29 diciembre 2014

El primer beso



La lluvia cae sobre ellos, fría, lenta, sin descanso. 
La farola, que apenas alumbra, tampoco les calienta. 
Ella se acurruca en su pecho y él la cubre con su abrigo. 
Acercan sus labios, los encuentran calientes, sedientos, insaciables. 
Sus cuerpos se buscan, se estrechan, sus ojos se entrecierran. 
Fuera del recinto que delimitan sus cuerpos, no hay frío, no hay luz, no hay nada.

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14 diciembre 2014

Manual de avispas suicidas



De un tiempo a esta parte, todos los días, media docena de avispas se suicidan en el plafón de mi dormitorio. En la oscuridad de la noche, aprecian la luz recién encendida de mi cuarto y aprovechan la ventana abierta para entrar. Realizan un corto vuelo en espiral y se introducen entre el vidrio de la luminaria y el techo para quemarse en la lámpara incandescente halógena de 150 W., de poca eficiencia energética, todo sea dicho.


Algunos días, al despertarme, pienso que soy una avispa más, que ve cualquier fuente luminosa y va volando hacia ella para quemarse. Un insecto inconsciente que se dirige dando unas pocas vueltas hacia su autodestrucción. Debo suponer que, en el avispero, la mayoría de obreras permanecen tranquilas, a la espera de que llegue la luz natural, la verdadera. Y también barrunto que algunas de ellas se detienen a observar hombres que se dirigen hacia un final predecible y absurdo. Imagino un tercer grupo de individuos que dudan, que inician el vuelo hacia la luz mortal y se detienen, dan la vuelta, enfrentan lo que les seduce y lo que les conviene, luchan por retardar su muerte.


Eso me ha hecho recordar un sueño que tuve el otro día, en el que peleaba contra alguien que me estaba estrangulando y ese asesino era yo mismo. Un yo violento y decidido a terminar con mi vida frente a un yo estupefacto que se resistía a duras penas. Como comprenderéis, ya no pude volver a dormirme esa noche y encendí la luz. Al poco tiempo, un par de avispas tocaba a la ventana. Las observé con atención y ninguna de ellas se parecía a mí. Así que abrí la ventana y me dirigí al cuarto de baño para dejar que corriera el agua.


Después de la ducha, me enteré por la radio que este año, en Octubre, las temperaturas medias habían sido las más altas registradas en la serie histórica.

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01 diciembre 2014

Días grises





La ilustración es de Laura Garrido.

La mañana ha salido fría y gris. Aburrida. Desde mi ventana se ve un embarcadero desangelado y un mar en calma que se funde con el cielo neblinoso. Tengo pocas ganas de hacer nada por casa y menos de salir a la calle, así que mis pasos van desde la estufa hasta el marco de la ventana, donde espero que cambie poco a poco el escenario que se ve a través del mismo.

Poco cabe esperar que suceda en este pequeño puerto, donde sólo se contabiliza una invasión vikinga, hace la tira de años. A falta de emoción, me gusta fantasear. Pienso en la chica que avanza hacia el final del embarcadero. Lleva un pelo de lo más discreto y una gabardina que esconde todas sus curvas. Cuando llegue al borde del entarimado, se sentará y dejará los pies colgando hacia el mar. Arrojará algo de pan a los peces o se pondrá a canturrear algún tema de moda. En el paseo, el hombre que está de espaldas se bajará los pantalones y se exhibirá en público, hasta que aparezcan los guardias. Nadie percibirá que en el muelle acaba de atracar una pequeña barca y uno de sus ocupantes desliza una bolsa de deportes a la espalda de la chica.

De nuevo siento frío y me pego a la estufa, hasta que mis manos recuperan su habitual color naranja. Después, me acerco a la ventana. En este momento hay mucha gente mirando hacia el lugar donde estaba la chica, señalando hacia el agua. En el paseo, el hombre que estaba de espaldas, se acerca al tumulto fingiendo interés y desliza su mano derecha hacia algún bolsillo ajeno.

Dicen que en este pueblo nunca entraron los alemanes y tampoco hay demasiados niños rubios con ojos azules. Será porque abundan estos días grises en los que nadie tiene realmente nada importante que hacer.

