10 febrero 2014

Ace




Yo sé que no debería tocarlo, que debería dejar ese hueso en su caja; pero no tengo muy claro por qué. Así que me decido a sacarlo de su escondite y me largo de la habitación antes de que nadie me riña. El corazón se me acelera y sonrío, con esa risa nerviosa que se me queda cuando hago algo malo y pienso en que me pueden descubrir.


En la casa de la abuela, todo el mundo anda ajetreado, llenando cajas de viejos objetos: libros, ropa, candelabros de plata, y todo eso. Así que nadie se da cuenta de que me voy al patio, con mi secreto mal disimulado entre la ropa. Allí, en una esquina, lo observo bien. Parece un hueso de la pierna, el que tiene otro más fino pegado detrás, el de la bandera pirata.


Si lo comparo con el mío, es bastante más grande. Debe ser de un adulto. Tiene una forma graciosa, como el de una pequeña raqueta de las que se usan en el juego de pelota. Busco una piedra pequeña y la lanzo al aire. Trato de golpearla con el hueso, pero no acierto.


Me concentro en los movimientos y cada vez estoy más cerca de conseguir mi objetivo. Poco a poco, voy atinando, y lanzo más lejos la piedrecilla. Comienzo a sentirme como un jugador de tenis, ensayando los saques. Golpe y a la esquina, cada vez más fuerte.


Enfrascado en el juego, no me he dado cuenta de que los mayores han dejado lo que estaban haciendo y me miran fijamente. Mi padre acaba de entrar en el patio y se sitúa en el sitio donde debería colocarse mi oponente imaginario. Es demasiado tarde, porque mi brazo ya ha comenzado a bajar y acto seguido, la piedra rebota en el suelo y rebasa la figura inmóvil de papá, a pocos centímetros de su rodilla derecha.


Espero la riña con esa sonrisa estúpida que me estira la cara, que no sé si puede suavizar algo el chorreo que me espera, a pesar de que el guijarro se ha quedado a unos centímetros del cristal y, por lo tanto, no hay daños materiales; pero en cambio recibo una voz suave, con un retintín nervioso, persuasiva, que me ruega:

- Por favor, Juanjo, devuélvenos la tibia del abuelo. Llevamos toda la tarde buscándola.

-.-

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