14 diciembre 2009

Un panel de tres filas


La nueva acompañante estaba cortada con el mismo patrón que la anterior. Le llamó por su nombre y apellidos. A continuación, subieron por el ascensor hasta la segunda planta. La decoración aquí era más cálida, con abundancia de tonos naranja, ocres, verdes y luz amarillenta. Vistosas alfombras cubrían el suelo, y las paredes estaban tapizadas en buena parte de su superficie. Varios espejos, bien distribuidos, proporcionaban la amplitud que restaba la abundante presencia de muebles recargados.

La habitación se encontraba a mitad pasillo. Antes de entrar, la chica le confiscó el reloj y el teléfono.

- No le es conveniente saber el tiempo real que le queda. Podría obsesionarse. Relájese y disfrute. Ahora, solamente piense en el placer.

A la izquierda, tal y como le habían anunciado, se encontraba el panel con las instrucciones; pero la secretaria se las recordó de todos modos.

En la fila de arriba están los placeres más terrenales, los más solicitados: comida, bebida, sexo. De todos los tipos. Puede degustar manjares o comida casera, probar los licores más selectos o beber un simple vaso de agua. Puede practicar sexo con mujeres, hombres, animales, o las combinaciones que quiera. Le sorprendería la gente que desea satisfacer sus más ocultas fantasías sexuales en sus últimas horas.

En la segunda fila tiene otro tipo de placeres, digamos, menos primitivos: una extensa biblioteca, la mejor selección de películas de cine, espectáculos deportivos, y un repertorio musical amplísimo. Puede pedir lo que desee, y lo serviremos de inmediato. Si no está en nuestro catálogo, lo localizaremos y podrá disfrutar de él en pocos minutos.

En la última fila están las opciones mágicas. A la izquierda, la película de su vida, con varias velocidades posibles. Puede usted verla en pocos segundos o en varias horas, puede parar, rebobinar, ralentizar, lo que desee, hasta prácticamente su último instante. En el centro, tiene la posibilidad de conversar con quien le apetezca, tanto si está vivo como si no. Podrá volver a charlar con viejas amistades, o saber cómo pensaban personajes históricos. ¿No es fascinante? En la casilla de la derecha queda la última oportunidad de comunicarse con el mundo. Podrá escribir una carta de despedida, modificar su testamento, jugarse toda su fortuna al póker, o realizar una última compra de acciones. También debe utilizar ese canal para comunicarse con nosotros.

(continuará)
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08 diciembre 2009

La Casa del Último Aliento


La Casa del Último Aliento no estaba mal. Todo muy limpio, fríamente decorado, con elegancia neutra. Mármol blanco, unas pocas plantas, algunos cuadros de paisajes dulces.

La secretaria iba a juego con el local. Guapa, discreta, amable; pero sin contrastes: sin un lunar junto a la boca, unas pestañas rizadas, unas cejas finamente dibujadas, o unas uñas largas bien pintadas. Sin nada, al fin y al cabo, que permitiera soñar en algo interesante detrás de tanta aséptica corrección.

- Déjeme el pulgar, Don Francisco, por favor- le dijo, mientras miraba atenta a una brillante pantalla de plasma.

- Veamos- señaló con las gafas. Le quedan alrededor de doce horas, diez minutos arriba, o abajo. Su habitación es la 215. Enseguida una compañera le acompañará al sitio y le leerá las instrucciones, aunque toda la información se puede consultar en la pantalla táctil que verá nada más entrar, a la izquierda. ¿Alguna duda?

- Sí. ¿Puedo saber de qué voy a morir?

- No, me tendrá que perdonar. No nos está permitido dar esa información- afirmó la chica con un timbre metálico.

Acto seguido, la joven empezó a temblar, perdió color y desapareció, por lo que Paco dedujo que la Casa no era de la máxima categoría. Las mejores utilizaban humanos, y no cutres holografías 3D para la atención de los moribundos.

(continuará)

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03 diciembre 2009

El sobre negro


A Paco Miñambres, funcionario de Aduanas jubilado, no le sorprendió la llegada del sobre negro a su casa. De hecho, llevaba algunos días esperándolo.

Pero ahora que lo tenía delante, no se animaba a abrirlo, como si retrasar la apertura fuera a demorar el fatídico resultado. Él sabía que no, pero necesitaba un tiempo para asimilar la noticia, que no por el hecho de ser esperada, era deseada.

El sobre negro, por si alguien lo ignora, es el mensaje del Estado que comunica a cada contribuyente la llegada de su muerte, avisándote con aproximadamente una semana de antelación, para que puedas organizar tus últimas voluntades, despedirte de los más allegados, y si has sido un buen ciudadano, hasta puedes disfrutar tus últimas horas en una Casa del Último Aliento, lugar donde dejas este mundo disfrutando de grandes comodidades.

Paco tenía un expediente sin tacha, y esperaba que la ingrata Administración le premiara tantos años de esfuerzo y sinsabores frente a una triste valla, decorada tan sólo por una gruesa capa de evasión y fraude.

Paco era un optimista.
(continuará)

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