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24 noviembre 2014

Ochocientos y algo

Relato inspirado en una frase de REC. No recuerdo si lo envié.

Hoy parece que ella tiene la voz todavía más dulce que ayer y eso le convence más de que lo ama. Sigue pegado al teléfono, escuchando lo que le dice y calla. Se ha dado cuenta de que ella ya no utiliza el vocabulario provocador con el que empezó ayer y ahora dedica más tiempo a alabar todas sus virtudes. Parece mentira que le conozca tan bien, a pesar de haber cruzado solo unas pocas palabras. Debe ser una chica lista, Samanta. Y guapa. Sonríe, mientras piensa que le va a ser difícil no llamarle todos los días a ese extraño número de teléfono.

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17 noviembre 2014

El sueño de Gracia


La imagen es de Julia Fullerton-Batten. Este relato lo escribí para los viernes creativos de Escribe fino.

La musa ya no tiene quien le pinte. Ha escapado de un cuadro de Rubens y se anuncia en las últimas páginas de un periódico gratuito. Espera sentada en el diván a que suene el teléfono. Los días pasan despacio y la seguridad con la que contaba al principio se va desmoronando. Comienza a pensar que es fea, que está gorda, que su belleza ya no cuadra con los cánones actuales.

A la musa que nadie pinta le ha dado por escuchar música mientras espera, para llenar todos esos espacios llenos de angustia, de timbres de teléfonos sonando en su imaginación, reverberando, sin que ella sea capaz nunca de llegar a tiempo para descolgarlos. Empieza tocando el piano, una sonata de Bach, cuya partitura reposa sobre un atril; pero pronto se cansa de que suene la misma melodía dentro de su cabeza. Entonces decide utilizar el magnetófono y descubre canciones que no sabía que existían. Por un tiempo, la obsesión de la llamada se disuelve en la fascinación que le producen los nuevos sonidos. Ya no oye el timbre ni las teclas del piano, nada retumba. Solo piensa en escuchar una y otra vez la nueva música. Apretar la tecla del play, esperar a que termine la cinta y darle la vuelta. Rebobinar los temas que más le gustan.

De tanto escucharlos, sus casetes preferidos se han enganchado. Trata en vano de repararlos, esparciendo metros de música sobre el suelo de mármol, mientras que los otros, los menos valiosos, permanecen mudos. Las voces imaginarias vuelven. Se mezclan unas con otras. Suena el timbre junto a Bach, Leonard Cohen se confunde con AC&DC, Golpes Bajos con Queen, U2 con El Fary. Rosendo Mercado canta con Janis Joplin “La Fina”.

Tirada sobre el suelo, atrapada por sus propias cintas magnéticas, Gracia, la musa prófuga del cuadro, no se da cuenta de que su sueño se ha cumplido. Frente a ella se encuentra una chica joven, que la mira a través de un extraño objeto.

Entonces, suena un click y algo le deslumbra.

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10 noviembre 2014

La entre vista


Entre vista.jpg
Otro relato, y van unos cuantos, de los viernes creativos de Escribe fino.

A través del hueco que deja la cortina, siento que sus miradas se posan sobre mí. Ha sido un acierto disponer la sala de entrevistas de esta forma. Así, no solo percibo que me miran, también puedo escuchar sus conversaciones con claridad.

Ahora comentan lo bonitas que son mis piernas y que, si el resto acompaña, poco va a importar lo que diga mi currículum.

Antes de entrar, voy a darles un poco más de cuerda. Que quieren ver más, pues, con un pequeño movimiento, mi falda subirá unos pocos centímetros y mi escote asomará un poco por la rendija. Quiero comprobar hasta dónde son capaces de llegar sus lenguas desatadas.
No. No voy a descruzar y cruzar las piernas a lo Sharon Stone. Mejor que no se queden con una imagen tan frívola de su nueva directora general.

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03 noviembre 2014

La última mentira piadosa




Este texto lo escribí para los viernes creativos de Escribe fino.

Todo empezó en otoño y todo ha terminado en otoño. La misma casa sin muebles. Sus cuatro paredes. Las palabras, que antes se atropellaban por ellas y ahora ya no se encuentran. Nuestro calor, que escapaba hacia todos los rincones y ahora se esconde dentro de cada uno, como si ya no le apeteciera cumplir las leyes de la termodinámica.


