El título, además, está muy acertado en mi caso, porque tengo cierta querencia a perderme y desorientarme. Con este imperdible quedo unido a cincuenta autores más, a los que me va a ser imposible perder de vista.
El relato que comparto, a continuación, es el quinto ejercicio del taller online Sanscliché. Consistía en escribir un texto sobre anacronismos. Se titula El negociador.
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Las tropas cristianas aguantan a duras penas este frío de
finales de diciembre. Los soldados se calientan frente a las fogatas en
completo silencio. Todo el mundo teclea de forma compulsiva los últimos
mensajes en los teléfonos móviles, pues la reina Isabel ha decidido prohibir su
uso hasta concluir la conquista de Granada. Ese es el motivo oficial, al menos,
aunque se rumorea que la verdadera razón es que don Gonzalo Fernández de Córdoba ha vuelto a abandonar, y ya van cinco veces este mes, el grupo de WhatsApp
creado por los monarcas para dirigir las operaciones militares.
Por lo que parece, al Gran Capitán no le gusta nada que se
utilice este medio para intercambiar chistes de judíos conversos y grabados de
bailarinas moras bailando la danza del vientre. El grupo no se ha creado para
esto, recuerda en su último mensaje, antes de que los usuarios puedan leer el
consabido “GrandeCapi ha abandonado
el grupo”.
Así que toda la tropa se va a quedar sin los pocos
entretenimientos que le permite esta dura guerra por culpa de cuatro nobles
ociosos. Las apuestas online sobre
los resultados de las justas, por ejemplo. Ayer mismo, un alférez de la tercera
compañía consiguió más de cien reales de plata en la plataforma de SirGuillermo de la Colina, al adivinar que el marqués de Cádiz iba a derribar del
caballo al duque de Medina Sidonia en la tercera embestida, tras dos roturas de
lanza, opción que se pagaba 15 a 1 frente a los 5 a 2 ofrecidos si el duque
tiraba al marqués por el lado derecho del caballo (su costado malo).
Apuestas, juegos y redes sociales aparte, los artilleros
argumentan que los móviles tienen otras muchas aplicaciones imprescindibles
para la conquista. Sin el Google Maps, aseguran, no saben cómo van a acertar en
sus objetivos. Observan las almenas de la Alhambra y tratan de anotar en algún
sitio las coordenadas, antes del apagón tecnológico. Se temen que muchas de las
balas acabarán en el Albaicín o en el Sacromonte, lejos de las murallas
rojizas.
El ambiente se carga un poco más cuando se percibe el olor
nauseabundo de la reina, quien lleva sin lavarse desde hace algunos meses.
Todos esconden los móviles debajo de los petos hasta que la monarca se aleja y
el aire se vuelve respirable. Entonces, aparece un jovencito, que se sienta
junto a don Hernán Pérez del Pulgar. Hablan mucho rato en tono distendido y se
hacen algunos autorretratos con las cámaras de los móviles, que pronto circulan
por el Facebook. Todo el mundo se pregunta quién es el osado que departe de esa
forma, con ese desparpajo, con el capitán. Corren rumores de que es un espía
del nuevo confesor de la reina, el enigmático Cisneros. Asegura tener poderes
para negociar con Doña Isabel, y está dispuesto a hacerlo por un módico precio.
Su nombre es Nicolás, Maese Francisco Nicolás.
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