05 junio 2006

Sin esperanza

De nuevo instalado en su casa, Ramón invirtió el escaso tiempo que le quedaba después de trabajar en colocar en su sitio todas las cosas que aparecían diseminadas por todas partes.

La actividad frenética que se había impuesto no conseguía del todo olvidar los sucesos de los últimos días, pero ayudaba a desconectar un poco. Solo que tarde o temprano esa labor tenía que terminar. Al final, cambiar el sofá de sitio tres veces al día ya no conseguía adormecer la angustia que le producía la ausencia de Sofía, y el miedo a no volverla a ver nunca más.

Pronto renunció a mudar el mueble de sitio para permanecer la mayor parte del tiempo sobre él en posición horizontal, con el móvil cerca por si llamaba ella, y el mando a distancia sobre su pierna para ir cambiando de canal de televisión de forma compulsiva.

No tenía ya ganas de hacer nada, pero además su pensamiento obsesivo se lo impedía. Era incapaz de mantener la concentración ni siquiera en la más sencilla de las tareas, su mente volvía una y otra vez sobre el mismo tema. Cualquier ruido, cualquier pequeño cambio era interpretado como una señal, y durante unos minutos esperaba ansiosamente que se materializara en un ruido de llaves, el timbre de la puerta, o el inconfundible sonido del teléfono móvil, pero nada de eso ocurría.

Al principio el trabajo le servía de evasión, pero pronto la obsesión por Sofía fue invadiendo ese oasis de paz que le quedaba. Empezó a mostrarse triste e irascible con sus compañeros, y su rendimiento bajó notablemente.

No sé a quién se le ocurrió la estupidez esa de la distancia y el olvido, meditaba Ramón. En su caso era al revés, la distancia parecía avivar las llamas del recuerdo. Cada día que pasaba se hacía más largo, inmerso en ese único pensamiento, en su amada, el inmenso vacío de su ausencia, y la amarga angustia de la desesperanza, que tenía prácticamente gananda la partida al optimismo.

Los reiterados avisos de sus superiores se plasmaron al final en una carta de despido, que recogió como quien recoge un papel blanco del suelo, con absoluta indiferencia.

Marisa, intuyendo que algo iba mal, y tras la brusca salida de Ramón de su casa, intentó arreglar las cosas, reconciliarse con él y volver a ser la íntima amiga que había sido siempre; pero se encontró con el infranqueable muro de su desconfianza. Intentó vencerlo con tesón, llamándole frecuentemente, pese a la indiferencia que él le mostraba, pero fracasó. Al final, él optó por no descolgar el teléfono cuando le llamaba, y ella se quedó sufriendo en silencio, preocupada por la persona a la que aún amaba, impotente por no poder ayudarle, y lo peor de todo: el sentimiento de culpa, la sensación de haber hecho algo mal.

Mientras tanto, de Sofía ni rastro. Los agentes estaban fracasando en su búsqueda, y todo el mundo se empezaba a impacientar. Los rusos querían recuperar su dinero, y los británicos sus documentos. Además faltaba esclarecer el asesinato del embajador: los autores y el móvil.

La cuerda se empezaba a tensar, la impaciencia empezaba a minar el sereno campo de la prudencia. Llegaba el tiempo de los hombres de acción, aquellos cuya fría determinación es capaz de derribar las barreras de la conciencia, los que no dudan, los que emplean todos y cada uno de sus esfuerzos en la consecución de sus objetivos.

8 comentarios:

  1. Anónimo10:53 p. m.

    Sin esperanza-olvido; pretextos distintos pero al parecer nuestras últimas entradas advierten de ideas de lo más parejas, de conceptos cercanos y familiares; olvido y falta de esperanza.
    Un saludo paisano.

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  2. Anónimo1:40 a. m.

    Solo paso a dejarte un saludo y un beso, ando liada y algo malita...!

    Este fin de semana me pongo al día!

    Pd. cómo está mi terreta en estos días?

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  3. GRACIAS...mientras escribo esto sonrio, me escondo tras la puerta y te miro... eres un perfecto desconocido que se hace familiar... jejeje.

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  4. Anónimo4:25 p. m.

    Pobre Ramón... ¡Depresión total! Sabes? Es cierto eso de que la distancia aviva los sentimientos, a mí me ha pasado...

    El final de este capítulo me suena a que va a empezar la acción ;)


    Un beso

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  5. Anónimo1:38 p. m.

    Niño, que esto es un sinvivir.
    Ramón tiene que reaccionar, no sé lo qué, pero algo tiene que hacer.
    Venga, ponlo a hacer algo, que ya está bien.
    Un beso, guapísimo.

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  6. Se ve que has decidido zanjar el tema del empleo de Ramón por la vía rápida y haciendo que toque más fondo aún. Me gusta el toque de improvisación que le vas dando a la historia. Intrigado me tienes.
    Saludotes.

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  7. Anónimo10:51 p. m.

    No sé cuántos fines de semana llevo sin salir...bueno...reconozco que el pasado lo pasé en Madrid, y la fiesta fue buena, pero digo por aquí, por "mi pueblo"...Así que otro más pa´la saca que mañana toca madrugar para seguir empollando. Hoy me pasé la tarde durmiendo que me hacía falta.

    A ver si mañana te leo las dos historias, que pintan bastante bien...

    Un besito Reno...cómo se echa esto de menos!

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  8. Anónimo9:17 p. m.

    ¿Hombres de acción??? no estarás hablando de Ramón, verdad? pq de acción no lo veo yo mucho, no pq no resulte valiente todo lo que ha hecho por Sofía sino pq lo veo más desenvuelto en su vida de hombre normalito que de intrepido super-detective.
    En fin... esto tiene que moverse ya o a nuestro Ramón le va a dar algo!!
    Que emoción!! voy a por último capítulo pendiente.....

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