30 julio 2009

Miradas congeladas


Cuando entré en la cámara frigorífica estaba muy lejos de sospechar lo que me iba a encontrar: todo un cajón lleno de cabezas, cuidadosamente ordenadas por filas, envueltas en plástico translúcido, a traves del cual solamente destacaba un único ojo, muy abierto.

Cada una de esas miradas congeladas, salvo por el color del iris, me devolvió por un instante la del famoso cuento de Poe, un odio sin medida generado por un simple globo ocular.

Venciendo ese sentimiento inicial producido por la secuencia lineal de cabezas cercenadas y ojos acusadores, pasé a observar con detalle el orden demente de la serie: los ejemplares estaban ordenados por fechas, anotadas con excelente caligrafía, siempre en color rojo. Cada sobre se llevaba exactamente siete días con su predecesor. Miré el último: había sido depositado el viernes pasado, justo hacía una semana.

Reparé entonces en el paquete que llevaba en la mano: una pequeña bolsa conteniendo una nueva cabeza de merluza. Era prácticamente imposible colocarla junto a la de sus hermanas, no quedaba espacio, así que, con algo de remordimiento, la arrojé al cubo de la basura.

Me tendré que animar a preparar un caldo de pescado, me dije, o si no, que se quede con los restos la pescatera.

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22 julio 2009

El lamento del marrano


Se me pone el vello de punta... cada vez que me siento amenazado, aunque el peligro se resuma en las gastadas uñas de una gata vieja.

Desde pequeño, he esmerado mucho el aseo personal, y a pesar de ello, encuentro quien certifica mi mal olor, asociándome al morador de las piaras.

Para ser sinceros, me consta que unos pocos admiran mi larga cabellera, cuando la despliego en los momentos de relajación absoluta.

A pesar de ellos, de mis pocos admiradores, pienso que es bien triste la vida del puercoespín.

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08 julio 2009

Ministro sin cartera


Al ministro sin cartera se le veía feliz, lucía siempre la mejor sonrisa del Gabinete. Una sonrisa que no perdía ni siquiera después de las deliberaciones del Consejo de Ministros de los viernes. Tras ellas, algún periodista le formulaba cualquier interrogante malintencionado, al que siempre respondía con un "Me alegra que me haga esta pregunta...", seguido de una respuesta calculadamente ambigua, expresada con su inmutable semblante.

No consiguió cambiarle el risueño rostro ni siquiera cuando el reportero de turno le preguntó sobre el rumor, cada vez más insistente, que corría por los pasillos del Congreso: encabezaba la lista negra de la siguiente crisis de gobierno.

Cuentan que cuando abrió el sobre lacrado con su cese, su sonrisa ensanchó todavía más su cara. A su lado, resplandecía un elegante objeto de cuero negro, carísimo. Ya no era ministro, pero tenía cartera.

El Presidente siempre tuvo esos detalles.

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01 julio 2009

Después de la operación

Los amantes - René Magritte

Cuando viera su dibujo sobre la Inmaculada Concepción, el que ella cuidadosamente guardaba en la mesilla de noche, descubriría que él era un impostor, un pintor bastante mediocre.

Esa mentira borraría las cien verdades de entrega incondicional, derrochadas entre aquellas cuatro paredes y en los largos paseos por el parque, cuando el calor del sol era la única promesa de luz para sus ojos.

Ella le entregaba su cuerpo, como un sucio intercambio, sin emplear a fondo sus otros cuatro sentidos. Si la operación tenía éxito, a ella también le costaría mucho más esfuerzo esconder la falacia de sus orgasmos.

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