No me podía, ni me quería negar. Estaba tan ilusionado en participar, tan contento de como se había desarrollado la conversación que, de repente, una voz me sorprendió:
- ¿Te tomas las copas a pares, chaval?
Levanté la cabeza y vi enfrente de mí la copa intacta de Concha, y lo que es peor, la sonrisa sarcástica de un amigo mío, que se disponía a sentarse en el lugar donde se había sentado ella hacía unos segundos.
- Verás...- intenté improvisar una explicación-. Ha sido una confusión... con el camarero.
- Pues nada, trae. Ya me la bebo yo.
Nuevamente ella había desaparecido sin saber cómo. Cualquier intento de explicar a mi amigo que la mujer de mis sueños estaba sentada enfrente de mi y se había volatilizado me parecía una pérdida de tiempo. Así que decidí cambiar de tema y dejar que el turbio líquido fuera abandonando lentamente su recipiente de vidrio. Después me fui a casa. La noche ya había dado más de lo que se esperaba de ella.
En contra de lo que había anunciado, Concha se presentó a la tarde siguiente en el despacho. Mi secretaria hacía ya un rato que debía estar en su casa, y yo me disponía a terminar de leer un informe cuando escuché el timbre de la puerta. Allí estaba ella de nuevo, imponente, arrebatadora. Tenía algo, no se qué, capaz de anular mi voluntad y de aglutinar mis pensamientos alrededor de ella. No era su escote, ni sus tentadores labios, tampoco su inquietante mirada. Nada físico; algo mágico, sobrenatural, como un aura que la envolvía formando un campo magnético imposible de vencer.
Pronto me di cuenta de que no sólo era inútil resitirse a esa atracción, sino que además era un placer sucumbir a los encantos de aquella misteriosa mujer, sentir su cálida mirada, la complicidad de su sonrisa, la caricia de sus palabras; a pesar de que una invisible muralla me impedía acercarme a ella, sentir siquiera el roce de su piel o la caricia espontánea de su pelo.Esa barrera infranqueable fue, poco a poco, aumentando mi deseo. Necesitaba besar esos labios, acariciar esa piel, morder ese cuello, perderme detrás de la sombra de su falda. Tenía que encontrar la forma de derribar ese muro que me impedía caer en la ansiada tentación de su cuerpo.
¡Que intensidad! ¡Que ritmo!
ResponderEliminarQue, que...que derribe ese muro, eso, que le muerda el cuello y que le quite la falda.
Bueno eso no, que puede que se le vaya el deseo y se desinfle todo, aunque tendrá que llegar el momento, digo yo y cuando llegue, ay, cuando llegue
Avisame para que me tome antes una valeriana antes de leerlo.
Muacks, besitos
Me encanta que haya pasado de lo material a lo espiritual, por decirlo de algún modo. Claro que desear a alguien dejando a un lado el físico, es algo muy peligroso, si esa persona no conviene.
ResponderEliminarSe desarmará sin remedio, caerá y sucumbirá...
Así que me tienes intrigadísima...porque ese halo rígido se va agrientando por momentos...y eso da mucho juego. Quiero más!
Pd.- Os gustó? Me hubiese encantado estar allí. Un besazo
A ver...sin conocer la historia ni los personajes, y lo que veo en esta entrada es que Concha es un deseo de la mente, una alucinación-fantasía de él.
ResponderEliminarNo sé...
Por otra parte, ese muro invisible puede ser metafórico como la timidez, el acojone, la cobardía...
Podrá más el deseo que el miedo?
Será ella real?
Ya estoy deseando averiguarlo! :D
Un beso!
Äfrica
Enga tío... que me sigues teniendo pegada al asiento!!!!! tú sí que sabes cómo mantener la atención clavada y los pelos crispados ante la espera del desenlace... vamos... que me consume la espera por saber el final!!!!!!!
ResponderEliminarUn besote con cariño
Al alcance de tu mano y sin embargo tan lejos. Es entonces cuando el deseo se vuelve angustia, necesidad, ansiedad. Y los gestos incitan, y las curvas himnotizan, y los labios se mojan, y los cuellos aparecen vulnerables, y las miradas queman... Es entonces cuando el deseo se vuelve tortura.
ResponderEliminarUn beso.
Nikté:
ResponderEliminarViendo el muro, a uno casi le apetece subirlo, más que derribarlo ;-) ¡Quien fuera salamandra!
Virginia:
Estoy totalmente de acuerdo contigo en que no se puede dejar de lado lo físico, si se puede...
Äfrica:
Tus razonamientos son muy interesantes. Si quieres conocer la historia completa puedes hacer dos cosas: leer las entradas con l a etiqueta "Flores sobre una tumba", o pedírmela por correo. Mi dirección está en el perfil.
Por supuesto, hago extensiva la invitación a quien quiera éste o cualquier otro relato.
Butherfly:
Ya va quedando menos. Paciencia.
Elena:
Sí. Puede ser una amarga tortura. Pero ¿y cruzar esa línea? Ese momento, ¡qué magia tiene ese momento!
Besos a todas.
Vaya, la pasión llena los últimos coletazos de la entrada, ¡qué bueno!
ResponderEliminarDespués de leer el texto mi cabeza piensa y piensa, da vueltas a algunas frases que me parecen estupendas... Estupendas.
Un saludo enorme.
Que bien has reflejado la incongruencia del ser humano.
ResponderEliminarPrimero, nada fisico, nada material, le atraía su aura magnética...pero ay, cuando llega el momento de la intimidad, gana como siempre la tentación del cuerpo. Cosa de la que además me alegro, alma contenta en cuerpo satisfecho.
Un beso, seguimos atentos, atentas por lo que veo
Hacía tiempo que no me pasaba por este rincón...
ResponderEliminarMe siguen encantando tus relatos.
Un beso dulce
espero que lo consiga pronto, porque sino me vas a matar de ansieda XD quiero saber si concha es corpórea... a que sabran los besos de un fantasma??
ResponderEliminarun beso de los de verdad para ti, y hasta la próxima encanto.
Se niño, imagina, tú superhéroe ella doncella en apuros...¿Muros? ¿qué muros existen en esta vida mientras blandes en tu diestra los anhelos y proteges tu siniestra con sus besos?
ResponderEliminar(Quizá un pequeño Principito)
Lumons:
ResponderEliminarLa pasión siempre viene bien. A todos nos gusta la pasión, pero si es irracional... ¡ay! no sé como puede terminar.
Alma:
La incongruencia del ser humano, sí, y la fuerza de la costumbre, también. No lo he tratado en el relato, pero, ¿cuántas tentaciones resistiríamos sin estos dos frenos?
Dulce Locura:
Las Locuras dulces o saladas son siempre bien recibidas aquí, y se les echa de menos cuando no viene.
Tormenta:
No confío en que me gusten los besos de una fantasma. Preferiría uno de esos reales que me mandas.
Aarón:
Una forma muy bonita de decir que los adultos nos creamos demasiados muros. ¿Dónde estarán esos anhelos y esos besos?
Ya lo dice Borges:
ResponderEliminar"No se detiene nunca la caida
Yo me desangro, no el cristal.
El rito De decantar la arena es infinito
Y con la arena se nos va la vida."
¿Podemos darle la vuelta a nuestro reloj de arena?
Un beso