Viejas tradiciones y oscuras leyendas hablan de hombres malditos, atacados por fieras salvajes en noches de luna llena, y condenados para toda la eternidad a sufrir la cruel transformación de su cuerpo en cada plenilunio.
Ajenos a la morbosidad de lo trágico, fruto de la furiosa cópula de sus progenitores en sus noches más violentas, los niños-lobo pueblan nuestras ciudades sin que nosotros, poco pendientes de ombligos ajenos, percibamos alguna diferencia con nuestros retoños.
Julián, ya desde pequeño, destacaba por su alma inquieta y su físico incansable. El pelo negro, muy tieso, las cejas algo gruesas, los ojos grandes y oscuros, el bozo incipiente y los labios gruesos le hacían parecer mayor de lo que en realidad era. Tenía entonces 10 años, y un aspecto de pre-adolescente en plena niñez, que le afeaba más que otra cosa ante ojos objetivos, pero deslumbraba, en cambio, las retinas de las niñas de sexto.
Algo existía en su mirada profunda que invitaba a quedarse un rato contemplando la rica variedad de tonos que formaban su iris. Las chicas que se quedaban lo suficiente para apreciar esos matices no conseguirían olvidar jamás esos ojos, y la pasión que adivinaban detrás de ellos sería, para las afortunadas, un sueño más de adolescente no materializado; y para las demás, el motivo de su infortunio.
Él todavía era ajeno a su atractivo aquella tarde de primeros de Mayo, al salir de clase, cuando se dispuso a romper un corrillo de niñas mayores, que mantenían secuestrado su balón. Para su desgracia, el esférico estaba parado justo a la altura de los tobillos de la más callada de todas, y al recogerlo, se encontró con su sonrisa tímida, su mirada soñadora, y el relieve de unas curvas apenas esbozadas. Esa tarde empezó a quebrarse el fino caparazón de su infancia.
Ajenos a la morbosidad de lo trágico, fruto de la furiosa cópula de sus progenitores en sus noches más violentas, los niños-lobo pueblan nuestras ciudades sin que nosotros, poco pendientes de ombligos ajenos, percibamos alguna diferencia con nuestros retoños.
Julián, ya desde pequeño, destacaba por su alma inquieta y su físico incansable. El pelo negro, muy tieso, las cejas algo gruesas, los ojos grandes y oscuros, el bozo incipiente y los labios gruesos le hacían parecer mayor de lo que en realidad era. Tenía entonces 10 años, y un aspecto de pre-adolescente en plena niñez, que le afeaba más que otra cosa ante ojos objetivos, pero deslumbraba, en cambio, las retinas de las niñas de sexto.
Algo existía en su mirada profunda que invitaba a quedarse un rato contemplando la rica variedad de tonos que formaban su iris. Las chicas que se quedaban lo suficiente para apreciar esos matices no conseguirían olvidar jamás esos ojos, y la pasión que adivinaban detrás de ellos sería, para las afortunadas, un sueño más de adolescente no materializado; y para las demás, el motivo de su infortunio.
Él todavía era ajeno a su atractivo aquella tarde de primeros de Mayo, al salir de clase, cuando se dispuso a romper un corrillo de niñas mayores, que mantenían secuestrado su balón. Para su desgracia, el esférico estaba parado justo a la altura de los tobillos de la más callada de todas, y al recogerlo, se encontró con su sonrisa tímida, su mirada soñadora, y el relieve de unas curvas apenas esbozadas. Esa tarde empezó a quebrarse el fino caparazón de su infancia.
Años más tarde se volvieron a encontrar una noche que la luna completaba un círculo perfecto. El lobo, cazador avezado, pensó que bastaría su mirada seductora y unas cálidas palabras susurradas cerca del oído para hincar sus colmillos en aquel blanco cuello; pero la dueña del mismo tenía planes de un recorrido más largo, y consiguió mantener el aliento mortal lejos de su garganta.
Cuando la insistencia del depredador empezaba a vencer sus resistencias, ella le confesó otros problemas cíclicos, de sangre menos violenta, pero con la misma periodicidad. Esa estudiada coincidencia de los ciclos lunares fue suficiente para capear el temporal de las primeras pasiones, y la implacable muela del amor constante se encargó de limar aquellos afilados dientes.
