13 marzo 2006

Haciendo planes


Las revelaciones de Marisa no consiguieron terminar con el estado de confusión en el que se hallaba sumido Ramón desde hacía un par de días. Aunque los datos que le había proporcionado sobre Sofía cuadraban con el relato de esta última, quedaban todavía muchos enigmas por resolver.
¿Qué fue del embajador?¿Estaba realmente muerto, o finalmente tomó el avión de vuelta a casa?¿Para quién trabajaba realmente Sofía?¿Por qué lo espiaban?
Estaba claro que Sofía le podía resolver estas dudas, aunque no podía confiar ciegamente en ella después de lo que sabía. En cambio, Marisa no sabía las respuestas a todas sus preguntas, pero le había prometido que le iba a seguir ayudando en lo que estuviera en su mano. El caso no estaba cerrado tampoco para los servicios secretos británicos.
Después de meditar un poco, Ramón sacó la conclusión de que lo único que podía hacer de momento era esperar. No sabía muy bien a qué, pero esperar. Y, de momento, resolver algunos pequeños problemas logísticos, como conseguir ropa para la mujer que vivía en su casa sin que ella pisara la calle, comprar comida, revistas, y todo lo necesario para resistir un largo período encerrados en casa.
Al llegar a casa, intentó que no se notara demasiado la preocupación que sentía, pero fue en balde. Ella se dio cuenta en seguida de que algo no andaba del todo bien, y le preguntó. El argumentó motivos de trabajo: un día malo como tantos otros.
Sofía necesitaba conversación después de pasar todo el día sola y aburrida, pero para romper la fina capa de silencio que se interponía entre ambos era necesario algo de tacto, literalmente hablando, y del otro también.
Se acercó por detrás y comenzó un suave masaje en sus hombros, y Ramón empezó a ceder física y mentalmente en la lucha mantenida consigo mismo que le atenazaba los músculos y le encogía el ánimo.
La presión de las manos fue incrementando poco a poco, y los músculos del hombre empezaron a mostrar muestras de agradecimiento. Durante unos minutos cerró los ojos, relajó el cuello y la espalda, y concedió una tregua a su turbado espíritu, dejando su mente en blanco. Tras llegar al punto de máxima intensidad, Sofía fue disminuyendo lentamente el vigor de sus movimientos hasta que cesaron del todo, casi sin querer.
Entonces, tomó una silla y se situó enfrente de él, mirándole con una mezcla de picardía y cariño.
- ¿Mejor?
- Síiiiiiiii. Muchas gracias, dijo, casi paladeando sus propias palabras. Cuéntame tú ahora. ¿Cómo te ha ido el día?

Sofía tenía poco que contar. Se había aburrido bastante, aunque seguía bastante preocupada, lo que le impedía concentrarse en nada. Preguntó si había noticias de lo suyo sin ansiedad, pero no se molestó en disimular su perplejidad al conocer la respuesta. Era increíble que ningún periodista hubiera cazado la noticia. Alguien tenía que estar al corriente. Ese suceso no podía pasar desapercibido.

Su rostro reflejó tal angustia que Ramón, por primera vez, supo que la historia narrada días atrás era cierta. No podía ser tan buena actriz.

Entonces fue él, quien envolviendo sus manos entre las suyas, le dirigió unas palabras serenas y tranquilizadoras, subrayadas por una mirada segura pero dulce, consiguiendo el mismo efecto que antes lograra ella con diez minutos de masaje.

Tranquilos y serenos los dos, se dedicaron a planificar la recogida de la ropa de la mujer de la casa donde estaba viviendo hasta ahora, pactaron algunas normas de comportamiento para salvaguardar la seguridad: qué hacer para abrir la puerta, coger el teléfono, avisos en caso de peligro, etc. Ramón hasta le facilitó el número del móvil de Marisa.

- Si me pasara algo, la única persona que te podrá ayudar es ella. Es mi mejor amiga. Puedes confiar totalmente en ella.

