El desplante de la chica me dejó tocado, algo que a la larga traería amargas consecuencias. No sé como fui tan estúpido, con lo listo que me creo. Después de mi larga demostración de lo poco sensible que podía yo ser ante unos ojos acuosos y una historia lacrimógena, a ella le bastó sólo una frase y un gesto para introducir una cuña en mi falsa seguridad de "chico de vuelta de todo".
Esa cuña se fue hundiendo un poco más tras dos semanas de ausencia por los lugares donde antes solíamos coincidir, tiempo que intenté aprovechar para averiguar algo más de Sergio Bertomeu; aunque de sobra sabía de su paradero. ¿Reuniría el valor suficiente para comunicarle a la mujer su fallecimiento cuando la encontrara? De hacerlo, probablemente terminaría el contacto con ella, algo que, aunque me negaba a reconocer, empezaba a desear cada vez con más ganas.
Tras dos semanas, ella se volvió a hacer visible, pero... no para todos. Sucedió algo muy extraño. Yo había quedado con unos amigos, y estábamos en una divertida discusión. El fútbol, ya se sabe. Las frases mortificantes se respondían con otras del mismo estilo, apoyadas siempre con radiantes sonrisas. El tono subía, pero todos sabíamos que no iba a llegar la sangre al río, pues este tipo de tertulias eran muy habituales entre nosotros. Al final, lo que parecían odios encarnizados se disolvían ante el paso de una rubia, o delante de unos dardos, unos naipes o un cubilete. Esta vez fue ella quien pasó, con sus tacones y su vestido largo ceñido, a dos palmos de mí, arqueando las cejas como todo saludo. Yo debí quedarme blanco, pues, de repente, todos se me quedaron mirando unos segundos, y después prorrumpieron en carcajadas. Yo traté de disimular todo lo posible, evitando que los colores me subieran a la cara, y solté una frase para quitar el hierro:
-¿De qué os reís, mamones? No me digáis que veis a tías así todos los días.
Entonces, fueron ellos los que se callaron de golpe, y empezaron a girar sus cuellos, buscando por toda la sala.
- ¿Tías? ¿Qué tías? ¿Se nos ha escapado algo?
- Joder. No me digáis que no la habéis visto. Pero si ha pasado a un centímetro de vuestras caras.
- Chaval, no intentes quedarte con nosotros. Dinos que le has echado al gin-tonic, ¿limón jamaicano?
El caso es que Concha, como es habitual en ella, había desaparecido, y me fue imposible demostrarles que una mujer espectacular había pasado delante de sus narices dos veces seguidas sin que ellos la vieran.