"Excursions into Philosophy", de Edward Hopper
No termino de llevar bien la diferencia de edad entre los dos.
Mientras ella duerme profundamente, vestido sobre la cama, pienso en ello, fijando mi vista sobre el blanco de la luz matinal que incide sobre el suelo. El libro, que estaba leyendo hasta hace poco, no ha conseguido evitar que mis pensamientos vayan y vuelvan sobre las cifras tan diferentes impresas en nuestros documentos de identidad. Y con todo lo que ello implica.
Resulta curioso lo desvestida que está la habitación. Tan sencilla, que parece un recién nacido, con sus pocas necesidades básicas. Tengo la sensación de que ella es así, cuatro paredes con pocos cuadros y un suelo embaldosado en un gres de color sufrido, sin manchas ni trofeos.
Duerme a mi lado con una placidez que asusta, limpia su conciencia, como me recuerda cada vez que yo saco el escabroso tema. Estoy contigo porque quiero y no tengo que dar explicaciones a nadie. Soy soltera y sin compromiso, resalta siempre que le expongo mis dudas, cada vez que propone alguna de estas escapadas.
El sol empieza a estar alto, se cuela hasta la cama e ilumina su piel desnuda, el blanco obsceno de la niña inocente que ya no es. Nada que ver con la carne dorada por la luz del flexo de su escritorio, esas franjas de desnudo excitante que se fugan del vestido ceñido, ajustado al cuerpo y ajeno a la silla.
Todo es diferente allí, en la oficina, vestida de tantos muebles, cuadros, cortinas... Elementos que lo esconden todo, que camuflan mi culpa y la separan del deseo latente que se impone cuando me enfrento a ella, cara a cara.
Dentro de la rutina, nuestras diferencias se diluyen frente a los informes y los ordenadores. Hablamos un lenguaje técnico, frío si quieres, pero inocuo para mis complejos. Palabras asépticas que maquillan la distancia entre los dos.
En esta habitación, en cambio, satisfecho el deseo, mudas las palabras y las paredes, sólo queda la realidad, sin más adobo que las pocas excusas surgidas de mi pensamiento cobarde. Y la luz blanca que me juzga.
Mientras ella duerme profundamente, vestido sobre la cama, pienso en ello, fijando mi vista sobre el blanco de la luz matinal que incide sobre el suelo. El libro, que estaba leyendo hasta hace poco, no ha conseguido evitar que mis pensamientos vayan y vuelvan sobre las cifras tan diferentes impresas en nuestros documentos de identidad. Y con todo lo que ello implica.
Resulta curioso lo desvestida que está la habitación. Tan sencilla, que parece un recién nacido, con sus pocas necesidades básicas. Tengo la sensación de que ella es así, cuatro paredes con pocos cuadros y un suelo embaldosado en un gres de color sufrido, sin manchas ni trofeos.
Duerme a mi lado con una placidez que asusta, limpia su conciencia, como me recuerda cada vez que yo saco el escabroso tema. Estoy contigo porque quiero y no tengo que dar explicaciones a nadie. Soy soltera y sin compromiso, resalta siempre que le expongo mis dudas, cada vez que propone alguna de estas escapadas.
El sol empieza a estar alto, se cuela hasta la cama e ilumina su piel desnuda, el blanco obsceno de la niña inocente que ya no es. Nada que ver con la carne dorada por la luz del flexo de su escritorio, esas franjas de desnudo excitante que se fugan del vestido ceñido, ajustado al cuerpo y ajeno a la silla.
Todo es diferente allí, en la oficina, vestida de tantos muebles, cuadros, cortinas... Elementos que lo esconden todo, que camuflan mi culpa y la separan del deseo latente que se impone cuando me enfrento a ella, cara a cara.
Dentro de la rutina, nuestras diferencias se diluyen frente a los informes y los ordenadores. Hablamos un lenguaje técnico, frío si quieres, pero inocuo para mis complejos. Palabras asépticas que maquillan la distancia entre los dos.
En esta habitación, en cambio, satisfecho el deseo, mudas las palabras y las paredes, sólo queda la realidad, sin más adobo que las pocas excusas surgidas de mi pensamiento cobarde. Y la luz blanca que me juzga.
-.-
Si te juzga hasta la luz... Mal asunto.
ResponderEliminarDormir con la conciencia limpia es lo que hace que el disfrute sea pleno, aunque eso no quite que bajo la luz del flexo de la oficina uno pueda mantener la apariencia más aséptica.
Pero sí. Me sumo a dormir desnuda, desarmada, con el DNI en la mesilla y libre de momentos pensantes sentada en la cama.
Pero no me gusta que juzquen a nadie..y menos las luces.
A veces, Fiebre, nosotros somos jueces implacables contra nosotros mismos. Deberíamos dejar más veces el DNI en la mesilla y la mente desnuda, como propones.
