28 julio 2014

El punto de equilibrio


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La fotografía es de Nir Arieli y el relato lo escribí para los Viernes creativos de Escribe fino.
Con mis disculpas a todos los Pablos y Susanas que forman parejas deliciosamente imperfectas.

Pablo y Susana, Pablo y Susana, Pablo y Susana. Siempre Pablo y Susana. Son la pareja ideal, los que nunca discuten, los que no caen nunca. Sólo tienes que verlos, su forma de abrazarse. Se aman tanto y tan bien, que nada podría destruirlos.

En cada discusión, me sacas a la parejita. Ante un ataque de celos de los míos, en todas las fechas de aniversario, siempre que se me olvida decirte algo, en las visitas pares a los suegros.

Mira la foto de otra forma. El suelo que pisamos gira. Las parejas ruedan a gran velocidad, cayendo, ayudándose, rompiéndose, sacudidas por la fuerza centrífuga de la vida. Y existe una, sólo una, que apenas se mueve, que ocupa el único punto donde no se necesita realizar ningún esfuerzo para mantenerse, inmóvil en su simple anclaje, sabedora de que cualquier pequeño movimiento separaría sus piezas para siempre, olvidando que las pieles que la unen ya no se sienten, no se recuerdan, no se desean.

Analiza la imagen y dime si prefieres el equilibrio de ese abrazo o la inevitable angustia que se produce cuando estás cayendo de espaldas y todavía no sientes el tacto de las manos que te van a recoger.

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21 julio 2014

Amnesia

La ilustración es de Emma Jimeno
El relato lo escribí para el concurso de Mayo de Esta noche te cuento


El náufrago apenas recuerda nada. Lo encontramos en una balsa a la deriva, en un mar en calma, con agua y suficientes viandas para aguantar un mes en alta mar. Iba bien vestido, completamente rasurado, con las uñas limpias y el cabello cortado al cepillo. Durante el interrogatorio, su rostro parecía sincero. Hablaba de un naufragio, de olas altas como castillos, de marineros que tapaban sus oídos ante cantos de sirena. Eso, y poco más. 

Permaneció serio todo el tiempo, hasta que entró María. Entonces, dibujó una amplia sonrisa y dejó los ojos perdidos en algún lugar al otro lado del espejo. 

Yo diría que, en ese momento, era feliz.

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14 julio 2014

Exámenes de Junio


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La ilustración es de Rebecca Mock. El relato lo escribí para los Viernes Creativos de Escribe fino


Podría decir que estoy aterrorizada. Podría decirlo, si no fuera un fantasma, claro, y si no estuviera tan mal visto que los de mi especie puedan albergar estos sentimientos. Os confieso una cosa, muy bajito, ahora que no nos oye nadie: tengo un poquito de miedo. Y lo disfrazo de responsabilidad, de seriedad, de formalidad. Parezco una alumna aplicada, concentrada en sus tareas y deberes, pero en el fondo, tengo una terrible inseguridad.

Como comprenderéis, no tengo miedo a otros fantasmas, son casi todos, o compañeros míos o maestros. Tampoco a los humanos, tan débiles e influenciables, tan inofensivos.
Ahora, en el rellano de la escalera, los escucho hablar tranquilos, seguros de sí mismos, mientras están acompañados. Ensayo poner mi tez pálida, los ojos en blanco, señalar con mi dedo tembloroso algunos objetos, desplazarlos un poco, hacer caer algún cuadro, todo lo que me han enseñando en las clases, pero no sé si lograré atemorizarlos.


Me falta ensayar la voz cascada y tratar de levitar un poco, pero eso lo llevo un poco verde para el examen. Esta es la última prueba y, si la paso, el año que viene, en cuarto, me convertiré en chica de curva de carretera. Y ahí sí, señores, es sencillísimo asustar.

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07 julio 2014

Sin rumbo



Basado en el vídeo LOV de Stephanie Di Giusto en Vimeo.
Lo escribí para Los viernes creativos de Escribe fino

Yo me enamoré de ti, sin saber quién eras. Y después hubo un tiempo en que creí conocerte. Tuve, iba a decir tuvimos, una casa grande, tarjetas de crédito, viajes, abrazos al anochecer. Todo eso que hace pensar en una vida estable, en un suelo seguro donde pisar.


Hasta que llegó tu traición, que fue sólo tuya, quiero creer, y la casa se desvistió en seguida de muebles, el suelo se convirtió en una pista resbaladiza. Me dí cuenta de que no te conocía aunque creía que todavía te seguía amando.


Creía, pensaba. Interrogantes, dudas. ¿Quién era yo? ¿Adonde debía ir? Ganas de huir, de regresar, de correr, de pararme. De justificarte, de odiarte. Eso estaba haciendo. Subir a lo alto de una cima y verme al instante abajo, en el fondo de un barranco. Reir y llorar. Gritar. Caminar en círculos.


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Todo se solucionaría si encontrara un espejo y su reflejo me diera una pista de quién soy ahora. O si encontrara esa pequeña habitación donde pudiera contar todas las baldosas. Otro espacio seguro, reconocible, donde reencontrarme. Puede que otros labios.


Camino cada vez más rápido y me pesa la ropa. Quema la búsqueda. Voy desprendiéndome poco a poco de esas prendas que ya no son mías. Pertenecen a un pasado al que no quiero volver. Quizá deba empezar por ahí, por los sitios que no deseo visitar. Tal vez deba desnudarme del todo para encontrar nuevo abrigo. O visitar muchos lugares, de diferentes climas y costumbres desconocidas para mí. Es decir, debo seguir corriendo para detenerme algún día.


Quién sabe si lograré conseguir todas esas cosas antes de que me venza el cansancio y el frío, antes de que encanezca el ánimo y pesen demasiado los párpados. Para entonces, ya debería tener un espejo y una sonrisa que mostrarle.

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