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24 noviembre 2014

Ochocientos y algo

Relato inspirado en una frase de REC. No recuerdo si lo envié.

Hoy parece que ella tiene la voz todavía más dulce que ayer y eso le convence más de que lo ama. Sigue pegado al teléfono, escuchando lo que le dice y calla. Se ha dado cuenta de que ella ya no utiliza el vocabulario provocador con el que empezó ayer y ahora dedica más tiempo a alabar todas sus virtudes. Parece mentira que le conozca tan bien, a pesar de haber cruzado solo unas pocas palabras. Debe ser una chica lista, Samanta. Y guapa. Sonríe, mientras piensa que le va a ser difícil no llamarle todos los días a ese extraño número de teléfono.

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27 octubre 2014

Hombrecillos con garras



Como un bigote a lo antiguo, debajo de la nariz, o como antojos de color cárdeno en la cintura, así son las marcas que lleva Susana por el cuerpo. Discretas, no muy grandes, poco reconocibles. Así, poco más o menos, es Paco. Pequeño, mediocre, insignificante, si te fijas un poco. Lo normal es que no lo hagas y que ni siquiera lo relaciones con la impresionante mujer que va a su lado. Y que se te vaya alguna mirada hacia ella, con más o menos disimulo, sin apreciar que el hombrecillo al que ignoras tuerce la boca y aprieta los dedos. Los mismos que después, amparados por la seguridad que le dan cuatro paredes, apretarán hasta dejar esas señales a las que luego daremos formas.

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16 junio 2014

Conciso y concreto


"Y allí sigue, en silencio, acumulando polvo, junto al proyector de cine, el barco pirata y la nave espacial". A papá le gustaba emplear este lenguaje tan complicado para pedir las cosas más sencillas. La frasecita de marras venía a decir que ordenara el cuarto.


A mí me costaba entenderlo, pero, al final, le cogí el tranquillo. Durante un tiempo, estuve jugando a competir con él en su terreno. Le decía cosas como “Tus pasos te conducen ahora hacia lugares remotos, poco hollados por la suela humana” para decirle que estaba en la luna, que lo encontraba ligeramente distraído. Él, entonces, sonreía y ponía los cinco sentidos en lo que estaba diciendo.


Llegó un día en que tuve que marcharme, abandonar el país y su compañía, pero no encontraba palabras para comunicarle la noticia. No se me ocurrió otra cosa que decirle: “Papá, me marcho a Alemania”.

Creo que sigue buscando el significado de esa escueta frase.


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26 mayo 2014

Jesús y Andy


Naricilla respingona y un cuerpo de escándalo. Morena, pelo largo, ensortijado. La tienes que conocer.

El policía muestra otra vez la foto de la chica y yo vuelvo a negar con la cabeza. Mis ropas están manchadas de barro y sangre. Tengo frío.

- ¿Dónde estabas ayer por la noche?- pregunta.

Amaga el golpe con la mano abierta, pero se reprime al final.

- Haz un esfuerzo. Colabora un poco. Cuenta lo que sabes y te podrás ir- sugiere frotándose la cara, impaciente.

Pero yo no sé lo que hago allí, miro mi camisa empapada y lloro. Es todo tan absurdo. Ahora recuerdo quién es la chica de la foto, pero sigo sin comprender qué tengo que ver con ella.

- Es Andy McDowell- tartamudeo nervioso.

El policía sonríe y susurra algo a su compañero. Saca un pañuelo y lo moja en vinagre. Comienza a frotarme las muñecas y descubre sendas llagas con profundos agujeros. Reprimo el dolor apretándome fuerte las barbas.

En ese momento entra un enfermero y me venda las heridas.

- ¿Quieres firmar tu declaración?- comenta, enseñándome una pluma de ganso. Firma y te podrás ir.

Salgo a la calle y el sol quema. Debe ser un mediodía de Agosto. No hay nadie por la calle. Recorro dos manzanas, buscando la sombra de los balcones, y al doblar una esquina me encuentro con la chica de la nariz respingona.

- Gracias- me dice.

12 mayo 2014

Dixie


Imagen tomada del Blog à Dédé


Había brotado, en medio del huerto, un imponente piano de cola. Salió de culo, como en los partos difíciles y no supimos qué era hasta que le vimos las teclas. 

Cuando lo estábamos limpiando, comenzó a temblar la tierra y salió un contrabajo, varios banjos, violines, una tuba. Después empezaron a emerger los músicos, con sus taburetes y sus partituras. 

El director se sacudió el polvo, batuta en alto y los instrumentos comenzaron a sonar uno a uno. Finalmente, aparecieron las chimeneas y el castillo de proa. Cuando terminó de moverse el terreno, la orquesta del Titanic empezó a tocar Dixie.

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20 abril 2014

Wolfenstein




Luego cruzó el pasillo, bajó al sótano y mató al prisionero. Presionó las juntas de unos ladrillos y se abrió una puerta. Enfrente tenía a otro guardia de las SS, al que liquidó en el acto. Recogió un tesoro del suelo y su marcador se incrementó mil puntos.

Mientras tanto, ella le contaba su día. El trabajo, regular. Había hablado con su amiga Sonia para ir de compras y con un antiguo novio. Se iba a cenar con él esa noche. Colocó dos gotas de perfume en el escote y agitó las llaves.

Él asintió con la cabeza mientras liquidaba dos alemanes. Una misión más y conseguiría un nuevo record.

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