24 julio 2011

Esa suciedad que no se va con nada



Anoche tuve un sueño. La vieja granja de cerdos, situada al otro lado de la autopista, estaba en obras. Pregunté y me dijeron que la iban a convertir en un hotel rústico. El edificio ya fue en su día una construcción con pretensiones, excesiva en adornos para mi gusto, como si quisiera negar lo que albergaba dentro o evocar un pasado de más noble naturaleza que nunca existió; pero el mal olor ya se encargaba de desmentir la grandeza del establecimiento mucho antes de llegar y, cuando alcanzabas su puerta, la suciedad enterraba los restos del engaño.

Recuerdo que me preguntaba en el sueño cómo conseguirían quitar toda aquella mugre y ese olor penetrante tan desagradable. Me parecía tan imposible como eliminar la grasa de las manos de Lorenzo, el mecánico, que tiene las uñas cercadas por una costra negra de años y los surcos de su piel agrietada, rellenos de una maraña de hilos grisáceos imposible de desenredar.

Esos mismos dedos gordezuelos y resecos, dañados por esa suciedad que no se va con nada, son los que acarician a Marisa, la siempre bella y frágil Marisa, desde hace más de veinte años, y me consta que ella se estremece cada vez que lo hace con esa ternura, inimaginable entre tanta rudeza.

Cuando la observo, dichosa entre esa suciedad invisible a sus ojos, me pregunto qué clase de encantos harían atractiva la vieja granja ante sus nuevos huéspedes, qué pasión secreta conseguiría anular la vista y el olfato hasta el punto de olvidar que existen. Mientras pienso ésto, los albañiles han conseguido desguarnecer un paño, y ahora aparece desnudo, en piedra viva, con un aspecto granítico inusual en estas zonas. Nada que ver con la pared mugrienta de hace unos minutos.

Por la ventana se cuela el aire fresco y salado del mar. A mi lado, todavía duerme Susana. El sueño ha terminado. Como todos los días, siento la necesidad de ir corriendo al cuarto de baño, vaciar la vejiga, eliminar de mi cara esa fina capa de grasa acumulada y las molestas legañas. Oler a jabón de pastilla. Quizá esta mañana frote con más ganas y llegue a rincones menos frecuentados por el agua y el gel, aunque sé que es inútil: yo también tengo esa suciedad que no se va con nada, el hedor, inodoro para mí, que otros, por suerte, soportan.

Al silbido de la cafetera se levanta Susana. Se acerca, todavía soñolienta, y me da un beso en los labios. Hueles a limpio, me dice, mientras mira salir el café.

-.-

19 comentarios:

  1. Cada ojo ve mugre donde quiere.

    Es como la copla antigua:
    Nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal conque se mira...

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  2. Estamos de rodeados de belleza, solo es cuestión de saber apreciarla.
    Un abrazo Juanjo, un placer visitarte

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  3. Suele haber limpieza en el corazón cuando hay suciedad en el ambiente, otras veces, en cambio, ocurre lo contrario.
    Un abrazo.

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  4. Me has hecho arrugar la nariz con el olor a cerdo, e inspirar para intentar oler a jabón, jejeje.

    A Marisa le importa poco la grasa incrustada en uñas y dedos de su amado (seguro que las manos están limpísimas y olerán a jabón como las tuyas, aunque luzcan así), lo que quiere es que su amor la acaricie y la haga vibrar.

    La belleza, a veces, está ahí, sólo hay que saber mirar...

    Un placer leerte, como siempre.

    Un beso.

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  5. "...el mal olor ya se encargaba de desmentir la grandeza del establecimiento mucho antes de llegar y, cuando alcanzabas su puerta, la suciedad enterraba los restos del engaño."
    Mientras leía esta frase me vino a la mente lo que explicaba Miguel Vaquero en su última entrada, que más o menos venía a decir que la magia de un cuento o novela no está en que el final sea o no sorpresivo, sino en el estilo con que se narra. Y eso es lo que me ocurre con este relato, que disfrutas en el recorrido. Acabaras como acabases la historia (que resuelves de maravilla), lo mejor de este relato está en la forma como lo cuentas, leer frases tan acertadas como la que destaco.
    ¡Chapó!

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  6. El jabón solo quita la mugre superficial, si la suciedad está más allá de la piel..., ¡ahí se queda! Poco importa como estén las manos de Lorenzo si de ellas salen ternura y amor, que es lo que ve y siente Marisa.

    Besitos.

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  7. Eso de oler a limpio es importante, porque muchos perfúmenes no lo huelen, solo lo pretenden...

