13 octubre 2014

Legionaria


Este texto lo escribí para los Viernes creativos de Escribe fino

Durante el día, me gustan los uniformes. No en vano paso el día embutida en uno de ellos. Guardo, sin embargo, mi muñeca preferida en la taquilla y cuando me ajusto bien prieta la coleta bajo la gorra verde, no dejo de pensar en el momento en que podré liberar mi pelo y extenderlo sobre la cama.

Es mi vida una lucha perpetua entre tensar los músculos de día y relajarlos por la  noche, entre las pinturas de camuflaje y la sombra de ojos, entre la mirada ardiente que te añora y la fría sobre la mira del fusil.

Antes de dormir, cuando me desnudo, acaricio una a una todas mis cicatrices, señales de las victorias logradas. No tengo ninguna, sin embargo, para la única derrota, de la que sólo conservo, en lo más hondo del armario, un vestido blanco de gasa.

Algunas noches, lo reconozco, odio mi uniforme. Llego a casa y procuro arrojarlo bien lejos, donde no pueda verlo. Dejo que las lágrimas corran. Paso después mucho tiempo frente al espejo hasta rehacer mi cara, hasta dejarla igual de reluciente que aquella mañana. Saco el vestido del armario y me lo pongo. Doy un par de vueltas sobre mí misma hasta caer sobre la cama. Con la voz más dulce posible que me es posible entonar, canto despacio, como si fuera una nana: Soy la Novia de la Muerte.

-.-



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