Aquella noche todo el pueblo se había recogido en sus casas antes de lo acostumbrado. El negro del cielo opaco, sin luna ni estrellas, apenas quedaba difuminado por el humo blanco de las chimeneas azotado por el cierzo furioso. Ese viento helado, que se filtraba por todas las rendijas con terca insistencia fue el mensajero de aquel ruido atronador, la voz de la bestia que se acercaba.
El miedo se apoderó de las casas, salieron rosarios y crucifijos de sus cajones, palos y arcabuces de sus armarios. Pasaron los primeros por manos temblorosas, y los segundos fueron presos por músculos vigorosos. Mientras las mujeres rezaban, los hombres salían a plantarle cara al temido monstruo, que se aproximaba precedido de un estruendo insoportable, un olor repugnante, y un misterioso halo de fuego.
El valor adquirido tras la calurosa arenga de los cabecillas se iba vaciando a medida que el frío y la soledad penetraban en el ánimo de los hombres, inmóviles en sus puestos de combate. Aquella cosa avanzaba con una rapidez desconocida, rompiendo el silencio nocturno con sus aullidos desgarradores, y la oscuridad con relámpagos zigzagueantes.
Estaba ya muy cerca, y los voluntarios aguardaban la señal convenida, tensando todos los músculos, con la mirada atenta al angosto lugar por el que inevitablemente pasaría la temida amenaza. Algunos se santiguaban aprovechando el secreto de las sombras, y murmuraban frases de ánimo entre unos dientes que no castañeteaban sólo de frío.
El jefe, alertado por la señal del centinela, bajó el brazo de golpe, y el improvisado batallón arrojó una lluvia de piedras y balas sobre un objetivo que, indemne, encaraba imparable la última recta hacia el pueblo.
Los hombres corrieron detrás, agitando furiosos los garrotes, con toda la velocidad que permitían sus piernas. Al llegar a la plaza, se detuvieron con estupor. En el centro, parado, pero todavía vomitando hedor y polvo, se hallaba el engendro, y desde su extraña panza salía triunfante el mismísimo alcalde, saludando, sombrero en mano, a sus asustados conciudadanos.
El primer automóvil acababa de llegar a aquella remota población de la sierra.
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Jajajajajaja! Ayyyy, me tenías pensando en la peli "El bosque" y de repente me sales con el coche, jajajaja! De verdad que me has sorprendido muchísimo, y muy gratamente, por cierto! xDDD!!!
ResponderEliminarEres increíble! Me gusta!
Jajajaja! Joé, es que es buenísimo!
Un besito
P
Jajaja, muy bueno
ResponderEliminarAunque después de la lluvia de piedras, no sé hasta qué punto estaría el coche como para ser utilizado... :)
Besos
Yo me había metido en la peli Sleepy Hollow, cuando los voluntarios están esperando al hombre sin cabeza...
ResponderEliminarBesicos
Bueno, bueno, buenísimo. Me ha encantado.
ResponderEliminar¡Dios mío!
ResponderEliminar¿es una masacre... o una fiesta?
:)
Será cabrón el Alcalde...
ResponderEliminar¿No era mejor una bienvenida tipo "bienvenido Mr. Marsall"?
Si es que hay gente que no está preparada para el éxito....
Abrazos
Siiii .. me gustó.
ResponderEliminar;-)
¡¡pero que bueno, juanjo!!... me tenías totalmente despistada... y para nada me esperaba este final.
ResponderEliminarme ha encantado.
bicos,
¡¡Eres tremendo Juanjo!!
ResponderEliminarUn relato trepidante. Conseguiste una rapidez inusual.
Besos so feo,
La fotografía, los personajes, los preparativos de los hombres y su salida a plantarle cara, el encierro de crucifijos de las mujeres. ¡consigues el clímax adecuado!. Crees que es el fuego el que avanza y va a llegar a la aldea y de pronto, el primer automóvil. ¡qué espectaculo!. Un monstruo debía de parecer. ahora tenemos tanta información, tanta novedad, que ni siquiera nos molestamos en asimilar.La tragamos y a veces, alguna, digerimos.
ResponderEliminarMi abuelo contaba, en un pueblo no de sierra, que cuando llego el primer autobús de línea, "el ancia" (era de la casa lancia), todo el pueblo bajaba a recibirlo tarde tras tarde y así durante muchos años.
Perdona la extensión del comentario. Borra lo que quieras.ja.
Besitos
:D
ResponderEliminarAy, los alcaldes de antes... cómo se las gastaban... bueno, y los de ahora también, que hay cada uno suelto por ahí... que no necesita bestia para montar para armar tanto escándalo :)
Genial.
Abrazos.
Bueno pue yo... que... eso... que yo... jajajaja
ResponderEliminarBesos Juanjo, pasaré en otro momento este creo que no fue el adecuado jajaja, besos niño.
Muy bueno, me esperaba leer a la bestia Du Gevaudan o cualquiera de estas famosas leyendas que circulan por los pueblos pero... un automóvil! muy bueno. Me imagino que el primero debió causar mucho temor, típico miedo a lo desconocido. Un saludo.
ResponderEliminarY es que visto lo visto y vistas las estadísticas, el automovil, será un invento muy práctico pero sin duda diabólico.
ResponderEliminarUn besazo
P.D. gracias por hacerme reir y pasar un rato agradable
A pesar de la sorpresa final (los relatos con sorpresa, me suelen chirriar) me ha parecido de lo más entretenido. Y creo que es por la agilidad con la que está escrito.
ResponderEliminarTu finales son como las cajas que se encuentran en las buhardillas:te atrapan;no sabes lo que vas a encontrar en ellas,es el misterio.De los políticos,prefiero no hablar.
ResponderEliminarEL ralato,tan inmaculado,acabó produciendo la sonrisa(en mi caso).
La forma de describir los "preparativos"de hombres y mujeres,genial¡¡
Besucos
Gó
De lo bueno, lo mejor, genial jajajaja, todo en su punto justo, sí... terror y humor unidos, me encantó.
ResponderEliminarBesos y feliz "jalogüin"
me gustan tus historias , y mirando la foto blanca me lleva a l pueblito en el que estuve estos dias, me gustan los publos blancoa y marineros.
ResponderEliminarbesinos
Qué bueno juajo!!! que me pasó el otro día? jajaja, no se será que soy más discreta para las fiestas!! aunque no es muy cierto eso jajjaja
ResponderEliminarMuchos besitos y buen fin de semana niño.