La imagen es de Geir Mosed. Escrito para Viernes Creativo.
No hay certeza absoluta que soporte cien negaciones y, en algunas contadas ocasiones, solo se necesita una para derribar un concepto bien consolidado.
Por aquel entonces, yo era el típico necio que desconoce sus límites y piensa que cualquier reto puede ser superado. Estaba convencido de que cada piel era un lienzo en blanco sobre el que crear una historia, con la única ayuda de tintas, agujas e imaginación.
Ella había oído hablar de mí y me aseguró que era la única persona en quien podía confiar su espalda. Tatúame lo que quieras, el dinero no es ningún problema, suplicó con la tristeza de quien se desprende de algo valioso.
Recuerdo que pasé un buen rato tratando de descifrar la constelación de pecas que pueblan su dorso y que solo acerté a trazar unos torpes caminos entre ellas con mis dedos. Nada que se pareciera a un boceto.
Las falsas creencias, como sucede con los naipes de los castillos, suelen arrastrarse unas a otras en su caída. Esa noche descubrí que algunos folios no se dejan escribir, ciertas historias no se pueden contar y que el amor a primera vista existe. Todas esas cartas cayeron hace mucho tiempo, entre las ocho de ayer por la tarde y las siete de esta mañana.
Desde que ha amanecido y contemplo desde otra luz la maravilla que derribó mi credo, me pregunto qué nuevas verdades caerán cuando ella despierte, se gire y me interrogue con su mirada.
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