Tampoco mostramos interés en las lágrimas del otro. Las mías fluyen, mientras observo mi cuerpo sucio y gastado. Las tuyas no saldrán ahora. Esperarán a que el sol evapore el rocío y abandones esta casa, contando los pasos, como un autómata programado con desidia. Te irás entonces, sin disculparte, sin preguntarte por qué, y yo me quedaré aquí, pegada al cristal, imaginando esas disculpas, esperando tus respuestas, hasta que note el surco de sal sobre mis mejillas.

Ha venido el invierno un rato y se va. Esta es la última mentira piadosa que me queda.

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27 octubre 2014

Hombrecillos con garras



Como un bigote a lo antiguo, debajo de la nariz, o como antojos de color cárdeno en la cintura, así son las marcas que lleva Susana por el cuerpo. Discretas, no muy grandes, poco reconocibles. Así, poco más o menos, es Paco. Pequeño, mediocre, insignificante, si te fijas un poco. Lo normal es que no lo hagas y que ni siquiera lo relaciones con la impresionante mujer que va a su lado. Y que se te vaya alguna mirada hacia ella, con más o menos disimulo, sin apreciar que el hombrecillo al que ignoras tuerce la boca y aprieta los dedos. Los mismos que después, amparados por la seguridad que le dan cuatro paredes, apretarán hasta dejar esas señales a las que luego daremos formas.

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20 octubre 2014

El poderoso influjo


La ilustración es de Juan Luis López. El relato lo escribí para Esta noche te cuento

Un hombre camina, con los hombros vencidos, por el paseo. En la zona oscura del pretil de la playa, una pareja se habla entre susurros. Bajo la luz de las farolas, los vendedores ambulantes recogen de prisa, ante la llegada inminente de la policía. Envuelven los artículos en hatillos blancos y se van retirando hacia la arena, donde esperan a que se alejen los agentes.

Sobre el mar se refleja un camino plateado por el que apetece adentrarse. Eso parece pensar el hombre cabizbajo, detenido ante la masa de agua y ante sus dudas. La pareja permanece ahora en silencio, buscándose con los ojos, acercando sus bocas. De lejos, la piel de los vendedores se mezcla con la noche y los bultos blancos flotan sobre las olas.

El solitario se desnuda, dobla la ropa con cuidado, la deja sobre la arena y nada a grandes brazadas, queriendo romper el reflejo gris sobre el agua. En la sombra, las bocas se unen y las manos buscan con impaciencia el cuerpo del otro. Sobre las baldosas del paseo, vuelven a mostrarse las mercancías y a reconocerse las caras.

Nadie parece darse cuenta de que esta noche hay luna llena.

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13 octubre 2014

Legionaria


Este texto lo escribí para los Viernes creativos de Escribe fino

Durante el día, me gustan los uniformes. No en vano paso el día embutida en uno de ellos. Guardo, sin embargo, mi muñeca preferida en la taquilla y cuando me ajusto bien prieta la coleta bajo la gorra verde, no dejo de pensar en el momento en que podré liberar mi pelo y extenderlo sobre la cama.

Es mi vida una lucha perpetua entre tensar los músculos de día y relajarlos por la  noche, entre las pinturas de camuflaje y la sombra de ojos, entre la mirada ardiente que te añora y la fría sobre la mira del fusil.

Antes de dormir, cuando me desnudo, acaricio una a una todas mis cicatrices, señales de las victorias logradas. No tengo ninguna, sin embargo, para la única derrota, de la que sólo conservo, en lo más hondo del armario, un vestido blanco de gasa.

Algunas noches, lo reconozco, odio mi uniforme. Llego a casa y procuro arrojarlo bien lejos, donde no pueda verlo. Dejo que las lágrimas corran. Paso después mucho tiempo frente al espejo hasta rehacer mi cara, hasta dejarla igual de reluciente que aquella mañana. Saco el vestido del armario y me lo pongo. Doy un par de vueltas sobre mí misma hasta caer sobre la cama. Con la voz más dulce posible que me es posible entonar, canto despacio, como si fuera una nana: Soy la Novia de la Muerte.

