17 enero 2006

La decimotercera uva


Habitualmente las reuniones de amigos promueven otras agradables citas.

Cuando la compañía supera con creces a la gastronomía, las comidas se vuelven inolvidables, las reticencias se duermen, y la voluntad flaquea.

Eso es lo que justamente ocurrió aquel día de Navidad, tras terminar la paella y la inacabable sesión de dulces, licores y cava.

Ramón no supo negarse a la invitación que le hizo su amigo a celebrar la Nochevieja con él, acompañándolo a una fiesta privada, a la que le habían convidado.

Era sin duda alguna el plan que menos le apetecía de todos los posibles, incluyendo el de quedarse solo en casa con la tele estridente como única compañía. Una fiesta de etiqueta, repleta de gente importante con la que era obligatorio mantener conversaciones absurdas, era para él como una función de teatro en la que él era el único actor.

Odiaba aparentar. Le molestaba terriblemente ponerse un traje caro, el único que tenía, y cargar con la corbata oprimiéndole el cuello y el ánimo. Se sentía mal y así le costaba mucho mucho más comportarse con naturalidad. Además, pensaba que todo el mundo se daba cuenta de su situación, y se sentía maliciosamente observado y criticado.

Aceptó a regañadientes, a cambio de otra salida nocturna por donde él dijera. Por Huertas, se le estaba ocurriendo. Pero se había arrepentido enseguida. No compensaría el mal trago que iba a pasar. A la fiesta no solamente estaban invitados políticos y diplomáticos, también famosos. Eso quería decir prensa, flashes, lujo, superficialidad. Se imaginaba su imagen en tercer plano en una foto de revista del corazón a la semana siguiente, y se le revolvían las tripas.

Pero llegó el día de autos, y pareció animarse un poco. El nudo de la corbata le había salido a la primera. No tendría que retocarlo en toda la noche. Había adelgazado y el traje le entraba mejor. Hasta le gustaba la imagen que le devolvía el espejo. Se sorprendió a sí mismo sonriendo, mientras bajaba por el ascensor. Aparcado en la puerta, con puntualidad británica, su amigo le esperaba.

Cuando te acompaña un excelente relaciones públicas todo resulta más sencillo. Unos simples canapés parecen convertirse en una poción mágica que convierte a perfectos desconocidos en amigos entrañables, capaces de compartir tanto mesa como secretos inconfesables.

Su amigo le fue presentando, uno por uno, a una larga lista de personas imposible de recordar, todas de alguna relevancia, pero de muy variadas formas de ser y de estar. En la comida tuvo suerte. Le acompañaron dos mujeres algo mayores que él, funcionarias de la embajada del Reino Unido, con una agradable conversación, y un disimulado interés por él, que lo halagaba sin llegar a resultarle incómodo.

La cena terminó, comenzó el baile y la barra libre. Se fueron los cuatro a la segunda. Era pronto para bailar. Se hacía necesario primero desentumecer la timidez y los músculos.

Pidió un whisky con hielo, y se situó de espaldas a la barra, para contemplar mejor la pista de baile, mientras agitaba despacio los cubitos dentro del vaso. Entonces, vio a una mujer conocida, que se le acercaba con una sonrisa en los labios y un ligero brillo en los ojos. Enfundada en un traje precioso , que resaltaba las virtudes de un cuerpo perfecto, la chica del tren estaba allí, justo enfrente de él.

Una carcajada simultánea rompió cualquier posible vergüenza, y la conversación fue fluida e intensa, provocativa, insinuante, eléctrica, apasionante.

De repente, un mensaje por el altavoz anunció que llegaba el ansiado momento de las campanadas. Un brazo, salido de la nada le arrancó a la muchacha para llevársela a otro lado, cambiándola por un cuenco con doce uvas.

Mientras engullía, campanada por campanada, los doce granos de los doce meses, pensaba en que le faltaba uno, que intentaría saborear justo después de que empezara el nuevo año, la decimotercera uva.

10 comentarios:

  1. Anónimo11:02 a. m.

    Me escapo un momento de la farmacología para decirte que me refiero a esa clase de imaginación que te hace ponerte en el lugar de la otra persona... Esta señora no es nada imaginativa en ese sentido, créeme (y dudo que lo sea en algún otro). Ella no ha imaginado ninguna de las cosas que dices, simplemente repite sin ton ni son lo que oye... Es una mera gacetilla.
    Más tarde vengo y te leo.
    Besos!

