
Gracias a la colaboración de Raquel he conocido el desenlace de las largas deliberaciones mantenidas por 2.500 científicos sobre planetas, enanos y princesas guerreras. El final es de todos conocido: Plutón ha sido degradado, excluído, vejado, expulsado de la Liga de las Estrellas.
Cada siglo, más o menos, se producen cambios en la lista de planetas. En el siglo XIX cayó Ceres, y en el XX ascendió Plutón, el mismo que ahora es defenestrado. Dentro de 100 años, veremos qué pasa, pero parece claro que el próximo planeta que se porte mal será expulsado. Las reglas de la competición son cada vez más estrictas. Así es la vida.
Comentaba Carlos en la anterior entrada que Plutón era un planeta pequeño y con órbita caótica, aceptado entre los grandes sólo para contentar a los norteamericanos que querían un planeta suyo en la lista. Vamos, algo así como el Oscar a la película extranjera, pero al revés.
Así, el planeta diminuto, lejano y simpático se había convertido con el tiempo en ridículo y antipático, con esa manía de meterse en las órbitas de los demás, y no mantener limpia la suya. Nos había salido un Plutón verbenero, en pocas palabras.
Lejos de aceptar estos argumentos, me uno a los que abogan por aceptar la diferencia y enriquecerse con los matices, con aquellos que pancarta en mano y camiseta protesta ceñida al cuerpo gritan: "Plutón somos todos" Pues yo añado: "Plutón también existe" y propongo alguna subvención para estudiar mejor este polémico astro.
Porque si echamos la cuenta atrás, Plutón y su extraña familia de lunas (alguna casi de su tamaño) llegó a nuestro Sistema Solar allá por los años 30 como una familia de emigrantes: sin recursos, sin avales, sin contrato de trabajo, sin papeles. Eran todos pequeñitos y similares, como esas familias de personas bajitas, que siempre te encuentras en las colas de los parques temáticos, y vistas de espalda no sabes muy bien quién es el padre, la madre y los hijos mayores; pero no parecían peligrosos, ni siquiera molestos.
Ya lo bautizamos con un nombre despectivo, el de un antiguo dios del inframundo; y aunque fue aceptado, nunca lo fue del todo. Nació primero el recelo del que viene de fuera, afloró después la discriminación, y ahora triunfa la xenofobia.
Es cierto que no es como nosotros; que puede que hoy esté aquí y mañana se largue hacia otros sistemas, para comprobar cómo se las gastan en Orión, por ejemplo; que no limpia bien su casita y se mete en la de los demás a la hora de la siesta, pero yo le he cogido cariño y lo considero como uno más de casa.
Por eso quiero que sepas, querido Plutón, que te deseo lo mejor allá afuera, y espero que vuelvas pronto a la primera división. Por favor, no nos guardes rencor; observa la lagrimilla que surca mis mejillas mientras te busco por el firmamento y no te encuentro.
Aunque no te vea, sé que estás ahí y sonrío. Vuelve, Plutón, vuelve.