
- Alfonso, ¿qué pasó con la Regulación Automática?
Un espeso silencio se hizo al otro lado de la línea de teléfono. Se podía oir su respiración entrecortada, lo imaginaba tenso, sudoroso, exhalando vapor por todos sus poros. Alfonso -permitidme que omita su apellido- era gerente de una gran empresa, tenía su bien merecido prestigio dentro del sector, y fama de hombre honrado e intachable. Sin embargo, ¿qué pasó con la Regulación Automática? El lo sabía bien. Nunca se presentó a ese examen y sin embargo apareció en la lista de aprobados. Nadie sabe cómo pudo deslizarse un error así. Alfonso soñaba frecuentemente que un día se descubría el pastel, y entonces su título no valía nada. El imperio que tanto le había costado construir se deshacía como un azucarillo en leche caliente. Era la peor de sus pesadillas.
Pero ahora la voz era real. Alguien había descubierto el secreto, y su mente calculaba rápidamente el precio que le costaría mantenerlo a buen recaudo.
- ¿Quién eres? - dijo, con voz seca; y sonó como un tenso pulso, como una oscura amenaza.
- Soy David. Pepe me dio tu número de teléfono el otro día en una cena de la Escuela. ¿Cómo está María? ¿Y los niños?
- Cabrón...