La ilustración es de Asunción Buendía. El relato lo escribí para Esta noche te cuento
Pensando un poco, la última vez que abrimos la caja fuerte fue cuando murió papá y dejamos dentro la alianza y el reloj de oro. Mamá, recuerda, siempre conservaba notas manuscritas entre las páginas de los libros. La lista de la compra la guardaba dentro del último que estaba leyendo, por ejemplo. Seguramente dejó la clave en el interior de algún ejemplar de la biblioteca, le digo a mi hermano, mientras él recorre con la vista las largas hileras de baldas del salón comedor y se encoge de hombros.
Todo lo tengo que hacer yo, pienso, así que busco una escalera y organizo el operativo. Voy sacando, uno a uno, cada libro y él los agita. Casi todos tienen listas de la compra por terminar, muy parecidas entre ellas. La mayoría de los productos anotados todavía ocupan un sitio en la alacena. Madre era despistada y por eso lo anotaba todo. Por eso procuraba mantener las mismas rutinas.
Casi hemos terminado de vaciar la biblioteca. Caen los últimos papeles, con nombres de alimentos y productos de limpieza. Ningún número mágico. En la mesa sigue el testamento de mis padres, de hojas amarillentas, que no nos hemos molestado en leer.
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ResponderEliminarLos relatos abiertos tienen estas cosas. Yo lo escribí pensando en una familia feliz, con una madre despistada. Ellos saben lo que dice el testamento, y conocen que todo es para ellos, pero ¿cómo van a abrir la caja fuerte sin la clave? Si miraran en el testamento, comprobarían que el papel buscado está dentro.
EliminarTodo el mundo ha interpretado el relato como lo has hecho tú, Nora, y me encanta. Para eso dejo el relato abierto, para que cada uno lo interprete a su manera.
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