10 febrero 2006

Noche de encuentros








Los encuentros entre Ramón y Marisa empezaron a ser cada vez más frecuentes. Una sesión de cine o una función de teatro eran las excusas habituales, pero las veladas se prolongaban hasta altas horas de la madrugada después de cada sesión.
Los dos tenían muchos temas de conversación y bastantes aficiones comunes, por lo que disfrutaban mucho contrastando opiniones e incluso discrepando abiertamente de algunos temas. Estos fueron deslizándose de lo general a lo particular a los pocos días. El, bastante reservado, encontraba compresión y discrección en la postura receptiva y silenciosa de ella. Sabía escuchar, y no pretendía solucionar todos sus problemas. Preguntaba mucho más que aconsejaba.
Por su parte ella no tenía el menor reparo en confiar en él, y le consultaba hasta la menor tontería sobre la que pudiera dudar, ante la que él siempre dispuesto le aconsejaba lo que mejor le parecía, aunque Marisa muchas veces pretendía tan solo ser escuchada.

En el transcurso de aquellas veladas del mes de Enero se cimentó una amistad que duraría toda la vida. Ella se preguntaba qué faltaba para que su relación diera ese paso definitivo que tanto deseaba, y el carácter un tanto hermético y misterioso de Ramón no le permitía sacar conclusiones claras.
Mientras tanto, el hombre luchaba consigo mismo para evitar lo inevitable, debido a esa estúpida convicción suya de que un mal amor podría estropear una buena amistad. Tenía miedo, esa es la palabra, miedo a perder su tesoro más preciado. Miedo, y sentimiento de culpa, pues sabía que su comportamiento distaba mucho de estar a la altura de las circunstancias.

Cuando Ramón se dio cuenta de que sus miradas empezaban ya a rehuir las de Marisa, avergonzado de sí mismo, decidió tomarse un respiro. Inventó una excusa para no acudir a su cita con ella, y volvió a llamar a Vicente para reclamarle el pago de cierto favor que le debía: salir por los sitios de Madrid que menos le agradaban por una noche.

Marisa no pudo evitar preocuparse. Sabía que algo no andaba bien en la cabeza de Ramón, y no entendía las razones, aunque se consoló pensando que le vendría bien el descanso para aclarar las ideas. Quien no se consuela es porque no quiere.

Ella tampoco se quedó en casa. Era una buena ocasión para quedar con sus amigas, a las que tenía muy descuidadas desde que empezara a verse con su hombre. Tenían muchas cosas que contarse y le vendría bien conocer otras opiniones y cambiar un poco de aires.

A Vicente, por otra parte, le contrariaba mucho tener que cumplir su compromiso, y estuvo a punto de inventar una excusa para no ir. Odiaba el ambiente que se respiraba por las callejuelas de Huertas, donde todo el mundo le miraba con desprecio si se vestía con uno de sus trajes caros. Pero esta vez, sentía cierto resquemor por lo acontecido en Nochevieja, y era una buena oportunidad para limar asperezas con Ramón. Así que acudió puntual a la cita, y vestido casi de camuflaje: vaqueros, camisa, jersey, bufanda y chaqueta de pana.

Cenaron en un restaurante caro de la calle Mayor, y después hicieron algo de tiempo, tomándose un café y varias copas por los alrededores. Hablaron un poco de todo: política, fútbol, mujeres, trabajo. O mejor dicho, discutieron sobre todo. Era un misterio que fueran tan amigos a pesar de las pocas cosas que tenían en común.

En la conversación, por supuesto, salió Marisa, aunque Ramón no le contó todo, sobre todo para contar con una opinión menos condicionada, más imparcial. Aunque eran compañeros de trabajo, Vicente no tenía mucho trato con ella, pero le dijo que era bastante inteligente, y pertenecía al equipo del embajador, por lo que parte de la información confidencial pasaba por ella. Le contó otra cosa más. Se rumoreaba que algo no terminaba de ir bien por allí, su jefe estaba siendo cuestionado, pero no sabía muy bien por qué.

