30 junio 2008

Pensamientos fugaces


Durante el breve instante en que te veo dormida boca abajo, mostrándome la mentira de tu piel blanca inocente, me pregunto si hago bien huyendo de tu paraíso de fuego tan pronto, o si debería escoger el infierno lento y frío de los placeres concertados.

Sólo en ese momento pienso en quedarme para siempre, hasta que digas basta; pero el suave click de la puerta me indica que la dejaste abierta, ambivalente, permitiendo tanto la marcha como el retorno.

Me detengo entonces un segundo más, pensando si la próxima vez la encontraré cerrada, y si tendré valor de enfrentarme a tu mirada de reproche, de este lado de la habitación; o al odioso silencio, desde el otro.

Después, doy un paso hacia adelante.

20 junio 2008

El lugar de la rúbrica

El camino era estrecho y tortuoso, pero entonces ni los coches alcanzaban gran velocidad, ni se tenía tampoco demasiada prisa en completar el trayecto. El viaje en sí era una excusa perfecta para pasar un rato agradable, a cuenta de futuras diversiones.

A la entrada de Eslida, en un recodo de la carretera, tal vez engrandecida por la oscuridad de las sombras, una higuera destacaba en un corro de alcornoques. El conductor la señaló levemente, girando apenas la cabeza.

- Ahí, debajo de esa higuera, el rey Jaime I firmó las cartas puebla de Artana, Eslida y Ahín - afirmó convencido.

El copiloto, solemne, ratificó ese extremo, con un seco, contundente:

- Sí, ahí fue.

Cualquier persona medianamente entendida se hubiera percatado enseguida de que aquella higuera no podía llevar en aquel sitio más de 50 años; pero, en ocasiones, pesa más en los ánimos la seguridad en la narración que los propios hechos narrados. Caprichos del azar quisieron que los tres ocupantes del vehículo se separaran antes de que se pudiera resolver el entuerto, y el tercero en discordia no tardó en extender el bulo.

Un rumor debidamente realimentado puede alcanzar la categoría de dogma en menos tiempo de lo que creemos. No faltó en nuestro caso quien aseguró que el supuesto hecho histórico era una verdad respaldada por una larga tradición oral, quien citó a cronistas e historiadores que ya recogían el suceso largo tiempo atrás, y quien, por fin, propuso en un pleno municipal que se colocara una estatua conmemorativa en el lugar de la rúbrica.

Se necesitó un gran esfuerzo para convencer al político de turno de que, quizá, la información no había sido suficientemente contrastada, y se podía correr un importante riesgo de hacer el ridículo en caso de que se demostrara la falsedad de la misma. El rey de bronce esculpido para el evento, tocado con su famoso casco en forma de dragón, llevaba ya algunos días en el lugar, en espera de la inauguración oficial, y hubo que buscarle acomodo en otra plaza deprisa y corriendo.

Como la anécdota era muy celebrada, una vez sentí la tentación de contársela a una chica forastera que había conocido en la verbena, aprovechando que el paseo por la zona nos alejaba de miradas indiscretas. No sé si ella, estimulada por la narración, quiso demostrar que en aquel lugar era posible escribir alguna página de, al menos, una historia particular; pero lo que puedo certificar es que escogió mi espalda como improvisado pergamino, mientras yo emulaba al singular personaje de la novela de Bram Stoker con su interminable cuello.

Ahora, cuando mi Porsche traza las primeras curvas de aquel puerto de la sierra, y pasa veloz junto al lugar de los hechos, mi espalda se queja, herida por la humedad de la nostalgia, y me pregunto si a ella le dolió siquiera un segundo después de quitarse el pañuelo que tapaba la única prueba de nuestro amor.

05 junio 2008

Grafiti

Es una obra de Sergio Hidalgo "Sixe"

No sabía que aquel culo era un corazón dibujado en su honor, y en vez de tratarlo con la delicadeza que el órgano cardíaco requiere, le pegó una firme palmada, con todo el disimulo de que era capaz, eso sí.

No fue suficiente, algo más debió delatarlo, o tal vez ella pensó que su rostro era mejor lienzo para pintar en cuatro brochazos las líneas encarnadas de su mano.

Los grandes artistas también pintan en efímeros paños.