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  2. Anónimo12:28 p. m.

    AFORTUNADAMENTE......... LA VIDA TE DA SORPRESAS SORPRESAS TE DA LA VIDA AY DIOS...........
    cuando menos te lo esperas... te sientes cómodo en un traje al que le guardabas ciertas reticencias... el nudo te sale bien a la primera... y............... te encuentras con la última persona que esperabas ver esa noche....CASUALIDAD?? será la combinación de estrellas??... será suerte..?? ... o será el destino??? a veces.... suceden cosas inesperadas y afortunadamente agradables...
    te tengo un pelin abandonado ultimamente.... mis disculpas.... alego motivos laborales jajajaj... y la falta de tiempo .... pero siempre es reconfortante leerte............ miles de besossss

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  3. Anónimo12:46 p. m.

    Lo de la boda... bueno, a mí me toca un poco la moral conociéndola... pero bueno, supongo que el amor es ciego cieguísimo...
    Y el filtro... no, no necesitamos filtro, lo cierto es que en Gijón tenemos la suerte de contar con las mejores aguas de Asturias... la cuestión es que el bebedero de las narices, ocurrencia de mi hermanita, almacena el agua y la mantiene permanentemente en movimiento, y tiene un filtro para que ese agua pueda mantenerse durante una semana en el bebedero sin tener que sustituirla... lo que es un peñazo ya una sola vez por semana... Y claro, sin filtro como que la cosa se vuelve inútil, y si encima tienes al gato desmontándote el invento cada vez que te das la vuelta.
    Eso sí, está riquísimo trotando cual alegre potrillo por el pasillo con su "pececito" en la boca... después me dice mi novio que le consiento todo... aissss

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  4. Anónimo1:08 p. m.

    Siempre me ocurre en fin de año. Cuando peor creo que lo voy a pasar, mejor resulta luego. Cuestión de expectativas, supongo.

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  5. Anónimo2:08 p. m.

    Lo suponía, jeje...

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  6. Anónimo10:36 p. m.

    Jopé... Se me está haciendo muy interesante. Espero con impaciencia la continuación!!

    Besos, besos, besos! (8)

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  7. Anónimo11:03 p. m.

    Es lo que tiene ser genial, Renito: sirvo como ejemplo hasta para mujeres de treinta años... juasssss.


    Yo comí por primera vez en la vida las uvas sin deshuesar la pasada Nochevieja. Si lo piensas es metafórico, jajaja.


    En fin... esta historia cada vez se pone más interesante. Y los pequeños detalles, como siempre, lo que más me gusta. El mundo de los nudos de corbata siempre me ha interesado.


    Besos.

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  8. Anónimo9:19 a. m.

    Siempre suele aparecer alguien que haya nacido el 9 de octubre, debe ser buena fecha... quizá la situación más divertida fue cuando empecé a trabajar en mi actual trabajo y descubrí que la otra chica que vive en Gijón y con la que vengo y voy a diario en bus había nacido el 9 de octubre del mismo año y en el mismo hospital que yo... me lleva 6 horas, ya ves... ¡Las vueltas que da la vida!
    Me alegro de que te guste el tema de los test, es un vicio que no puedo evitar...
    Besitos varios

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  9. Anónimo3:32 p. m.

    Uy uy uyyyy, cada vez me tienes más en vilo! Y qué sonrisa se me ha puesto cuando he visto que era el mismo hombre, que la ha encontrado de nuevo! Todo sucede cuando menos te los esperas, es cierto. Y no menos cierto es aquello de "no hay mal que por bien no venga"...

    Me está encantando.

    El título, inmejorable.
    Y, como siempre, esas brillantes combinaciones tuyas: "desentumecer la timidez y los músculos", "se fueron los cuatro a la segunda"...

    Con más y más ganas de leerte, se despide una impaciente y fiel lectora...

    Besitos!

    P.D.- A mí me encantan las conversaciones "fluidas e intensas, provocativas, insinuantes, eléctricas, apasionantes." No suelo olvidarlas... Y a veces, leerte, escribirte un comentario y que tú me leas y escribas a mí constituye una de esas vibrantes 'conversaciones'...

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  10. Anónimo7:54 p. m.

    Yo también me he hecho alguna vez varias de esas preguntas, pero no habrá pensado nadie que soy el procesado, ¿verdad?? A ver si al final me he reflejado sin quererlo... ;)

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