Dedicado a MCM, EB y SNH por el buen rato pasado mientras me lo contaban.
Las mujeres mayores siempre oléis bien, nos dice el chico y nosotras sonreímos de oreja a oreja, como si nos gustara el piropo. Que se fijen en una la primera noche de San Fermín no tiene tanto mérito, si lo piensas, sabiendo que es cierto que las tres estamos de buen ver para nuestra edad, pero no nos gusta nada que nos recuerden los lustros que llevan marcados nuestras caras.
Así que, antes de que el muchacho siga con alguna otra frase hecha como la que acabo de decir, me pienso si cortarle con otra de las clásicas: “¿Dónde vas, chaval? Si podrías ser mi hijo.”, o le callo la boca de otra forma. Pero me temo que la bisoñez puede campar en muchos más aspectos de la vida que el de la labia, y la hora es demasiado temprana para experimentos.
Así que decido hacerme la mujer fatal y tras lanzarle una bocanada de aire a la cara, le pido que me invite a un whisky con naranja. Anda, guapo, no digas tantas tonterías y págate algo. Y al acercarme, percibo su olor a fresco, a joven varonil, deportista, sin demasiados trucos ni aceites. Aventuro que tierno y virginal por dentro, aunque tenga ese cuerpazo capaz de elevarme dos palmos del suelo con un solo brazo.
Al primer trago me arrepiento de no haber detallado la marca del escocés. Garrafazo. En un ataque de ternura, disimulo la mueca de asco y decido esperar a que los hielos diluyan el brebaje. Él aprovecha para acercarse un poco y merodear mi cuello con el perfume de su aliento, ya algo contaminado de alcohol.
Tiene ese olor a licor adolescente, que me recuerda a otros tiempos y a otras personas. Un perfume que recordaré con tanto placer, como la torpeza de sus palabras.
-.-
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