientes el tacto de las manos que te van a recoger.
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