12 enero 2015

Mi batalla de San Jacinto


La imagen es de Jamila Clarke. El relato lo escribí para los viernes creativos de Escribe fino.

Me contaron una vez que en una pradera como esta el general Houston encontró el escenario ideal para derrotar a Santa Anna en la guerra de independencia tejana. Estuvo algo más de un mes retirándose del ejército mexicano, huyendo, con sus tropas desmoralizadas, hasta que encontró el lugar ideal para lograr la victoria.
El escenario que el destino tenía asignado para el Waterloo del Napoleón americano era un campo abierto, rodeado de un bosque que se asomaba a la ribera del río San Jacinto. Una encerrona perfecta.

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Llevo tanto tiempo huyendo de ti que ya no puedo contar el tiempo en semanas ni en meses. Durante esa larga retirada, he leído y releído todas tus cartas. Las sé de memoria, así que sería inútil quemarlas. Teniéndolas en casa, tan a mano, no puedo evitar pedir cuentas, y cada uno de estos episodios es una batalla perdida más. He revisado todos los armarios, todos los cajones, hasta el último rincón de la casa. Cualquier documento que me habla de ti está dentro de esta maleta. Ahora te tengo acorralada sin que lo sepas y ya he escogido el escenario para tu derrota definitiva. Abriré la maleta y dejaré que tus letras las rapte el viento. Se llevará toda constancia de tu amor y de tu rencor más allá de los árboles que circundan este prado. Algunas palabras se ahogarán en el río que escucho próximo, otras volarán lejos, y quizá las recoja alguien deseoso de imaginar historias, de componer su puzle a partir de estas piezas sueltas.

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Escuché también que los tejanos capturaron al arrogante Santa Anna cuando huía, poco antes de cruzar las aguas. Que las tropas tejanas quisieron ejecutarlo de inmediato, como venganza de lo sucedido en El Álamo; pero Houston se opuso. Sus argumentos los resumió en una sola frase: “Ustedes desean sangre, yo quiero Texas”.

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Estas cartas que abrazo son el último vínculo que me une a ti. No voy a arrugarlas con rabia, no las haré pedazos. Tampoco las someteré a un fuego justiciero. Así solamente conseguiría destruir el papel, pero tú seguirías para siempre. Cuando extienda los brazos, el viento hará su trabajo y yo daré la vuelta, entraré en mi propio estado independiente. Contigo, como mucho, crearé fronteras y estableceré relaciones comerciales.

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