06 febrero 2006

Compartir una cerveza



La mañana había salido espléndida. Ni una sola nube se atrevía a manchar el azul intenso del cielo. Cercano el mediodía, el sol parecía, por un día, ser capaz de vencer el frío matinal, vistiendo de primavera aquella mañana de invierno. Inusual en aquella época del año.

Ramón escogió de nuevo la caminata como medio de transporte, y ahora, cuando llegaba al lugar de la cita, le sobraba toda la ropa de abrigo. Miró el reloj de muñeca para comprobar que llegaba a tiempo. En realidad le sobraban cinco minutos.

Tendría que esperar, pensaba, mientras decidía si hacerlo en la terraza o dentro del local. Distraído, optó por entrar, pero justo cuando se introducía en el bar oyó una voz familiar que le llamaba.

No había visto a Marisa, que sentada en la terraza, le recibía con la sonrisa burlona de quien ha estado observando con detalle cada gesto de un hombre embebido en sus propios pensamientos.

En el fondo tenía cierta predilección hacia esos tipos distraídos, que en realidad escondían una rica vida interior, bajo la apariencia de descuido. Lejos de criticarle por no haberla visto antes, interpretó que era un buen síntoma. Quizá estaba preocupado por lo que ella tenía que decirle, pensaba, lo que le resultaba todavía más divertido.

Amablemente le ofreció un sitio a su lado con un suave movimiento de su mano. Lo prefería ahí, no enfrente. Era más íntimo, menos directo y más cercano. Evitaba la sensación de entrevista laboral, de combate, de duelo. Le pareció que él también lo prefería.

Pidieron unas cervezas y algo para picar. Pronto, un camarero alto, de movimientos lentos, meticulosos, diríase estudiados, acomodó dos jarras de medio litro sobre sendos posavasos de madera.
La cerveza estaba excelentemente servida. Fresca, recién salida del barril, con su ligera capa de espuma rebosando apenas el borde del vaso, previamente refrigerado con pequeños chorros de agua helada, decía bébeme.

Sin mediar comentario previo, pegaron un trago largo los dos, emitiendo un gruñido de satisfacción al final. Los bigotes, manchados por la espuma, fueron rápidamente secados de un manotazo con una servilleta de papel. La sincronización de esos movimientos les provocó una risa también simultánea, que rompió el primer hielo.
La cerveza protagonizó la primera conversación, y después se fueron encadenando más temas y más cervezas.

Parecía que Ramón había olvidado el motivo que lo había llevado hasta allí, pero no era así. Francamente, no sabía como abordarlo, y ella, que se daba cuenta, disfrutaba manejando los tiempos de la charla, alargando las partes interesantes y cambiando el tercio cuando parecía estancarse algún asunto.

Llegó el tiempo de cambiar de sitio. Apetecía comer algo más sólido. Decidieron improvisar, buscar un restaurante por la zona mientras callejeaban un poco. Empezaba a refrescar un poco, y temían no encontrar sitio, pues todos los locales empezaban a llenarse. Así que no tardaron en localizar un pequeño restaurante de menú.

El paseo había roto un poco el ritmo de la conversación. Marisa, consciente de ello, tras atender al camarero, pasó al ataque, segura de que esta táctica sería su mejor defensa. Sabía que no tenía demasiados hechos para sostener la intriga deliberadamente creada en su nota, y eso podía estropearlo todo.

Así que con un tono dulce, pero decidido y enérgico, le reprochó la forma en que le había dejado tirada en medio de la pista, y su anormal comportamiento en la media hora siguiente, que le condujo a su conocido fuera de combate.

Ella estaba prácticamente segura de las razones de lo sucedido. Esas cosas no se le escapan a una mujer. Pero quería poner a prueba a Ramón, saber hasta donde llegaba su confianza en ella, y el grado de interés que sentía por la presumible amante de su jefe.

Supo, una vez más, disimular la decepción al comprobar como el hombre le ocultaba sus verdaderos motivos, aunque tuviera la elegancia de no disfrazar la verdad con mentiras demasiado barrocas. Se prometió a sí misma averiguar más cosas sobre la extraña mujer.

A él, por su parte, no se le escapó el detalle de la ausencia del misterio, aunque internamente agradeciera su inexistencia. Se temía algo bastante peor. En el fondo, tenía que admitirlo, le había seducido la forma en que Marisa había creado el ambiente para la cita, pero se sentía algo molesto consigo mismo.

Terminado el capítulo de recuerdos de la noche famosa, ahogaron sus mutuos reproches en una botella de vino, y quedaron para verse otro día.

14 comentarios:

  1. Anónimo8:01 p. m.

    ¿Me concedes una exclusiva?
    ¿Sí, verdad?
    Dime...¿Tendremos romance a la vista?


    Qué cotilla soy...