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05 octubre 2014

El último llanto de los vencidos



La ilustración es de Laura Garrido.
Mi colaboración en Esta noche te cuento del mes de Septiembre.
Inspirado en El coronel Chabert, de Honoré de Balzac.

La pala hace un ruido metálico al cargar la tierra. Un sonido que se arrastra, como la misma herramienta por el suelo, y termina en un golpe seco al verter su contenido dentro del foso. Tengo prisa, por lo que apenas dejo pasar unos segundos hasta que vuelvo a repetir la secuencia.
No me gusta mirar los cuerpos que voy cubriendo. Sólo lo hago cuando me llega algún sonido diferente, como el del quejido que se produce al asentar los cadáveres en el suelo. Entonces, paro y escucho, por si me sale algún resucitado de entre los muertos.
No se oye nada más en este amanecer. Quedan muy lejos los gallos y los pájaros de este entierro. Hace tiempo ya que no escucho los lamentos de la tierra al vencer las bóvedas producidas por los cuerpos amontonados. Ya no les queda ese llanto, siquiera, a los que ayer perdieron la batalla.

Empieza a clarear y a mí apenas me restan una docena de paladas. Rasear el terreno. Informar a mi superior de que el trabajo está hecho. Recoger el campamento. Asistir a la misa que dará el capellán para celebrar la victoria.

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28 septiembre 2014

Coma




La imagen es de Chiara Bautista. El relato lo escribí para los Viernes creativos de Escribe fino.

Algunas veces, parece que sonríe. Los médicos aseguran que se trata de una reacción nerviosa de esas que salen de forma espontánea, sin causa aparente. Que está clínicamente muerto, aunque lleve ya tres años en coma, tal y como lo devolvió el mar aquella aciaga noche. 

También tienen una explicación científica sobre la forma especial de arquear los brazos, que mantiene de vez en cuando, como abrazando un cuerpo invisible. Y sobre los espasmos que le da a la aguja del electro de repente, nada que envidiar a los terremotos de algún grado de la escala Richter.

Supongo que, para ellos, el sonido mágico que sale del pecho de mi hermano todas las noches podría ser síntoma de algún desequilibrio neurológico de nombre impronunciable y el extraño olor a pescado obedecería a la descomposición de algún órgano tumefacto.

Pero nada de eso voy a comunicar a los expertos, siempre que siga observando en el cuerpo que vigilo todas las noches los asombrosas movimientos producidos por las terminaciones del sistema nervioso parasimpático, que cualquier profano en la materia confundiría con sonrisas.

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21 septiembre 2014

El dios ausente



Ella no tiene habilidad ninguna para recogerse el pelo. Por eso cree que puede ser práctico que se lo corten a cepillo. También acepta de buen grado la bonita estrella amarilla que le obligan a llevar desde hace algún tiempo. Combina con el fondo ocre de su vestido. 

Ahora le han dicho que debe subir a un tren abarrotado de gente. Los que aguardan su llegada en el andén quieren asustarla diciéndole cosas horribles, pero ella no tiene miedo. Juega con un hilo suelto de la costura, mientras piensa que Yahvé le librará de cualquier peligro. Después, mira cómo se acerca la lejana columna de humo y sonríe.

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15 septiembre 2014

Condiciones de contorno

Este relato lo escribí a partir de una de las frasecitas del REC. Y me dejé llevar.

Mientras la impía lluvia borraba la rayuela, nosotros nos refugiábamos en el portal. En los pocos minutos transcurridos, las cuentas que dejamos en el suelo dibujado habían dejado de tener sentido, eran dos piedras más encima de sendas baldosas mal rejuntadas. En ese momento, me dio por pensar en la tiza disuelta en el agua que ya corría por las alcantarillas, formando parte de una mezcla turbia de muchas sustancias que recién terminaban de ser lo que eran para ser otra cosa.

Quizá fue ésa la primera vez que me dí cuenta de que algunos elementos sólo tienen sentido en un determinado contexto, bajo unas condiciones de contorno. Y que las verdades más sólidas pueden convertirse en una amalgama confusa de pensamientos si se introduce un elemento perturbador, como el agua.