EliminarDemasiados remordimientos y culpabilidad para gozar de esa relación, su mente no le deja vivir y disfrutar de la vida y de ella, solo en su mente está el “problema”. Tal solo se siente seguro detrás de un montón de papeles y muebles que les mantienen separados de sus temores… ¡Pobre cobarde!
ResponderEliminarBesitos.
El sentimiento de culpabilidad, dicen, lo llevamos encima desde nuestro primer llanto. No creo que sea tan fácil quitárselo de encima. No seas tan dura con el protagonista. :)
EliminarBesos.
Me parece muy interesante sacar una historia de una imagen, es como si lograra susurrarte lo que esconde... Cuando la conciencia no esta limpia, por mucho que lo evitemos, finalmente los remordimientos se apoderan de nosotros y nos impiden disfrutar del momento.
ResponderEliminarPues ya sabes, Annabel, cuando no tengas nada que contar, busca en algún cuadro o en alguna foto. Aunque tú, de inspiración, vas bastante bien.
EliminarDobles vidas: la vida real y la auténtica (al menos para ella).
ResponderEliminar¡¡Y a la mierda la edad!!, me lo vas a perdonar, Juanjo. Fuera corsés y que cada uno sienta como quiera y por quién quiera.
biquiños,
Ay, Aldabra. Los corsés oprimen, pero mantienen la ilusión de tener una tripa firme. Y hay quien prefiere esto último.
EliminarBesos.
El amor o lo que sea no tiene edad, o así debería ser...
ResponderEliminarVivir el momento es lo importante,así que...como dice Aldabra ¡a la mierda la edad!
Un saludo.
Yo creo que el amor sí tiene edad y es diferente a cada edad. Aunque el amor entre personas de edades muy diferentes puede existir, pese a nosotros mismos y nuestro sentimiento de culpa.
EliminarSaludos.
Más allá del viejo dilema de la diferencia de edad en las relaciones amorosas (o meramente genitales), creo adivinar en el relato el no menos viejo dilema que la sabiduría popular resume así: "donde tengas la olla no metas la polla". El sentimiento de culpa, por otra parte, nos acompaña desde el mismo momento en que vemos la primera luz (¿la luz que nos juzga?), la cual recibimos con nuestro primer llanto...
ResponderEliminarGillan:
EliminarEl dilema que planteas existe. Hay un doble sentimiento de culpa. Y también un sentimiento de suciedad. Por eso la luz blanca le juzga, porque representa la pureza. No estaba pensando en el momento del alumbramiento; aunque yo he leído, e imagino que tú también, que ese sentimiento de culpa nace en ese primer momento. Y después, crece.
Tanto despotricar de la rutina y en es en ella donde podemos esconder las culpas y porque no, la amoralidad.
ResponderEliminarUn texto estupendo.
La rutina diaria tapa muchas cosas y después, salen en vacaciones. El sentimiento de culpa es insoportable. Hay que justificarse y taparlo constantemente. Pero de vez en cuando sale, como una mala hierba.
EliminarBesos.
La rutina adormece la culpa, y a menudo también la esencia que nos habita. Aprendemos a escondernos tras ella, utilizándola como excusa cada vez que la duda asoma entre sus fisuras. Y ya no distinguimos lo que realmente importa, nos importa. Maldita conciencia!!!!
ResponderEliminarExcelente, este baile de cifras y palabras.
Una sonrisa
Gracias, Iliamehoy. La rutina esconde la culpa y ésta adultera lo que de verdad queremos. Pero nos falta también la valentía y la honestidad para llevar las riendas de nuestras vidas. Es más fácil esconderse.
EliminarUn gran relato, Juanjo. Alabo tu capacidad para extraer de una imagen tan brutal y descarnada, un alegato en favor del amor libre y desprejuiciado, al que no nos engañemos, como en el cuadro, la sociedad (la presente, la pasada, la otra y la de más allá) condena a la clandestinidad más absoluta.
ResponderEliminarUn abrazo.
:-)
Gracias F&G; aunque no hay ningún alegato. Sólo cuento lo que piensa el personaje, pero me libraré mucho de juzgarlo. Ni para bien, ni para mal.
ResponderEliminarUn abrazo.
¿Para qué buscar razones? Los hombres de pesado equipaje encajan con mujeres de habitaciones vacías. Aunque sólo sea ese rato, en que su momento se convierte en una burbuja.
ResponderEliminarPues eso mismo me pregunto yo. Hay relaciones sin preguntas donde sobran las explicaciones.
EliminarUn relato repleto de sentimiento y vida,
ResponderEliminarla reflexión de las actitudes de uno
es el comienzo para saber vivir.
Me ha encantado el tono agridulce
que le impregna,
una delicia, créeme
Algo de eso encuentro en los cuadros de Hopper, cierta tristeza envuelta en mucha luz.
