Fue fácil decidir: un "Top Secret" es siempre mucho reclamo para gente curiosa, y los dos habían sufrido demasiado para que les desanimaran dos tristes precintos de celofán. Aún así, despegaron con cuidado los dos pedazos con el fin de dejar el sobre tal y como estaba, después de inspeccionar los valiosos documentos.
La cara de pasmo que pusieron los dos cuando descubrieron el contenido del sobre es difícil de describir. Tras ver la portada se miraron el uno al otro con cara de incomprensión durante unos segundos, y a continuación soltaron una carcajada tal, que se le cayeron los sobres, el cuadro, y casi dan con todos los huesos en el suelo. El importante documento que Ramón sostenía entre sus manos se titulaba "El sulfato atómico" y era, ni más ni menos que el nº 1 de la colección "Magos del Humor" de Mortadelo y Filemón.
Desde luego, ahora entendían por qué el embajador nunca llegó a entregar el documento a los espías rusos. Alguien le descubrió, y le gastó esa broma macabra. Tenía gracia que el sobre por el que habían estado pugnando durante meses los servicios secretos británicos y la oposición al régimen ruso había salido del mismísimo MI5, y era aparentemente un inofensivo tebeo, que sin embargo se había cobrado una muerte, y podía haberse llevado unas cuantas más.
Tras el chasco del primer sobre, la apertura del segundo cobró mayor interés. ¿Estaría allí la verdadera solución del misterio? Y éste, en cambio, no les defraudó. A la cara de asombro, que inicialmente pusieron le siguió otra de felicidad intensa. Dentro del sobre, perfectamente ordenados y apilados en dos montones se encontraba la más bella colección soñada por cualquier mal coleccionista: una serie repetida de hasta 2.000 cromos todos igualitos, 2.000 billetes de 500 €; el último pago por adelantado de la importante documentación que debía desvelar todos los vergonzantes pactos secretos de dos grandes potencias mundiales, el precio del cómic mejor pagado del mundo.
- ¿No estarás pensando?
- No.
- ¿No? Sí.
- ¡Qué cojones! ¡Claro que sí!
Ramón volvió a guardar cuidadosamente el dinero dentro del sobre, puso de nuevo el celofán, y lo metió dentro de la maleta de Sofía. Hizo lo propio con el otro sobre, que devolvió a la cámara del cuadro, dejándolo todo tal y como estaba.
Volvió a observar la reproducción. ¡Qué mal pintada estaba! Más que un grito parecía una carcajada. Muy apropiado, pensó, mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro.
En el aeropuerto, Ramón y Sofía veían abrazados como despegaban los aviones. Pronto saldría el suyo. Las sonrisas sí que no despegaban de sus labios, y las miradas cómplices tampoco desaparecían de sus pupilas. ¡Ay, el amor!, decían los que pasaban por su lado.
Por la megafonía anunciaron su vuelo. Ahora ya sabían cual era su destino y su final. Una nueva identidad, una nueva vida, un nuevo país. Juntos, quizá felices; pero ya se sabe: el dinero no da la felicidad. ¿O sí?
FIN