Mientras la impía lluvia transformaba mi cerebro infantil para siempre, tú movías inquieta el pie izquierdo dentro de la sandalia empapada. Supongo que querías decir algo, conocer mis pensamientos, por ejemplo. Decirme que esperabas que terminara pronto de llover, tal vez, y que entonces nos iríamos a casa. Pero no dijiste nada. Esperaste a que despejara, te levantaste y comenzaste a caminar. Yo ya era consciente entonces de que te tenía que seguir, porque tú siempre sabías lo que había que hacer, intuías que era mejor respetar mis silencios hasta que yo decidiera romperlos y tomar las decisiones por mí cuando yo no me atrevía a hacerlo.

Recorrimos callados el trayecto en común hacia nuestras casas, con el único sonido del chop-chop de tus sandalias y el murmullo del agua turbia escurriéndose hacia los imbornales. Salía el sol y todo volvía lentamente hacia la normalidad, hacia otro entorno seguro, estable, donde todo volvería a tener sentido.


Recuerdo que estuvimos parados un rato en el lugar donde debían desviarse nuestros pasos. Yo terminaba de depurar algún pensamiento y tú me mirabas divertida. Tenías la cara todavía húmeda y un brillo especial en tus ojos verdes. Esas condiciones de contorno jamás se repetirían, pero a mí me quedaron para siempre. Pestañeaste un poco, volviste a sonreír y dijiste: Hasta mañana.

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08 septiembre 2014

El sitio de las cosas

La ilustración es de Feppa. El relato lo escribí para los Viernes Creativos de Escribe fino

Él no parece triste. Un poco desconcertado, puede ser, o simplemente no le termina de convencer la nueva distribución. Mira el televisor y lo ve demasiado bajo, y también necesitaría un sofá, una mesita, un mueble para la máquina de escribir. Ella se lo ha debido de llevar todo y él trata de recomponer su vida, empezando por el salón. Muy típico.
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Me encanta el nuevo armario para llaves que he comprado. Da mucho que pensar. No sé que hice con los dos tiradores que venían aparte, pero he decidido que no los voy a colocar. Taparían una parte de la imagen, de la historia que contiene. Deslizando los dedos por abajo o por arriba, conseguiré separar las dos hojas de la puerta con facilidad.

Ahora que lo pienso, quizá sea demasiado grande el armario para un único juego que contiene sólo dos llaves.

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01 septiembre 2014

Blancanieves 2.0


La imagen es de Stefan Heileman. El relato fue escrito para los Viernes Creativos, de Escribe fino.


Sabes que nunca miento. No mentiré, aunque me cueste la vida, aunque extiendas tu brazo, sueltes la piedra, y mi brillante superficie se descomponga en muchos trozos minúsculos.

No. Ya no eres la más bella. Tú lo sabes tan bien como yo. Ella tiene esa blancura virginal que tú nunca tendrás, por mucha cosmética que le pongas. Puedes arrojar el proyectil y negártelo durante unos días. Dejarás de ver arrugas donde nadie las ve, carne flácida que nadie nota. Pensarás que sigues siendo la mejor hasta que compruebes que las miradas ya no se desvían a tu paso como lo hacían antes y lo que es peor, que se alojan en la delicada silueta de la princesa.

No puedes competir con su juventud, pero puedes aprovechar el paso del tiempo en tu propio beneficio. Se llama experiencia. Relaja ese brazo, suelta la piedra. Sonríe un poco. Observa esa mirada profunda que tienes. Sabes que puedes conseguir lo que desees con esas dos cosas. Tienes la audacia justa para no precipitarte y astucia de sobra para no fracasar. Te conoces bien a ti misma y al mundo. Por muchas miradas que se dirijan a ella, tú sabrás poner tu piel delante de la suya ante quien realmente te interese.

Deja que Blancanieves se divierta en el bosque con sus enanitos mientras tú le das a probar al Príncipe Azul la droga de tu carne madura.
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25 agosto 2014

Actividades clasificadas

Aprovechando la entrada en vigor de la LEY 6/2014, de 25 de julio, de la Generalitat, de Prevención, Calidad y Control Ambiental de Actividades en la Comunitat Valenciana.

Lo negaré siempre que me lo pregunte, pero la pura verdad es que Paco me vuelve loca. Es verlo delante y temblar por dentro. Correr disimulando o disimular corriendo, y ponerme delante de las otras para que me vea pronto y me escoja a mí antes que a mis compañeras.

