Hoy va a ser mi noche, lo presiento. No tengo un plan especial, no he quedado con nadie, pero los presentimientos no obedecen a razones lógicas. Alguien va a aparecer en mi vida, lo sé, y dedico un poco de tiempo a imaginar cómo es, invento un prototipo que se ajuste a mis sueños. Tendrá un cuerpo perfecto, largo y oscuro su pelo liso, suave y delicada la espalda, de negro profundo los ojos, apenas perfiladas las cejas, largas las pestañas, finos los labios, bien esculpida la nariz, y una sonrisa luminosa y limpia.
Esta noche sacaré a pasear al seductor que vive escondido en mi yo profundo. Para ello deberé cuidar hasta el último detalle mi aspecto exterior. Cada prenda será cuidadosamente escogida para servir a mis objetivos, cada complemento será el adecuado al modelo que deseo representar. Nada será prescindible.
Abro el armario e intento componer el complejo
puzzle de la perfección con las escasas piezas que tengo.
Juanjo, llevas meses con lo mismo puesto, me digo. Ya es hora de dar un cambio brusco de imagen. Busco y rebusco por cajones, buhardillas, altillos. Empezaré la casa por el tejado. La cabeza, lo primero.
Las pongo todas en fila, las observo, me traen recuerdos agradables algunas, otras no tanto. Escojo una algo antigua, juvenil, con largo y abundante pelo. Hoy seré rubio. Pero debo de tener cuidado, no sea que me pase lo de la última vez. Escogí una cabeza pequeña y unos brazos demasiado largos. Ella, la escogida, se dio cuenta de la desproporción, y no quiso ni acercarse a mí. Debo tener en cuenta que todas están programadas para detectar cualquier defecto de fábrica, olvidando a veces que nosotros tenemos instalados otra versión de procesadores.
Ahora tengo que seleccionar el aspecto que deseo mostrar: ¿fortaleza viril, o sensibilidad imberbe? Llevo demasiado tiempo mostrando mi cara más dura, pienso. Escojo un pecho estrecho desprovisto de vello, las piernas y brazos finos, poco
musculados.
Por último lo más difícil, el envoltorio exterior. Reconozco que unos vaqueros y una camisa negra de largas solapas me podrían caer bien, pero está demasiado visto. Tengo que ser algo más atrevido, romper con mi imagen más clásica. Pero, ¿cómo lo puedo hacer? Siempre he sido bastante discreto vistiendo.
Espera, en aquel viejo arcón, si no recuerdo mal, tengo un vestido dorado que utilizaba hace ya algunos soles, cuando todavía no estaba bien visto imitar el aspecto de los humanos. Iba a juego con una cabeza tipo C3
PO, que quedó inservible tras mi primer cambio de sistema operativo. Tiene un toque retro que causará sensación.
Faltará un toque de perfume, pero no vale cualquier cosa, pues la chapa se oxida fácilmente: esencia de aceites naturales enriquecido con silicio y uranio. Irresistible.
Proyecto mi imagen sobre la pared, y me doy la aprobación con un guiño. Ya estoy listo. Pulso el botón y me
teletransporto a la zona de
clonación.
- Mierda,
olvidé el paraguas, compruebo, mientras pequeñas gotas dejan su surco de herrumbre por mi dorado envoltorio.