06 mayo 2013

Invisible











No me busquéis en el grabado.


Aunque siempre esté en medio, procuro ser invisible, la persona que siempre pasa inadvertida. Hasta la pintora se ha olvidado de inmortalizarme.


En cambio, a ellos los ha clavado.

Paco está de espaldas, con los brazos en jarras, jurando en arameo. Todavía le duele la mano, tras golpearla contra la puerta, pero eso no le ha calmado del todo. Por suerte, tuvo la lucidez mínima para cambiar el destino del puñetazo, que iba dirigido a la cara de la niña.

Ella ha salido corriendo con lágrimas en los ojos, a buscar refugio en su adorado mar. Con su falda corta -origen de toda la movida- y sus siete y media en el reloj, que algo ha ayudado al cabreo paterno.
En el tiempo que tarda la pintora en perfilar su grabado, acudirán a mí, por turnos, en busca de aprobación y consuelo, la hija y el padre.

Primero ella, que las lágrimas vertidas aceleran el cansancio. Y más tarde vendrá él, cuando comience a rugirle la tripa. Saciadas sus necesidades básicas, tardaran lo que queda de semana en hacer las paces, sin ahorrarme varias sesiones de reproches recíprocos.

Que soy invisible, pero no tanto.



-.-

1 comentario:

  1. Las madres son invisibles tantas veces... Y siemnpre terminan por convertirse en ese puente que hay también en el grabado. Un abrazo, juanjo.

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