01 febrero 2016

Lo que llamábamos hogar


La imagen es de Artur Tress. El relato lo escribí para los Viernes creativos de Escribe fino

Papá ha vuelto. Siento de nuevo sus pasos sobre la casa, los dedos que se retuercen entrelazados en la espalda, su mirada severa, los hombros vencidos por la culpa.
Ha llovido mucho desde que se fue. Las noticias han caído con cuentagotas durante meses y a mares en los últimos segundos. Demasiado peso para un techo con vigas de hojaldre.
Ahora el padre que regresa ya no es un padre. Es solo un hombre. Nada más que un tipo triste que pasea cabizbajo por una casa, que ya no es su casa. Que tampoco es la mía. Es solo una construcción sin sentido, con una cubierta de niebla y las paredes manchadas por las dudas. Un templo derruido, olvidado por los dioses.
Las pisadas errantes, el silencio espeso, son las últimas hojas que caen de este otoño, un teletipo dormido en las páginas de un periódico amarillento.

Me tienta decir adiós a esa sombra, pero ya lo hice el día que descubrí que los muros eran demasiado altos y grises. Y que, además, no nos protegían de nada.
-.-



9 comentarios:

  1. Cuanto más iluminadas y prósperas son nuestras casas, más fantasmas manan de sus paredes; los sueños del progreso y de la racionalidad son visitados por espectros. Y haber pasado por la vida nada más que para tener una casa. Mi casa es la de una persona que me es extraña.

    Excelente historia, amigo Juanjo.

    Un fuerte abrazo.

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    1. Me encantan tus reflexiones, Paco. Sobre todo la última. Es cierto que muchas veces somos extraños para nosotros mismos. Como para aspirar a que algo sea nuestro.
      Muchas gracias por tu visita. Espero que estés bien.

      Un abrazo.

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  2. Anónimo8:27 p. m.

    Muy buen relato, Juanjo. Le has sacado mucho partido a la fotografía

    Abrazos

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    1. Gracias, Elena. Aunque la forma sea diferente, el fondo de tu relato es el mismo. Me alegra coincidir en el enfoque.

      Un abrazo.

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  3. Muy buen relato, Juanjo, las costillas de cada casa saben más de nosotros de lo que percibimos...

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    1. Muchas gracias, Petra. Ay, si las costillas hablaran.

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  4. Una casa debe ser más que un techo y unas paredes, debe ser un hogar. Afortunadamente, yo me siento muy a gusto en mi casa, dentro de mi ordenado desorden. Y espero que quienes viven conmigo también, se sientan en su hogar. Estoy convencida de que sí.

    Interesante tu relato.

    Un abrazo.

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