Pero hoy no se ha quitado el tricornio en todo el tiempo, me trata de usted y yo, detrás del mostrador, estoy temblando de otra forma. En mala hora se me ha ocurrido poner en marcha el equipo de música un poco más alto de lo normal. Ahora él y su pareja, el estirado cabo Ríos, se han cargado de argumentos para asegurar, sin dudas, que este local no es un bar-restaurante sin ambientación musical, como dice el cartel de la licencia municipal.

Tampoco ha ayudado nada que Don Manuel bajara por las escaleras en ese momento, terminándose de peinar el pelo mojado y oliendo a colonia reciente. Pese al saludo indiferente a los guardias, algo les ha hecho recelar a los civiles, que se han mirado con gesto de complicidad.

Al cabo, que no se le escapa nada, le ha faltado tiempo para encontrar más argumentos y me ha preguntado con mucho retintín si es que en el local había servicio de habitaciones. Ha contestado por mí, Gerva, mi jefe, echando un capote, pero de poco han servido sus excusas, ante la evidencia de que el hombre que se acababa de esfumar, salía recién duchado.

Esto es un hostal-bar con animación musical, ha asegurado Ríos, estirando bien la espalda, con un brillo especial en los ojos, contento de haber encontrado las palabras adecuadas.

Y justo después, ha empezado a escribir un largo informe, donde explicaba bien claro al Ayuntamiento que la licencia concedida llevaba a una gran confusión, y que tomara cartas en el asunto. Mientras Gerva y él firmaban el documento, Paco me dirigía una mirada poco más abajo de la barbilla, que ha conseguido ponerme roja como un pimiento.

18 agosto 2014

Cenicienta 2.0



La ilustración es de Marrast. El relato lo escribí para los Viernes creativos de Escribe fino.


Cuando llegué a mi cita con el hada madrina, se habían agotado todas las calabazas. Hacía ya unos años que todas las cenicientas se apuntaban al baile a última hora y aparecían en procesión, con sus carrozas naranja y sus zapatos transparentes, para ver si pillaban, si no al príncipe, a cualquier otro noble soltero con posibles.

No os negaré que mi plan no era muy distinto al del resto de chicas maltratadas por sus malvadas madrastras, pero yo soy lenta limpiando y, además, muy despistada. Así que llegué tarde al reparto y ya no quedaba un maldito traje.

No te va a hacer falta, con el cuerpo serrano que Dios te ha dado, me quería convencer la hechicera, con su particular gracejo. Toma esta pastilla y podrás bucear hasta la una de la noche por los palacios de la Atlántida. No te quejes, te doy una hora más que al resto.


Así que aquí me tenéis, buceando y buceando por las magníficas ruinas, que ya me sé de memoria. Entro y salgo por puertas y ventanas, registro todos los rincones, pero no encuentro un maldito neptuno que, por lo menos, termine de alegrarme la noche.

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11 agosto 2014

Valor y al minotauro



Me da a mí que este minotauro está muy toreao, afirma el diestro. Y que tampoco está tan buena la princesa. 

Todo son excusas baratas, ahora que, por fin, hemos llegado al final del laberinto. Los sherpas dicen que sin aumento de paga, no nos enseñan el camino de vuelta; el médico, que no se ha traído nada para las heridas de asta de toro; el administrativo, que nos hemos pasado de presupuesto. Y al torero, ya lo habéis oído.

Es cierto que la chica no tiene el mejor aspecto, pero debe llevar ya varios días en la misma posición, y disimula mal que bien cuando llegan las visitas. No ayuda nada el tauro, nada afeitado, que sólo hace que resoplar y resoplar.

El artista, que tengo a mi lado, acostumbrado a cuernos menos puntiagudos y retorcidos, se embute la montera y se emboza tras la capa, de forma que sólo se le ven ese par de luceros negros asustados que tiene por ojos. Me mira de reojo.

- No lo veo claro, jefe. Si quiere le presento a una prima que tengo en Sevilla.



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04 agosto 2014

Hotel California


OK-OK-CORTADA
La ilustración es de Petra Acero. El relato lo escribí para Esta noche te cuento
Mi pequeño homenaje a los Eagles y su famosa canción.

