29 enero 2008

La increíble derrota de Cronos

Imagen tomada de http://mx.geocities.com/tallertnt2000/leyendas.html
Extrañas casualidades pueden convertir a un personaje anónimo en un héroe legendario; pero ninguna más absurda que la coincidencia del celo estricto de un funcionario con la economía doméstica de una madre trabajadora.

Sucedió en Isocronia, la remota ciudad donde todos sus habitantes vivían exactamente 60 años. Desde el mismo instante de su nacimiento conocían ya la fecha en que abandonarían este mundo, aunque no la hora exacta.

Quiso el destino que las tres hijas de Doña Consuelo García nacieran todas ellas el 4 de Mayo; aunque si somos rigurosos, la menor, Cristina, lo hizo unos segundos antes de que concluyera la víspera; precisión que tuvo bien en cuenta el probo escribiente, pero no la madre de las criaturas, que quiso celebrar los cumpleaños de todas sus hijas el cuarto día del quinto mes de cada año.

Así crecieron todas en la creencia de que compartían la fecha de su aniversario, y fueron muriendo todas puntualmente, justo 60 años después de ver la luz. Cristina se preparó religiosamente para terminar sus días un 4 de Mayo, y durante la jornada recibió las oportunas visitas de familiares y amigos, que venían a despedirse de ella. No tenía prisa por abandonar este mundo, pero lo hizo finalmente pocos segundos antes de que el campanario anunciara un nuevo día, sin saber que realmente había vivido uno más de lo que le correspondía.

El funcionario de turno estuvo a punto de equivocarse al anotar la fecha del óbito de la venerable mujer, y, de hecho, se frotó tres veces los ojos, repasó tres veces los datos, y consultó con el secretario y con el alcalde, antes de certificar con su impecable caligrafía que Cristina, la menor de las tres hijas de Consuelo García, había conseguido vencer al tiempo.

Desde entonces, ya nadie en Isocronia vive exactamente 60 años, no es posible encontrar dos relojes que marquen la misma hora, y las campanas solamente suenan el día de la fiesta mayor.

18 enero 2008

La dirección del viento

Imagen tomada de El espejo imposible
Ja, ja, ja, ja. La carcajada sonó como una bofetada, como un duro insulto, y el eco se encargó de repetir la afrenta, multiplicándola el silencio del resto de los presentes.

Sin embargo la Mari no podía parar de reir, viendo las caras de los familiares de su novio grises de ceniza, sus rostros serios, demudados por la sorpresa, o contraídos por el asco. La mano que fuertemente le apretaba su chico se aflojó un poco, se sintió taladrada por punzantes miradas e injuriada por desaprobadores murmullos, pero nada de eso pudo menguar la intensidad de su risa.

El frío viento del desfiladero terminaría al fin con su expansión eufórica, y aquel suceso marcaría el principio del declive de su relación. Hasta el nombre de su amante caería con el tiempo en el olvido, pero nunca la grotesca situación vivida.

Es preciso tener en cuenta la dirección del viento cuando se arrojan las cenizas de un muerto. Eso cualquier hombre lo debería saber.

10 enero 2008

Temblor


Temblaba apoyado sobre mi frío asiento, con movimientos vibrantes, desesperados; aunque debo decir que siempre me comporto así: mi naturaleza es propensa a estos vaivenes, tan poco apreciados por los humanos.

De repente noté un aire cálido sobre mi cabeza; unos labios enormes, gigantescos, se me acercaban. Aprecié el aliento perfumado, la proximidad de su lengua húmeda, que se apartaba para dejarme paso. Sentí una fuerte atracción, difícil de resistir. Su boca me buscaba, notaba como todo su ser me deseaba, y mi ser no podía aguantar más esa fuerte atracción.

En la sala se produjo un silencio expectante; ojos ansiosos me observaban esperando el desenlace. Sentí una fuerte presión y me despegué del plato. El aire se llenó de risas y aplausos, de vivas y aclamaciones. Acababa de ser engullido, de un solo golpe, dejando tan solo huellas marrones de caramelo sobre la delicada porcelana blanca.