Como dice Belén, dale al PLAY
Todas las canciones hablaban de mí. Sobre todo esa que mamá se empeñaba en poner a todas horas. La cantaba una chica negra que, repetía la abuela, llevaba muy mala vida.
Estaba sentada en el balancín del porche, como todas las tardes, y me colgaban los pies, apenas rozando al suelo. La abuela se mecía haciendo ganchillo y me reñía si oía chirriar demasiado mi asiento. No vayas tan rápido, mascullaba, batiendo el abanico con rabia.
A pesar del calor, algunos niños daban vueltas montando en bicicleta. Me hubiera gustado mucho ir con ellos, pero mamá no me dejaba andar con descamisados. Una señorita como tú no puede ir con esa gentuza, decía siempre, mientras me ajustaba el lacito del pelo, como si ese simple nudo fuera capaz de retener mis ganas.
La vida en verano giraba como esas bicicletas, se detenía y volvía al mismo sitio, se repetía como la cadencia del balancín y el aleteo del abanico, en estas interminables tardes anestesiadas por el calor. Un día tras otro.
Mientras esperaba el sonido del Buick de papá llegando al caserón, pensaba en lo mucho que me gustaría ser cantante, grabar mi voz en un disco y que se quedara ahí para siempre. Hacer sólo lo que me dé la gana. No llevar lazos en el pelo nunca más, por ejemplo. O salir a jugar con ese niño que se me quedaba mirando cada vez que pasaba, en vez de con los hijos de las amigas de mamá y sus asquerosas lagartijas.
Cuando caía la noche, mientras los mayores charlaban a la fresca, me escondía en el jardín, subía a una silla y dejaba que la luz de la luna iluminara mi cara, como si estuviera encima de un escenario. A veces me golpeaba la brisa húmeda que venía del río, un aire espeso y maloliente, como de bar. El aire que hubiera aspirado actuando en uno de esos locales donde reinaba el jazz.
Summertime..., cantaba a ese público invisible.
Algunas veces, cuando el viento era favorable, la voz grave de alguno de los chicos me acompañaba, cantando que la vida es fácil y que no debo de temer nada. Entonces, me sostenía sobre mis puntillas, extendía los brazos y me elevaba sobre el cielo de Nueva Orleans.
-.-