Tras analizarlo fríamente, recoger el equipaje de la joven era un verdadero problema. Seguro que alguien estaba esperando movimientos alrededor de su antigua vivienda, e iba a resultar difícil no levantar sospechas. Al final decidieron llamar a una vecina con la que tenía cierto trato. Le contó una historia lo suficientemente rocambolesca para que se la tragara, y al final accedió.

El plan no era complicado. La vecina tenía que recoger la llave de manos de Ramón en una cafetería céntrica, entrar de noche en la casa, recoger la ropa, meterla en una bolsa, e introducirla en una consigna de la estación. Al día siguiente volverían a quedar en el mismo lugar, e intercambiarían las dos llaves por un sobre con unos pocos euros.

Terminaron esa conversación con el postre, y se invitaron a otra más excitante y con menos palabras en el dormitorio.

Teniendo todo el tiempo por delante, esta vez todo funcionó mejor. La habitación, en penumbra, parecía ambientada por una inaudible melodía que dirigía sus movimientos. Sus manos, sus labios, sus brazos, sus piernas, se movían al ritmo de la extraña música imaginaria. Víctimas de ese Bolero de Ravel telepático fueron aumentando la intensidad y la frecuencia de su armónico baile, pasando de las caricias a los pellizcos, y de los besos a los mordiscos, hasta alcanzar el éxtasis.

Lentamente, la música fue abandonando la habitación, y un cálido silencio esta vez cubrió sus desnudos cuerpos abrazados.

9 comentarios:

  1. Anónimo8:50 p. m.

    Al final vas a tener razón y Sofía no me caerá tan mal, pero es que tiene todas las de perder.
    Como todo sea cierto...pobrecita!!

    Un besito

    ResponderEliminar
  2. Anónimo10:09 p. m.

    Feliz fin de semana ;)

    ResponderEliminar
  3. Anónimo6:49 p. m.

    ¡Feliz Día!

    ResponderEliminar
  4. Anónimo9:13 p. m.

    Te llamas Juan José, no?

    ResponderEliminar
  5. Anónimo9:21 p. m.

    Me encanta la historia. Engancha.
    Muchas gracias por tus palabras.
    Estoy poco comunicativa, pero no dejo de leerte/os.
    Un beso!

    ResponderEliminar
  6. Anónimo11:29 p. m.

    Después de tanta pasión, estoy agotada, creo que incluso me ha entrado sueño, espero que no te importe pero me voy a dormir. shhhh....
    venga Juanjo, que tengas una buena semana, sabes que te sigo cada finde, y por supuesto tu historia, por si no se entendió, no me da sueño, sino tanta pasión entre los protas, me deja agotada solo pensarlo, jeje
    Na nit.
    Un besazo. Noelia.

    ResponderEliminar
  7. Anónimo10:10 p. m.

    Por desgracia no tenemos solución alguna. Somos así de cafres. Qué pena que no sea una historia real...en realidad tanta pena no, que si no me quedo a dos velas, jaja.

    Qué tal el día Reno?

    Besitos, guapo

    Pd. Qué alegría que hayas quitado lo de poner las letras antes de postear ...que yo no soy un virus y a veces me costaba que no veas entenderlas...

    ResponderEliminar
  8. Anónimo10:59 a. m.

    Qué pasará con Sofía? Con esa forma que tú tienes de escribir,menuda intriga...

    Me gustó el momento del masaje, a ver si ahora resulta que Sofía es fisio! XD

    Un beso


    PD: Respecto a mi historia, sí. Es posible que Mary O'Bryan aparezca algún día de nuevo, ahora tengo que pensar como encauzo el tema con Thomas y el chico de lo Johnson... Si tienes alguna sugerencia--> tamarags18 (arroba) hotmail.com

    ResponderEliminar
  9. Anónimo11:02 p. m.

    Me ha gustado mucho tu comentario de hoy; a decir verdad, me gustan toditos, pero éste en especial.

    Me voy a Madrid Jota Jota. Me voy a pasar el finde y un día más. Me voy a desconectar y disfrutar un poquito.
    Espero el domingo entrada nueva, vale?

    Pues un besote grande

    ResponderEliminar