Hola, somos las Zapatillas de Juanjo.
Gracias a Conchi podemos conoceros personalmente, filtrarnos a través de las pantallas y observar vuestros bellos ojos. Es mejor que permanecer aquí debajo de la mesa, mientras sus pies tamborilean haciéndonos cosquillas, que morirnos de curiosidad por conocer a las personas que ahora podremos visitar en persona.
Aprovechamos la oportunidad para contaros algo de nuestra triste vida, pues tenemos escasas oportunidades de desahogarnos, inmersas en un mundo de estrecheces y olores. Todas nuestras compañeras viven igual o peor que nosotras; así que la mayoría de veces preferimos callar antes de herir sensibilidades, pues sabemos que el resto de su calzado nos tiene cierta envidia.
Veréis. Hace mucho tiempo vivíamos dentro de una caja de cartón, en compañía de papeles, en lugar de pies. Era una vida monótona, pero sin sobresaltos. De vez en cuando venía alguien, nos sacaba un rato, ponía sus pies encima y daba unos pocos pasos; pero al poco rato volvíamos a nuestro estado de natural reposo.
De repente un día vino esa chica, Ana se llama, y casi sin preguntar nos cogió, nos puso boca abajo para ver el número que tenemos grabado al dorso, volvió a ponernos en la caja, y cuando volvimos a ver la luz estábamos en otro sitio. Ya no dormíamos en la estrecha caja sino en un enorme zapatero con muchas compañeras, lo que nos puso muy contentas.
Juanjo puso sus pies enseguida dentro y dimos unos pocos pasos. En ese primer momento no nos caimos bien. El no dijo nada, pues casi nunca habla, pero pensó que éramos demasiado rígidas. No podía vencer nuestra natural resistencia a doblarnos como si fuéramos juncos, y hacía un poco de ruido al pisar, un tac-tac encantador que a él le pareció estridente.
Este pensamiento nos molestó. La verdad es que es bastante patoso caminando; se resite a seguir el movimiento natural que va desde la punta hasta el talón, de forma armónica y suave. En lugar de eso, insiste en dejarse caer sobre este último de forma brusca, lo que nos produce una gran molestia. Con las demás hace igual, tendríais que oir los comentarios que hacen nuestras amigas azules, las zapatillas de correr, o los orgullosos zapatos negros que lo sufren la mayor parte del día.
Por suerte, molesta poco. Con la excusa del ruido casi siempre prescinde de nuestros servicios, y nos traslada de un sitio a otro, de forma compulsiva, pero con sus manos. En realidad, sabemos que prefiere ir descalzo. Da igual la superficie.
Por lo tanto, pasamos la mayor parte del tiempo debajo de la mesa del ordenador, o a los pies de la cama o del sofá. De vez en cuando los niños nos ven y juegan con nosotras. Les encanta meter sus pequeños piececillos y dar largos pasos como si fueran personas adultas. A nosotras nos encanta sentir la suavidad de sus pieles desnudas acariciando nuestras blandas paredes.
Solo entonces Juanjo parece recordarnos, y reclama que volvamos enseguida a sus pies. Otras veces, en cambio, y esto es un gran secreto que no deberéis contar a nadie, se olvida que nos lleva puestas y baja a la calle con nosotras, porque es muy despistado. El no se da cuenta, pero nosotras pasamos mucha vergüenza al sentirnos objeto de miradas burlonas.
Esperamos que os haya gustado nuestra breve historia. Por nuestra parte ha sido un placer.
* * * * * * *
Zapatilla izquierda (ZI) - Oye, ¿dónde estás?
Zapatilla derecha (ZD) - Debajo de la mesa. ¿Y tú?
ZI - En la cocina.
ZD - ¡Tan lejos! ¿Qué haces ahí?
ZI - No me podía coger. Te llevaba a ti en una mano y el café en la otra. ¿Crees que habremos quedado bien?
ZD - No sé. Eso nunca se sabe. Pero, ¿a quién le va a interesar la historia de unas zapatillas?
ZI - Pues también tienes razón. Oye, ¿Cómo estaba de humor hoy?
ZD - Bien, bien, estaba cantando. Está cansado, pero ya sabes, es viernes.
ZI - ¿Qué cantaba?
ZD - No me la sé. Algo de que se equivocaría otra vez.
ZI - Jajaja, como si no se equivocara nunca.
ZD - Síiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Jajajaja. Por cierto dice algo de que está sordo de un pie.
ZI - ¿En serio? Me gusta más esa del elefante y la tela de araña que cantan los niños.
ZD - Sí, me suena. ¿Cómo termina?
ZI - Mmmmm.
ZD - Nos hemos olvidado de invitar a alguien.
ZI - Es verdad. ¿Se te ocurre a alguien?
ZD - Deja que piense... ¿Ulhrá?
ZI - Sí, me muero de curiosidad. ¿Qué tal Raquel?
ZD - Pues también, pero está muy ocupada. No sé si podrá.
ZI - ¿Dulce Locura?
ZD - Hace poco enseñó sus zapatos rojos.
ZI - Sí, ¡que monos! Pero eso no vale. Queremos ver sus zapatillas de ir por casa.
ZD - ¿Y Cuco Almería? ¿Se atreverá?
ZI - Apuesto a que sí. Tiene sentido del humor.
ZD - Hablando de Almería. ¿Y si se lo decimos a Violeta?
ZI - Pero si ya no escribe.
ZD - Claro que escribe. Ahora tiene un flog.
ZI - La última vez nos dio calabazas.
ZD - Es verdad. Pero me apetece vérselas (las zapatillas)
ZI - Oye, ¿tú le has dado al botón de publicar?
ZD - No, claro que no. ¿No le habías dado tú?
ZI - Pues claro que no, imbécil. Estoy en la cocina.
ZD - Arrrg. Estamos en directo. Voy a ver si acierto con el botón.
ZI - ¡Deprisa, deprisa! Que va hacia allí.
ZD - Glups.
El resultado, si no le ponéis remedio antes, el próximo viernes.