Algunas mujeres no necesitan mil cuentos para domar al lobo que mora en el corazón de cualquier hombre.
Cuando la insistencia del depredador empezaba a vencer sus resistencias, ella le confesó otros problemas cíclicos, de sangre menos violenta, pero con la misma periodicidad. Esa estudiada coincidencia de los ciclos lunares fue suficiente para capear el temporal de las primeras pasiones, y la implacable muela del amor constante se encargó de limar aquellos afilados dientes.
Algunas mujeres no necesitan mil cuentos para domar al lobo que mora en el corazón de cualquier hombre.
¡¡Mira que eres ocurrente Juanjo...!!
ResponderEliminarMe ha encantado esta entrada, ¡bueno! como siempre...
Besos y besos,
Absolutamente redondo.
ResponderEliminarMira que llevo días buscando la inspiración para un relato corto sorprendente, y no hallo nada.
Menos mal que vengo por aquí y te leo. Seguro que bajo esta luna se me pega algo.
Un abrazo compañero.
¡ Salud !
Absolutamente genial y sorprendente y tan bien narrado...
ResponderEliminarMe ha encantado el relato, niño, vaya imaginación.
Besos y buen dia :)
Si es que las mujeres pueden con todo... (y con todos)....
ResponderEliminargenial post amigo.
Pues no quiero ser ceniza,pero yo soy mujer y no tengo ni idea de como se entiende el lobo del corazón de los hombres...
ResponderEliminarIgual es que pienso que yo no tengo que domar a nadie, será que es ahí mi error... vaya usted a saber...
Besicos
Sí creo que el amor puede hacer cambiar a las personas, tan solo hace falta paciencia, constancia y buenos sentimientos. Bonito relato, como siempre, ¿te inspiró la luna llena? Saludos.
ResponderEliminarMe viene a la cabeza aquella canción de "La Unión", "Lobo-hombre en París", que les hicieron famosos y editaron varias veces, hasta en versión maquinera, creo. :)
ResponderEliminarHas dibujado un lobo solitario cazado por Caperucita, le está bien empleado, los buenos lobos se dedican a las ovejas y cazan en manada.
Está claro que las diferencias unen. Ël, el lobo, cazador inexperto en principio y avezado después, creyendo cazar fue cazado y sometido.
ResponderEliminarEl amor, el tiempo, lima afilados dientes y fogosas pasiones ¿ o no?
Un beso
Algunas mujeres incluso llegan a convertir al lobo fiero en gatito que maúlla. Algunas..., pero a mi no me gustaría ser una de ellas. Al lobo lo que es del lobo.
ResponderEliminarUn abrazo, siempre me gustan tus textos, pero reconozco que hoy, especialmente.
Woooowww!
ResponderEliminarO debería decir: AAAaauuuuuuuuu!
xD!
Es genial!
A ver, lo que no consiga el amor, o el enamorammiento, o el encoñamiento, es que no se puede conseguir de ninguna manera.
Y hasta los lobos caen, pobrecitos, con lo guapos que son así, siendo como son!
Un beso
SV
Sólo puedo decirte:
ResponderEliminar¡Qué bueno y único eres contándome cuentos! ;)
Abrazos.
Jajaja...¡perfecto! Tiene todos los ingredientes de un buen cuento: planteamiento linal, unidad de personaje, fantasia y brevedad.. ¡e impacto! Como nos recuerda la wiki que decía Cortazar: "En la novela se gana por puntos; en cambio en el cuento, se gana por k.o."
ResponderEliminarPasaba por auqí y me gustó tu blog. Muy interesante esta entrada, realmente estoy completamente de acuerdo en que las armas de mujer pueden doblegar a cualquier hombre...y esa es la perfección del juego.
ResponderEliminarBesos
¡Que relato tan tierno! Fíjate que al principio pensé que los tiros iban por otros derroteros pero luego... Lo mismo diría que sirve también para los hombres...
ResponderEliminarbicos,
De donde sacas las ilustraciones de tus entradas? jopé, es que dan un cague...
ResponderEliminarBesitos!!!
Me suena a sábado, copas, trasnochados roces, y... "joder, tengo la regla".
ResponderEliminarHago un hueco en septiembre, que me tiene ocupada, para venir a leerte.
Besos.
Más allá de sorprenderme más de una y de dos noches aullándole a la luna, no me encuentro más semejanzas con un licántropo... para mi desgracia, claro.
