Hoy parece que ella tiene la voz todavía más dulce que ayer y eso le convence más de que lo ama. Sigue pegado al teléfono, escuchando lo que le dice y calla. Se ha dado cuenta de que ella ya no utiliza el vocabulario provocador con el que empezó ayer y ahora dedica más tiempo a alabar todas sus virtudes. Parece mentira que le conozca tan bien, a pesar de haber cruzado solo unas pocas palabras. Debe ser una chica lista, Samanta. Y guapa. Sonríe, mientras piensa que le va a ser difícil no llamarle todos los días a ese extraño número de teléfono.
-.-
Hace tiempo que se vende el sucedáneo como chocolate.
ResponderEliminarY uno se convence de que sabe como chocolate. De que es chocolate.
Bicos.
Y para el que no ha probado el chocolate debe estar buenísimo. Ahora, como el chocolate de verdad no hay nada, ¿no? Ah, sí.
EliminarBesos.
Queridos-as , nada como hablar mirando a los ojos del / de la que nos escucha :)
ResponderEliminarA los ojos y a todo el cuerpo. Hay personas que hablan con todo, con las manos, con los ojos, con la boca, hasta con la nariz.
Eliminarme encanta este relato por todo lo que sugiere... tristeza, soledad, tal vez un poco de desesperación.
ResponderEliminarbiquiños,
Muchas gracias, Aldabra. Yo añadiría un poco de simpleza también. Besos.
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