    Y eso de jugarme la vida...¿qué lo dices por la foto de la entrada?
    Y con la publicidad no me meto. Me hizo bastante gracia cuando la vi y por eso la hice la foto. El caso es que la publicidad no tiene nada que ver con la ropa que vendían. Quizás los látigos, las fustas y demás cosas agradables, estén escondidas...no sé.

    Besitos

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  2. Anónimo9:00 p. m.

    Si las mujeres ya llevan la iniciativa de por sí, no hay nada como que estén en una posición privilegiada a la hora de llevarla para echarse a temblar. Mientras tanto la "otra" rige sus destinos sin que apenas sepamos de ella. ¿Cambiará eso? Próximo post, please.

    Las calabazas aún no han germinado (y espero que no lo hagan muchas) pero si lo hacen seguiré el consejo.

    Saludotes.

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  3. Anónimo10:43 p. m.

    Ahhh!!! y yo diciendo...qué cosa habré dicho...había tomado ese te jugaste la vida por otro lado...lo que no sé es por cuál.
    En fin...

    Me gusta la inteligencia de Marisa...esa picardía que tanto en el fondo, os gusta.

    Besines y escribe pronto.

    Gracias por la exclusiva, enviada especial del Tomate

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  4. Anónimo9:01 p. m.

    uhmmm mira que no me gusta demasiado la cerveza pero con esta descripción...casi que me tomaría una.
    Y bien, después de una tarde juntos, con tanta conversación, cerveza, cine y vino, amssss.... nada de sexo??? jajaja
    Venga, me da a mi que estos acaban juntos y se olvidan de la otra.

    Sigue, que está muy bien!!
    Un beso. Noelia.

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  5. Anónimo4:43 p. m.

    "En el fondo tenía cierta predilección hacia esos tipos distraídos, que en realidad escondían una rica vida interior, bajo la apariencia de descuido"

    Jajaja. Yo estoy segura de que eso no es verdad. Al menos en la mayoría de las veces. Creo que los hombres son simples, se muestran tan y como son. ¿No es cierto? ¿Sois transparentes... o al menos, más transparentes que nosotras?

    P.S: No me gusta borrar los comentarios, pero esta vez haré una excepción. Aunque sigo sin saber quién cojones es Mario Moliner. ¿Alguien famoso, quizá? En fin... Un beso

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  6. Anónimo6:16 p. m.

    Sí, sé a que te refieres. Pero a la mayoría de la gente le gusta sobresalir por algo (y no me refiero solamente a las tías buenorras que salen en el Diario de Patricia).

    También hay gente a la que no le gusta llamar la atención pero, sin querer quizá, lo hace.
    Es cierto que hay ideas preconcebidas sobre hombres y mujeres. Pero la mayoría de ellas se corresponden con la realidad.

    (Pos yo he borrao el comentario del Mario Moliner ése. Jajajaja. Los tuyos no los borro en la vida)

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  7. Anónimo6:19 p. m.

    Hablando de cerveza... Es todo un arte saber servirla (bien, me refiero)

    El otro día le pedí una a un camarero que se ve que iba drogao perdío. Media litro de espuma había ahí por lo menos. Bigotes era poco. Lo que se me quedaba era una barba de medio km al más puro estilo Santa Claus

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  8. Anónimo9:35 a. m.

    ¿Y entonces por qué no me da vergüenza contarle cualquier otra cosa personal? ¿Por qué solamente eso?
    Yo creo que sí que existen las verdades absolutas. Absolutas para uno mismo, claro está.
    Y eso es absoluto para mí.

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  9. Anónimo10:25 a. m.

    Además Reno, si te fijas... Todos contamos por blog o por internet cosas que de otra forma no haríamos. Son verdades. Verdades que contamos por la sencilla razón de que no nos vemos los ojos, a excepción de estáticas fotos.

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  10. Anónimo2:57 p. m.

    Yo creo que es porque no nos da la gana aprender. Es mejor ir para atrás, como los cangrejos...
    Pues tú imagínate cómo será el mundo cuando nosotros ya no estemos delante. Si es que queda algo de él. De nosotros.

    "No sé cómo será la tercera guerra mundial, sólo sé que la cuarta será con piedras
    y lanzas." A. Einstein

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  11. Anónimo9:32 p. m.

    Hola! Gracias por visitarme en alguna ocasión... La verdad es que se agradecen los comentario. Hacía tiempo que no me pasaba por aquí... Voy a ver si leo tus escritos.

    Un saludo

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  12. Anónimo12:55 p. m.

    Gran Hermano acabará por quedarse corto. De momento ya está aquí, pero disfrazado.
    Saludotes.

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  13. Anónimo5:22 p. m.

    Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  14. Anónimo6:36 a. m.

    Really amazing! Useful information. All the best.
    »

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