09 enero 2007

Lluvia en París


El invierno había llegado de golpe, sin avisar, rompiendo aquel largo otoño en mil pedazos. El mal tiempo parecía haber sorprendido a todos los habitantes de París, que bien corrían tiritando de un lado a otro de la calle buscando refugio de la lluvia, o, en cambio, observaban con cara de sorpresa como el viento y las gotas azotaban sus ventanas, como si fuera un fenómeno totalmente inusual en aquellos días de principios de Diciembre.

Gastón era uno de estos últimos. Había amanecido con un ligero dolor en el pie izquierdo, y con pocas ganas de hacer nada, tras una ajetreada noche deambulando por los callejones de Montmartre, y finalizando con un conato de incidente por unas palabras mal empleadas con una mujer en las cercanías de la plaza Pigalle.

Enfrente de la ventana miraba atónito los efectos del mal tiempo, espectáculo que apenas recordaba, desde que a finales del mes de Abril el último estertor del pasado invierno abandonara la ciudad.

No solía beber, así que no podía atribuir su apatía y malestar a un exceso de alcohol ingerido la noche anterior. Por otra parte, los momentos de tensión vividos al final de la misma se habían solucionado con alguna palabra más alta que otra, pero sin intervención de otro tipo de violencia. Así que a falta de otros síntomas, echó las culpas de su estado al maldito invierno que había llegado tarde, pero a traición, y atacando con todas sus fuerzas a su desprevenido espíritu.

En esos momentos le preocupaba más las pocas ganas de hacer nada que cualquier otra cosa, pues llevaba muchos meses llenando con mucha actividad y ganas de vivir todo su tiempo, y la repentina apatía significaba un final del ciclo vital más apasionante que había disfrutado en mucho tiempo.

Hoy, nada más levantarse ya sabía que tenía el día perdido, y no quedaba más remedio que dejar pasar las horas, esperando que el día siguiente escampara, pues las negras nubes del pesimismo habían invadido todo su ánimo. Cuando esto sucedía lo mejor era esperar, eso lo tenía comprobado, pero ese día existía un pequeño matiz que lo hacía todo diferente: la molestia en el pie. Ese dolor, que en un día cualquiera no hubiera dejado de ser un pequeño cosquilleo, se le iba a convertir en un insoportable tormento.

Sentía un ligero pinchazo, como el de un pequeño alfiler clavado en la punta del dedo gordo, que se introducía un poco más a cada paso, y parecía desvanecerse en reposo, hasta que un nuevo movimiento volvía a recordar a su paciente la realidad de la herida. Tras una larga inspección, Gastón no había conseguido detectar nada más que una ligera mancha difuminada bajo la piel, practicamente inapreciable, y que no parecía ser el origen de semejantes pinchazos.

Así que nuestro hombre se tranquilizó un poco, buscó distracción primero con un libro, y después con la televisión, consiguiendo adormecer la sensación dolorosa varias horas, hasta que el embotamiento de estar todo el día encerrado le devolvió su dolorosa realidad. Se levantaba, caminaba un poco y sentía aquel dolor punzante. Después se sentaba, y dejaba que desapareciera, hasta que la necesidad de moverse le devolvía el malestar. Poco a poco, el pequeño dolor se le iba apoderando, multiplicando por diez sus efectos, y apoderando de su ánimo, pues era lo único en que era capaz de pensar.

Para entonces el tiempo había empeorado, y ya era demasiado tarde para salir a dar una vuelta, despejarse y alejar de su cabeza la pequeña dolencia; así que recalentó algo de la comida que le había sobrado a mediodía, la devoró en un instante, y se dispuso a buscar entre las sábanas el único remedio que se le ocurría para sus males: el reposo.

12 comentarios:

  1. Anónimo4:38 p. m.

    Vaya, emoción por partida doble,...eres incorregible, jejeje (me encanta).Un beso, guapetón.

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  2. Anónimo11:40 p. m.

    Tenía una deuda contigo. Quedas enlazado.

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  3. Anónimo9:16 a. m.

    ¿Este chico no comerá mucho marisco..? Lo digo por el ácido úrico.... jajajaja. Supongo que continuará, claro. A ver.

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  4. Anónimo5:36 p. m.

    Éste hombre solitario necesita un gatito que le endulce las lluviosas tardes de diciembre =)

    Me ha encantado leerte, lo haré tanto como pueda.

    Mi relato no continúa... Quizás era simplemente una experiencia de mi infancia que me visitaba por navidad =D

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  5. Anónimo5:36 p. m.

    Éste hombre solitario necesita un gatito que le endulce las lluviosas tardes de diciembre =)

    Me ha encantado leerte, lo haré tanto como pueda.

    Mi relato no continúa... Quizás era simplemente una experiencia de mi infancia que me visitaba por navidad =D

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  6. Anónimo5:36 p. m.

    Éste hombre solitario necesita un gatito que le endulce las lluviosas tardes de diciembre =)

    Me ha encantado leerte, lo haré tanto como pueda.

    Mi relato no continúa... Quizás era simplemente una experiencia de mi infancia que me visitaba por navidad =D

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  7. Anónimo9:36 a. m.

    Gastón, vagabundea entre la desidia y la desesperanza.
    Gastón, se deja...

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  8. Me apuesto lo que quieras a que gastón estaba de mala leche porque tenía gota, a que sí?


    Un besote

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  9. es un comienzo prometedor ¿Qué nos deparará el solitario Gaston? Me gustó la ambientación y las descripciones. :) Un besito.

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  10. Anónimo8:21 a. m.

    Es verdad que el clima influye en el estado de ánimo, pero cuando el invierno se apodera del mundo interno, no hay estación del ano, que uno vea con agrado.
    Seguiremos a Gastón, a ver como logra no superar, sino curar ese dolor.
    Qué grato es leerte.
    Milena

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  11. Anónimo10:38 a. m.

    Llegué aqui por casualidad....y he de decir que ésta si ha sido una grata casualidad....:-)
    Has hecho que me pegue a la pantalla y pierda la noción del tiempo, con tu permiso seguiré leyendote ahora y otros dias....
    Un abrazo de admiración

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  12. Esperaremos a ver que pasa con Gastón, comprenderás que me interesa...lleva mi nombre!.

    Saludos desde Chile.

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