24 febrero 2008

No son horas

Tomada de Todos queremos ir a Londres
Empieza a ser tarde, la noche se agota. La orquesta apura las últimas canciones: Leño, Héroes, Kortatu. Una chica se acerca:

-¿Tienes un cigarro?

Acerco mi muñeca.

- Las cuatro y cuarto.

- Tabaco. Que si tienes un cigarro.

- No, no fumamos. Bueno, sí. Fumamos, pero no son horas.

Gesto de turbación y sorpresa.


P.D. Siempre son horas de verte

18 febrero 2008

Liberación

Imagen tomada de http://www.xiskya.net/
Algunos viejos no dejan que les hagan fotos, porque piensan que su alma quedará atrapada dentro de ese trozo de papel satinado de 10x15 cm.

Yo soy uno de ellos. Alguien me sorprendió un día, y consiguió captar toda mi esencia; y aquí me he quedado desde entonces, eternamente joven, con semblante serio, mirada inquieta, y calva incipiente.

Te miro y me observas. Me has visto muchas veces, con ojos inundados de lágrimas algunas, o llenos de rencor otras. Hoy están vacíos, indiferentes.

No te preocupes, sé lo que vas a hacer. El fuego salvaje se refleja en tus frías pupilas. Ahora, por fin, sé que he muerto para ti.

Gracias por liberarme.

14 febrero 2008

El día de su santo


Valentín Abarcas y José Luis Cupido quedan todos los viernes, sin faltar uno, para tomar unas cervezas en las tascas. Llegan temprano, antes de que los bares se atiborren de gente, y se sientan siempre en la misma mesa.

Ernesto, el dueño del local les atiende personalmente porque ya son muchos años, y tras saludarles les pregunta "¿Qué va a ser?" siempre muy profesional, a pesar de que sabe de sobra lo que va a ser. Porque Valentín y Cupido, aparte de amigos, son hombres de principios; o quizá sean ángeles de principios, pero ellos no lo saben. Piden sus cervezas, se reclinan en las sillas, echan una ojeada al personal del local, y se sueltan un "¿Cómo va todo?" para comprobar que no hay ninguna novedad destacable, y las que hayan irán saliendo durante la charla.

Siguen ese ritual desde años o siglos, quién sabe, con ligeras variaciones, y después la conversación les lleva por otros derroteros; pero los dos piensan que los comienzos son importantes, y no hay ninguna necesidad de cambiar estos rituales sencillos de probada eficacia.

Hoy, sin embargo, aunque no es viernes, han quedado, pues ambos comparten fecha de onomástica. Para esta cita no valen costumbres ni gaitas, y va a salir como salga, que es como salen las grandes cosas.

Las cervezas duran hoy menos en sus vasos. Están extenuados por el exceso de trabajo de la jornada, y los nervios les hacen apurar las copas antes.

Valentín es soltero confesional, y Cupido un hombre felizmente casado. Los dos entienden el amor a su manera, y mantienen discusiones sobre el tema, sin dar nunca uno la razón al otro. El calor del alcohol aviva las llamas de la disputa, y, de pronto olvidan que en la tasca tendrían mucho trabajo si no estuvieran descansando. Mientras uno defiende su amor libertino, sin prejuicios ni compromisos, el otro apuesta por la vida tibia y placentera del hogar y los niños, recriminándole su forma de actuar.

Valentín sonríe y se queda mirando el culo de una rubia que le da la espalda.

- Mira, por una vez te voy a hacer caso, pesao. Ahora, pronto, apunta una de esas flechitas que tienes hacia aquella rubia de los vaqueros desgarrados.

Cupido, que no se lo puede creer, apunta, dispara con precipitación, y marra el lanzamiento. Repite el proceso un par de veces con idéntico resultado. Al final, Valentín le coge el brazo, lo detiene, y se levantan, tras comprobar que la última flecha ha pasado rozando un barbudo de metro noventa, ancho como un armario.

- Vamos, creo que ya hemos bebido bastante. Por cierto, ¿qué le has comprado a tu mujer?

Y a Cupido, de repente, se le va todo el color de la cara.

Moraleja: Creo que hoy El Corte Inglés cierra más tarde.

07 febrero 2008

Poderes paranormales

Imagen tomada de http://www.lorenzogoni.com
- Cuenta, ¿qué te pasó?, dijiste.
- Pues algo desconcertante. Una de estos hechos que te hacen creer en sucesos paranormales.
- No jodas. Anda, ya me lo estás contando, que me tienes medio acojonao.
- Ya sabes lo de mi mujer, ¿no? Lo del divorcio y todo eso.
- Sí.
- Pues no había tenido yo un gran día dándole vueltas al asunto. Volvía en el tren, como siempre, pero el libro estaba encima de mi mano, y no había pasado una página. Ya sabes que me suelo comer bastante el tarro.
- Lo sé, lo sé, y que nunca vas al grano también.
- No seas tan impaciente, que te lo cuento rápido. Estaba alterado, cansado e impotente. Sigo sin entender demasiado bien como hemos llegado hasta aquí, ni por qué. O quizá si lo entienda, pero no lo quiera aceptar. No lo sé. Imaginaba conversaciones, buscaba excusas para justificarme, lo de siempre. Y seguía así cuando llegamos a la estación, así subiendo las escaleras mecánicas, así mientras buscaba el coche; cuando, de repente, una nota en el parabrisas.
- Mira que me da rabia.
- Toma y a mí.
- Bueno, ¿y qué decía?
- Algo así como: "Tus problemas tienen solución. Soy una famosa vidente con poderes extraordinarios. Llámame y conseguiré que tu amada vuelva a tu lado"
- Increíble. Como si te estuviera leyendo el pensamiento. La llamaste, ¿no?
- Pues no, claro.
- ¿Qué pasa? ¿No crees en este tipo de gente?
- No es eso. Tú imagina que lo consigue. Quita, quita.