EliminarMe alegra que te haya gustado.
El peso del pensamiento puede ser lapidario. Una luz blanca cual espada, pienso que se instalaba sobre su cabeza.
ResponderEliminarUn abrazo Juanjo
Así es, Alejo. El peso de la culpabilidad y la sensación de ser juzgado.
EliminarMaravilloso relato el que has sacado de un cuadro... Imaginación no te falta (que no nos falte nunca).
ResponderEliminarMe ha encantado tu relato, y me da pena por el protagonista, que manera de complicarse la vida, que viva, disfrute de la vida, qué más da la edad. Sí es verdad que vivimos el amor de diferente forma a diferente edad, pero las personas somos tan distintas unas de otras, que aunque estés con alguien de tu edad cada uno lo va a vivir y lo va a sentir de una forma diferente. Cuantas veces piensas que no te quieren como tú quiseras que te quisieran. Hasta que aceptas lo que dice una frase muy conocida que dice más o menos así: "No porque alguien no te quiera como tú quieres que te quiera, no quiere decir que no te quiera con toda el alma". Y eso no tiene nada que ver ni con la edad, ni con tu nivel cultural, ni con tu raza o religión o lugar de origen. Cierto es que mientras más cosas tengan en común dos personas mucho mejor, pero a veces las diferencias son la sal de la vida, el condimento, y lo que nos enriquece y nos hace ser más abiertos de mente.
Que me ha encantado tu relato.
Un abrazo.
Gracias, Sonia.
EliminarNo eres la única que siente pena por el protagonista. Creo que él también, por motivos bien diferentes de los que tienes tú.
Un beso.
Bueno de verdad, Juanjo. Esto es lo que yo llamo un buen relato.
ResponderEliminarGracias, Raúl. Me dejas sin palabras.
EliminarJuzgarse. Mejor jugársela uno a juzgarse. Se vive más, se culpabiliza menos.
ResponderEliminarInteresante esto de las habitaciones recién nacidas. Yo solía pensarlas como páginas en blanco.
En cualquier caso, nada de juzgarse después de jugársela.
EliminarNo te quiero quitar mérito, querido mío, porque el relato es genial! Pero es que cuando algo se ambienta en Hopper....;)
ResponderEliminarBesicos
Es un recurso fácil, lo sé; pero Eduardo me dice tantas cosas...
EliminarBesos.
Duerme a mi lado con una placidez que asusta. Esta frase me dice mucho de uno y otro de los protagonistas.
ResponderEliminarCómo me gusta y cómo me alegro de volver. Un beso.
buenisimo, oh dilema de la edad, cuanto mas pasa el tiempo, más diferencias hay y nos separamos de los nuestros, extraña sociedad, extraño el amor
ResponderEliminarBesos
Juanjo, extraño que escribas.
ResponderEliminarMe gustaría volver, pero quisiera hacerlo cuando pueda contar con el tiempo suficiente para disfrutar. Ahora, sólo podría ir colgando entradas, y eso no me gusta. Muchas gracias por tu interés.
EliminarBesos.
Hola Juanjo.
ResponderEliminarLas edades del Alma, las edades físicas, las otras... tanto desfase, a veces es dificil de llevar, a veces creo que sobre todo para los "mayores" (la juventud es otra historia).
Agradable visita la que hago por estos lares después de mucho tiempo.
Contarte que me ha hecho ilusión ver que conservas, en tu lista de "Lugares que frecuento", una referencia a "Brujo Blanco del Bosque", mi blog durante muchos años, pero el cual he decidido quitar de la red. (Así que si deseas quitarlo de la lista, pues ahora la referencia apunta a ningún sitio).
Y bueno, con proyecto que abrir un nuevo blog, ya veremos.
Nada más, un saludo amigo, y hasta pronto.
Jose.
Hola Juanjo.
ResponderEliminarLas edades del Alma, las edades físicas, las otras... tanto desfase, a veces es dificil de llevar, a veces creo que sobre todo para los "mayores" (la juventud es otra historia).
Agradable visita la que hago por estos lares después de mucho tiempo.
Contarte que me ha hecho ilusión ver que conservas, en tu lista de "Lugares que frecuento", una referencia a "Brujo Blanco del Bosque", mi blog durante muchos años, pero el cual he decidido quitar de la red. (Así que si deseas quitarlo de la lista, pues ahora la referencia apunta a ningún sitio).
Y bueno, con proyecto que abrir un nuevo blog, ya veremos.
Nada más, un saludo amigo, y hasta pronto.
Jose.
Me alegra verte de nuevo por aquí, aunque, como puedes comprobar, le hace ya falta una buena renovación. Espero que te animes a crear ese nuevo blog y que lo disfrutes. Cuando lo estrenes, pasa a dejar el enlace por aquí.
EliminarUn abrazo.