04 julio 2016

Banda sonora para una tarde de domingo





Algunas tardes de domingo, bailo. Cierro los ojos y mis pies se mueven, ligeros y rápidos, dando vueltas alrededor de una pista imaginaria, al compás de un vals de mil tiempos. Dos o tres minutos después, recuerdo con nostalgia aquel verano con  Fannette y unas pocas lágrimas resbalan por mis mejillas, al recordar su traición. Dura poco, porque enseguida me imagino paseando por el puerto de Amsterdam. Viajo a la amargura de un desamor y le grito a la causante que no me abandone, durante algo más de cuatro minutos. Mi imaginación volaría hacia más lugares, viviría muchas otras historias si entendiera el francés. Como no es así, me limito a que la música me envuelva y sirva de inspiración a unas pobres letras.
Mientras tanto, mi madre, la culpable de que suene esta extraña banda sonora para una tarde de domingo, permanece tranquila en su sillón hasta que suena su canción preferida. Entonces canta con su voz quebrada en un idioma que una vez dominó casi como el suyo, las famosas estrofas que saben a desamor y a abandono: “Ne me quitte pas, il faut oublier. Tout peut s´oublier.”, hasta donde le alcanza su maltratada memoria.

Para Nuria Marcet de Trinchería (Terrassa 29-12-1934 , Castellón 30-06-2016). Mi madre.


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