ResponderEliminarLa perioicidad de las mujeres no funciona con lobos desesperados o solitarios, que te lo digo yo.
ResponderEliminarPor eso supongo que el lobo de tu cuento no tenía tanta hambre como para zamparse a la Caperucita Roja.
Por que... ¿Tu crees que un hombre lobo decente que perciba en el aire olor a sangre hirviente, latiendole frenéticamente las sienes y babeando deseo, se detendría a pensar en nimiedades periódicas?
En fin, que espero que el lobo supiera esperar una semanita y que entonces Caperucita no adujera dolores de cabeza.
Por otro lado, gracias por citarme, pero no es mío. Y lamento de veras no saber de dónde lo saqué. Reconozco que tus costumbres son más civilizadas que las mías.
Un saludo. mox
(mox de érase una vez)
ResponderEliminares genial esta entrada!!! primero por el mensaje que lleva, segundo porque hablas de niños lobos, y los lobos me apasionan, hablas del efecto de la luna sobre las personas, y hablas del poder de la mujer sobre la voluntad del hombre... genial repito!!
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo, hay mujeres que los doman hasta convertirlos en mansos cachorritos, aunque perdóname, pero creo que yo no termino de entender la morfología de algunos... :)
ResponderEliminarBesos
Tienes un regalo en mi blog, me haces el honor de recogerlo?
ResponderEliminarBesos♥
Muy creativas palabras... si realmente existe la femina que ha domado un salvaje aviseme!!! porque yo aun no lo consigo... jajaja
ResponderEliminarsaludos!
Un relato bien desarrollado y estructurado y lo más difícil, estupendamente rematado.
ResponderEliminarEnhorabuena, Juanjo, te has lucido.
un beso
Me gusta mucho cómo describes os ojos del niño, su mirada profunda. También las influencias lunares.
ResponderEliminarNo sé si existen o no los hombres-lobo (nunca ví ninguno), pero las influencias lunares existen y son impresionantes. La luna me atrae como pocas cosas en el firmamento.
Buena entrada. Un beso
Dicen que el hombre de mayor se vuelve niño, pero no el niño inocente de ojos curiosos, sino en el niño-lobo que habita en él, agazapado, de vuelta a la vida una vez pérdida la domesticidad.
ResponderEliminar¿Volverá a ser lobo alguna vez tu niño?.
Un abrazo
Dicen que el hombre de mayor se vuelve niño, pero no el niño inocente de ojos curiosos, sino en el niño-lobo que habita en él, agazapado, de vuelta a la vida una vez pérdida la domesticidad.
ResponderEliminar¿Volverá a ser lobo alguna vez tu niño?.
Un abrazo
Caí aqui por casualidad, y ahora no me quiero ir...
ResponderEliminarMmmm, precioso cuento Juanjo, estaba ya por poner la yugular.Problemas cíclicos de menos violencia, me encantó esa manera tan sutil de definir ese incómodo ciclo menstrual ;)un saludo y un beso!
ResponderEliminarGorocca
Juanjo, no se, a mi eso de que la mujer consigue domar, no es mi caso y eso que ¡caracter no me falta!!! jajajaja, bueno será que me tocaron peleones o que tampoco era ese mi objetivo, no me gusta cambiar a nadie al igual que no quiero que me cambien a mi, pero calmar.... eso si que está bien, y creo que el amor lo consigue...
ResponderEliminarMe gusto mucho leerte, como siempre, muchos besitos guapo.
interesante blog..
ResponderEliminarun abrazo y mucha paz-ciencia!!
Pobres niños, marcados desde el principio de los tiempos por la furiosa cópula de sus progenitores.
ResponderEliminar¿Tú crees que no es necesario contaros algún que otro cuento? ¡Uhm! Habría que verlo.
Besos orgiásticos
Juanjo:Gracias por la educación que has tenido al entrar en mi espace.Eres muy amable.
ResponderEliminarTe he agregado a mi lista de amigos de blog con todo cariño.NO suelo sumar amistades porque sí,pero visitando a Juan43,un amigo del alma,te encontré y te aseguro que ha sido un descubrimiento para mi muy valioso,pues escribes como los ángeles.
Gracias y con todo respeto también,vendré a visitarte¡¡
Besos
Nadaia