Como si se tratara de una nueva plaga de insectos, aquel lunes insípido de febrero empezaron a aparecer los periodistas. Llegaban en pequeñas oleadas de dos o tres, en coches discretos, simulando ser turistas, pero todas las preguntas, tras pocos rodeos, acababan en el hotel y en algunos tipos, de nombres extraños, a los que nadie recordaba haber visto.

A partir de entonces, se sucedieron los rumores. Al principio, se decía que los individuos buscados aparecían registrados todos los años, durante la primera semana de febrero, desde 1976. Después, que entraron en el hotel por esas fechas, y que no se anotó ninguna de salida, por lo que es posible que sigan allí desde entonces.

Lo único cierto, lo que salió en todos los periódicos, es que en un lugar apartado del sótano, oculto por un falso tabique, encontraron una cripta con tres ataúdes vacíos y sus respectivas lápidas conteniendo los nombres de los extranjeros: Don Felder, Glen Frey y Don Henley, junto a un esqueleto de águila real del que se conservaban todas las plumas.


A raíz del suceso, el mediocre Hotel Bahía cambió su nombre y tiene el cartel de completo todos los días.

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28 julio 2014

El punto de equilibrio


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La fotografía es de Nir Arieli y el relato lo escribí para los Viernes creativos de Escribe fino.
Con mis disculpas a todos los Pablos y Susanas que forman parejas deliciosamente imperfectas.

Pablo y Susana, Pablo y Susana, Pablo y Susana. Siempre Pablo y Susana. Son la pareja ideal, los que nunca discuten, los que no caen nunca. Sólo tienes que verlos, su forma de abrazarse. Se aman tanto y tan bien, que nada podría destruirlos.

En cada discusión, me sacas a la parejita. Ante un ataque de celos de los míos, en todas las fechas de aniversario, siempre que se me olvida decirte algo, en las visitas pares a los suegros.

Mira la foto de otra forma. El suelo que pisamos gira. Las parejas ruedan a gran velocidad, cayendo, ayudándose, rompiéndose, sacudidas por la fuerza centrífuga de la vida. Y existe una, sólo una, que apenas se mueve, que ocupa el único punto donde no se necesita realizar ningún esfuerzo para mantenerse, inmóvil en su simple anclaje, sabedora de que cualquier pequeño movimiento separaría sus piezas para siempre, olvidando que las pieles que la unen ya no se sienten, no se recuerdan, no se desean.

Analiza la imagen y dime si prefieres el equilibrio de ese abrazo o la inevitable angustia que se produce cuando estás cayendo de espaldas y todavía no sientes el tacto de las manos que te van a recoger.

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21 julio 2014

Amnesia

La ilustración es de Emma Jimeno
El relato lo escribí para el concurso de Mayo de Esta noche te cuento


El náufrago apenas recuerda nada. Lo encontramos en una balsa a la deriva, en un mar en calma, con agua y suficientes viandas para aguantar un mes en alta mar. Iba bien vestido, completamente rasurado, con las uñas limpias y el cabello cortado al cepillo. Durante el interrogatorio, su rostro parecía sincero. Hablaba de un naufragio, de olas altas como castillos, de marineros que tapaban sus oídos ante cantos de sirena. Eso, y poco más. 

Permaneció serio todo el tiempo, hasta que entró María. Entonces, dibujó una amplia sonrisa y dejó los ojos perdidos en algún lugar al otro lado del espejo. 

Yo diría que, en ese momento, era feliz.

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14 julio 2014

Exámenes de Junio


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La ilustración es de Rebecca Mock. El relato lo escribí para los Viernes Creativos de Escribe fino


Podría decir que estoy aterrorizada. Podría decirlo, si no fuera un fantasma, claro, y si no estuviera tan mal visto que los de mi especie puedan albergar estos sentimientos. Os confieso una cosa, muy bajito, ahora que no nos oye nadie: tengo un poquito de miedo. Y lo disfrazo de responsabilidad, de seriedad, de formalidad. Parezco una alumna aplicada, concentrada en sus tareas y deberes, pero en el fondo, tengo una terrible inseguridad.

