La ilustración es de Luisa Olguín. Colaborando con La Cofradía del cuento corto.
A la abuela le cuesta levantarse.
-¡Ay, hijo!- me dice a veces. Yo, entonces, ya sé que tengo que ayudarle a incorporarse, cogerle el cesto y terminar de llenarlo con los últimos racimos.
A veces se queda así, en cuclillas y no dice nada. Abre mucho los ojos y agita la mano para que calle.
- Escucha hijo- me dice -ya sopla el cierzo. Viene el invierno. Pronto, no va a tardar mucho, no.
Cuando termina de escuchar, sin siquiera incorporarse, coge los alicates y empieza a cortar racimos con una velocidad que yo no puedo alcanzar.
- Aprende a escuchar a la naturaleza- insiste de vuelta a casa. -La luna está roja, ¿no la ves? Mañana, lluvia. Menos mal que hoy hemos aprovechado el tiempo y tenemos cogida más de media cosecha.
La abuela vuelve con el paso cansado y la espalda encorvada, pero con una sonrisa en los labios. Parece menos agotada ahora que cuando me pedía ayuda, entre hileras. De vez en cuando, levanta la cabeza y husmea el aire, como un perrillo.
- ¡Ya huele a tierra mojada! Corre.
-.-
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