18 mayo 2006

Interrogatorio improvisado


Ramón se volvió instintivamente hacia la puerta de salida justo cuando se abría y un hombre con cara de pocos amigos se interponía entre él y la calle. No iba a tener más remedio que aguantar lo que viniera, y quizá fuera mejor allí que en el exterior, pues en el hostal había demasiadas personas para poder actuar inpunemente.

Se giró hacia Gloria y ésta con un gesto le indicó que la sala de al lado era el lugar elegido para el encuentro. Tardó unos segundos en hacerse a la idea, tragó saliva, respiró hondo, y con mucha pereza dirigió sus pasos hasta la habitación.

Dentro, casi inmóviles, sentados en duras sillas, con las espaldas rectas sin apoyar en los respaldos, los antebrazos firmemente apoyados en la mesa, y las mandíbulas perfectamente encajadas en sus serios rostros, dos personas de mediana edad y complexión atlética, apenas pestañearon cuando Ramón entró en la sala. Ni siquiera hicieron ademán de levantarse.

Ramón, vivamente impresionado por tan frío recibimiento, reunió sin embargo el valor necesario para formular una sencilla pregunta de bienvenida:

- ¿Alguno de ustedes me buscaba?

Uno de ellos, el que parecía mayor de los dos, respondió a la pregunta, con mayor amabilidad de la esperada.

- Sí, siéntese, por favor. Pero esperábamos a alguien más.

- ¿De verdad? ¿A quién?

- No se haga el tonto, ya sabe a quien me refiero, la muchacha que le acompaña a todas partes. ¿Dónde está?

- Eso me gustaría saber a mí.

- Veo que está usted algo receloso. Me parece normal, le comprendo, no crea. Al fin y al cabo no nos conoce de nada y ni siquiera nos hemos presentado. Esté tranquilo, no tiene nada que temer, sólo queremos ayudarles.

El hombre hizo entonces las presentaciones oficiales. Afirmó que trabajaban para la embajada del Reino Unido, y estaban investigando la muerte de su antiguo embajador. Sofía era su amante y además una de las últimas personas que lo habían visto con vida, por lo que necesitaban interrogarla, de la forma más discreta posible.

Ramón no se fiaba demasiado, por lo que no soltó demasiadas prendas, pero les dejó muy claro que la chica se había esfumado; aunque evitó hacer mención a la nota que le había dejado. Ese detalle no pasó inadvertido al agente, que había escuchado toda la conversación anterior con Gloria, pero decidió no presionar más a Ramón. En cambio le dejó una tarjeta con sus datos.

- Si se entera de algo más, por favor, avisenos. Y si está en apuros también. Nosotros podemos ayudarle.
- Gracias, lo haré.

Envueltos en la fría máscara de sus impenetrables expresiones, los agentes se fueron, ocultando su decepción, mientras Ramón subía para recoger sus enseres. Habían perdido un par de días, y se volvían con prácticamente la misma información que tenían al salir de Madrid. Pero encima ya no tenían ni idea de donde estaba la chica.

Enfrente del mostrador, dispuesto a pagar la cuenta, Ramón se encontró con la más dulce Gloria de toda su prolongada estancia en Valencia. Compadecida de la mala suerte de su amigo, aparcó los reproches acumulados durante esos días, y le preguntó si sabía adonde ir, ofreciéndole quedarse más tiempo si lo necesitaba. No era un intento desesperado de recuperar lo que nunca había sido suyo, sino más bien una muestra de amistad sincera.

A Ramón le vino bien el ofrecimiento, y aunque al principio se negó, terminó cediendo ante los sólidos argumentos de la mujer. Cara a la noche, y sin un lugar seguro donde dormir, era precipitar demasiado la vuelta. Por la mañana habría más tiempo para pensar.

Se fueron a cenar antes de tiempo, y prolongaron la tertulia durante bastante rato. Contrariamente a su práctica habitual, Ramón aprovechó para descargar todas las emociones contenidas, delante de la mirada silenciosa y comprensiva de Gloria. Recordó para sí otros tiempos, no tan lejanos, en que otra persona acariciaba su alma con esas miradas y esos silencios.
Camino de vuelta hacia el hostal, mientras el cielo de Valencia empezaba a vestirse con los colores del fuego, casualidades de la vida, esa misma persona, Marisa, le llamaba por teléfono.

10 comentarios:

  1. Anónimo9:25 p. m.

    joeeer Juanjo, eres genial!!! cómo eres capaz de desenlazar siempre, en cuestión de dos lineas, en una intriga que te hace morder las uñas hasta el próximo capítulo. Ole, ole y ole!!! jajaja
    Venga, ya ves, que te sigo de cerquita. ¿Estará Marisa así de cerca de Ramón??? NO SE PIERDAN EL PRÓXIMO CAPÍTULO, AÚN HAY MÁS!!!
    Venga y no olvides mineralizarte y supervitaminarte para seguir escribiendo tal y como lo haces.
    Un beso. Hasta pronto!!!
    Noelia.

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  2. Anónimo9:28 p. m.

    Y yo que me había olvidado por completo de la existencia de Marisa...
    Este pobre Ramón está al plato y a las tajás!

    Ojalá que no sea nada...

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  3. Suspiro de alivio. Yo ya me veía a Juanjo con las piernas rotas por lo menos. Como si no tuviera bastante con el corazón...

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  4. ¿A Juanjo? ¡A RAMÓN!
    Perdón por el lapsus ;)
    Si es que hay gente que no sabe diferenciar al autor de su personaje...

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  5. Anónimo7:22 a. m.

    Juanjo??? ya despierto? jeje hemos coincidido al mismo tiempo dejando un mensaje en el blog de androide. Qué bueno!!! jajaaj
    Venga guapo, que pases buen finde!!

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  6. Anónimo11:15 a. m.

    Esto continúa delo más entretenido e intrigante.
    Un placer leerte, paisano.

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  7. Anónimo2:29 p. m.

    Uff, que suspense me has hecho pasar!.
    El Ramón está a todas.
    Un beso, guapo.

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  8. Anónimo11:13 p. m.

    Entonces... ¿Los tíos que les perseguían son bueno y Sofía es una espía? Yo ya me he perdido XD

    Ya ni me acordaba de Marisa, tengo una memoria pez impresionante...

    Un besazo

    PD: Tomo nota de la corbata ;)

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  9. Arwen, no vas tan desencaminada. Sí, Sofía es una espía, y los que se han entrevistado con Ramón en Valencia son buenos. Por lo menos, de momento

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  10. Anónimo6:35 a. m.

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