Como comprenderéis, no tengo miedo a otros fantasmas, son casi todos, o compañeros míos o maestros. Tampoco a los humanos, tan débiles e influenciables, tan inofensivos.
Ahora, en el rellano de la escalera, los escucho hablar tranquilos, seguros de sí mismos, mientras están acompañados. Ensayo poner mi tez pálida, los ojos en blanco, señalar con mi dedo tembloroso algunos objetos, desplazarlos un poco, hacer caer algún cuadro, todo lo que me han enseñando en las clases, pero no sé si lograré atemorizarlos.


Me falta ensayar la voz cascada y tratar de levitar un poco, pero eso lo llevo un poco verde para el examen. Esta es la última prueba y, si la paso, el año que viene, en cuarto, me convertiré en chica de curva de carretera. Y ahí sí, señores, es sencillísimo asustar.

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07 julio 2014

Sin rumbo



Basado en el vídeo LOV de Stephanie Di Giusto en Vimeo.
Lo escribí para Los viernes creativos de Escribe fino

Yo me enamoré de ti, sin saber quién eras. Y después hubo un tiempo en que creí conocerte. Tuve, iba a decir tuvimos, una casa grande, tarjetas de crédito, viajes, abrazos al anochecer. Todo eso que hace pensar en una vida estable, en un suelo seguro donde pisar.


Hasta que llegó tu traición, que fue sólo tuya, quiero creer, y la casa se desvistió en seguida de muebles, el suelo se convirtió en una pista resbaladiza. Me dí cuenta de que no te conocía aunque creía que todavía te seguía amando.


Creía, pensaba. Interrogantes, dudas. ¿Quién era yo? ¿Adonde debía ir? Ganas de huir, de regresar, de correr, de pararme. De justificarte, de odiarte. Eso estaba haciendo. Subir a lo alto de una cima y verme al instante abajo, en el fondo de un barranco. Reir y llorar. Gritar. Caminar en círculos.


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Todo se solucionaría si encontrara un espejo y su reflejo me diera una pista de quién soy ahora. O si encontrara esa pequeña habitación donde pudiera contar todas las baldosas. Otro espacio seguro, reconocible, donde reencontrarme. Puede que otros labios.


Camino cada vez más rápido y me pesa la ropa. Quema la búsqueda. Voy desprendiéndome poco a poco de esas prendas que ya no son mías. Pertenecen a un pasado al que no quiero volver. Quizá deba empezar por ahí, por los sitios que no deseo visitar. Tal vez deba desnudarme del todo para encontrar nuevo abrigo. O visitar muchos lugares, de diferentes climas y costumbres desconocidas para mí. Es decir, debo seguir corriendo para detenerme algún día.


Quién sabe si lograré conseguir todas esas cosas antes de que me venza el cansancio y el frío, antes de que encanezca el ánimo y pesen demasiado los párpados. Para entonces, ya debería tener un espejo y una sonrisa que mostrarle.

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30 junio 2014

Listas de la compra



La ilustración es de Asunción Buendía. El relato lo escribí para Esta noche te cuento

Pensando un poco, la última vez que abrimos la caja fuerte fue cuando murió papá y dejamos dentro la alianza y el reloj de oro. Mamá, recuerda, siempre conservaba notas manuscritas entre las páginas de los libros. La lista de la compra la guardaba dentro del último que estaba leyendo, por ejemplo. Seguramente dejó la clave en el interior de algún ejemplar de la biblioteca, le digo a mi hermano, mientras él recorre con la vista las largas hileras de baldas del salón comedor y se encoge de hombros.

Todo lo tengo que hacer yo, pienso, así que busco una escalera y organizo el operativo. Voy sacando, uno a uno, cada libro y él los agita. Casi todos tienen listas de la compra por terminar, muy parecidas entre ellas. La mayoría de los productos anotados todavía ocupan un sitio en la alacena. Madre era despistada y por eso lo anotaba todo. Por eso procuraba mantener las mismas rutinas.

Casi hemos terminado de vaciar la biblioteca. Caen los últimos papeles, con nombres de alimentos y productos de limpieza. Ningún número mágico. En la mesa sigue el testamento de mis padres, de hojas amarillentas, que no nos hemos molestado en leer.

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