    Besicos

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  8. A pesar de la mugre que describes en tu relato a mí me ha olido bien, me ha sabido a ilusión, me ha despertado ternura y me ha contagiado de amor.

    Me he estremecido con Marisa.

    Y el olor a café ha llegado hasta mi escritorio.

    ¡uhmmmmmmm!

    biquiños,

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  9. Fiebre: Pues sí. Y hay mugre que no molesta. Y también gente que se empeña en limpiarla.

    Madison: Como decía Fiebre, depende del color del cristal con que se mira. Siempre es mejor llevar puestas las lentes de la belleza.

    Claudio: Pues no sé. Hay flores que nacen entre la basura, pero lo normal es que las últimas estén en jardines o ramos.

    Sonia: Coincides con Madison, entonces. La belleza está ahí, pero cuántas veces miramos a su lado.

    Celsa: Gracias por lo que me dices, aunque yo creo que, aparte del estilo, la historia que se cuenta es importante.

    Campoazul: Es cierto. Sin embargo, cuánta importancia damos a la epidermis.

    Belén: Me he puesto a cantar con tu comentario, jajaja. Me sulibeyas.

    Muchas gracias por vuestros comentarios.

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  10. Aldabra: A mí lo que más me conmueve son los 20 años, que ella se siga estremeciendo después de tanta convivencia.

    Besos.

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  11. Anónimo8:21 p. m.

    ¿Cómo se resuelve el dilema de oler a sucio cuando los demás te huelen a limpio? Qué injustos somos con nosotros mismos, o qué ciego está el que ama ( o mejor dicho anósmico) Lib.

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  12. La cantidad de mugre soportable, es relativa, así como los olores percibidos en distinto rasero.
    Quizá las porquerizas, han de ser purificadas, además de reformadas.
    Quizá nuestro rostro, con sólo una noche de sueño.
    ¿Quién sabe?

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  13. Yo creo que todos daríamos una parte de nosotros mismos por saber exactamente cómo nos ven, y cómo nos huelen, los demás

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  14. ¡Maldita conciencia!

    Un petó

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  15. Yo creo que al rehabilitar esos sitios hacen magia negra. Porque no se explica, la verdad.

    En un principio creí que nos ibas a recomendar un detergente :D

    Tu Scriptoria va de camino. Gracias :)

    Abrazos

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  16. Es cierto JUANJO ¡¡hueles a limpio!! a rico...aun cuando en tu foto del link.. apareces como ...jajaja con barba de días:-)

    Es cierto que hay lugares y personas que aun cuando las vistan de nuevo, las laven y las restrieguen... no huelen nunca bien... y al contrario, también hay personas que tienen caras súper higiénicas y lugares transparentes.

    Las manos de ese mecánico acariciando a Marisa es una de las imágenes más mal olientes de este relato, es estupendo que ella no huela eso:))


    Un beso con buenísimo olor para ti, JUANJO


    Por cierto ¿quieres creer que desde hace algunos años, a penas huelo nada? supongo que por eso aquí he olido con los ojos...

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  17. Lib: Leí una vez que el primer complejo que adoptamos nada más nacer es el de culpa. Pienso que si lo elimináramos, también el resto nos olería mejor.

    Tesa: O quizá no deberíamos blanquear tantos ataúdes para los que nunca nos apreciaran y quedarnos con los que nos aprecian, a pesar de nuestros defectos.

    Miguel: Sin duda. Pero, ¿podríamos encajar esa verdad?

    Sandra: Menos mal que, a veces, la perdemos.

    Adr: La magia es no querer ver, a veces. Y no sabría decirte de qué color es.
    Espero disfrutar mucho con tu libro, como lo hago en el blog.

    María: Me halaga que me huelas tan bien, a pesar de lo poco que me gustan los perfumes. Agua y jabón.

    Muchas gracias por vuestros comentarios. Me encanta todo lo que sabéis sacar de lo que escribo, mucho más de lo que yo soy capaz de ver.

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  18. Me has hecho recordar las uñas de negro perpetuo que tiene el marido de una amiga, del pasotismo o ceguera de su mujer, o vaya usted a saber qué nombre ponerle, porque yo, sería incapaz de dejarme acariciar por unos dedos mugrientos. Igual me perdía la mejor de las caricias, ¿quién sabe?

    Mi sentido del olfato supera con creces a cualquiera de los otros cuatro, así que de olores sé un rato y doy fe de que vos oléis muy bien. Dicho queda.

    Un beso, grande y dulce,

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  19. Flower: Yo le llamaría costumbre. A todo se puede acostumbrar uno, créeme. Hasta otro tipo de mugres, que ni se ven, ni se huelen, pero uno se da cuenta de que han existido cuando se las quita de encima.

    Besos.

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