Al tercer whisky decidieron cambiar de sitio, y fueron alternando distintos locales con actuación musical y aire bohemio, que encantaban a Ramón, pero aburrían soberanamente a Vicente, por lo que el primero, compasivo, no alargaba demasiado tiempo las estancias. Al final, se dejaron caer, casi literalmente, en un garito donde sólo ponían música, no demasiado moderna ni estridente. Para mayor fortuna se decidieron a entrarles a un par de chicas, bastante guapas, no muy jóvenes, que iban casi igual que ellos, por lo menos de ánimos.

Pasaron un buen rato de risas hasta que se hizo la hora en que hay que decidirse. Vicente llevaba terreno adelantado con su pareja, pero su amigo no terminaba de encajar con la suya. Así que los primeros se largaron discretamente, sin grandes despedidas, y los segundos quedaron como amigos.

Solo y desarmado, con más copas en el cuerpo de las que necesitaba, Ramón, tras una corta visita al cuarto de baño, salió a la calle en busca de un taxi. Mientras bajaba hacia el Paseo del Prado se cruzó con una mujer que corría calle arriba, desarreglada y asustada, con la que casi tropieza.

La mujer musitó una disculpa nerviosa y siguió corriendo unos metros, pero de repente se paró en seco, y le llamó por su nombre. El se giró bruscamente hacia ella, y entonces consiguió reconocerla. Era la chica del tren. Otra vez.

- Ayúdame. Estoy en un apuro. ¡Por favor!

Vio el terror dibujado en el rostro con tanta claridad que no pudo decir que no, aunque era perfectamente consciente del lío en el que se estaba metiendo. Mujeres y problemas es el último combinado que le faltaba a su maltrecho estómago.

Subieron al coche y bajó la ventanilla para que el fresco le enfriara un poco la cabeza. Necesitaba despejarse cuanto antes, pero en ese momento sólo tenía ganas de vomitar. El taxi paró en la puerta de su casa, cuando empezaba a clarear, en esa hora en que el frio es más intenso.

Ya en la casa, ella amagó una explicación, que el cortó de golpe con un manotazo en el aire.

- Ya me lo explicarás mañana. Tienes muchas cosas que contarme. Empezando por tu nombre. Pero ahora descansa.

Y a los pocos minutos reinaba en el ambiente un silencio, una paz, que se presumía efímera.

10 comentarios:

  1. Anónimo9:23 p. m.

    Este chico no deja de sorprenderme. Pero cómo se puede poner a dormir en un momento así??? Cómo puede contener la curiosidad?
    Juanjo me parece que Ramón está a punto de empezar a complicar su vida, con lo maja que es Marisa, jaajaja
    Venga majete, a seguir!!
    un beso. Noelia.

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  2. Anónimo10:55 p. m.

    Joer... ¡que susto..!. ¿Pero de donde sale esta chica ahora...?. Desde luego, vamos, yo empezaría francamente a mosquearme, oye. Estoy de acuerdo con Noelia: ni de coña me voy yo a dormir despues de las veces que esta mujer ha aparecido y desaparecido como por arte de magia. Por cierto: ¿no estará tramando darse el piro en mitad de la noche de la casa de Ramón para dejarnos otra vez in albis...?. Bueno, ¡que tonteria..! ¿y como lo vas a saber..?. En fin... ¡habra que esperar a la proxima entrega....!



    P.S.: Estas dos o son complices en algo o acabrán tirandose de los pelos... ¡al tiempo...!

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  3. Anónimo11:18 p. m.

    Intentemos una aclaracion hasta donde podamos llegar. La situacion que intento describir (mal.. como siempre)es algo mas compleja. Se inicia como tu bien describes en el segundo comentario: pides, quieres, que te cuenten algo que sabes que te va a causar dolor, pero (y aqui viene la insoportable contradiccion)lo pides porque a la vez te excita, te causa un placer irracional. Segun te van contando se agudiza el dolor, pero tambien crece y crece la excitacion..no quieres oirlo mas veces... pero exiges que te lo cuenten una vez mas... Aniquiladora locura. ¿que situacion puede causar esto...? muchas imagino, o ninguna... depende de cada uno. En el texto se intenta describir una... pero tambien cada lector construye un poco las historias a su gusto

    Cuando lei el poema de Fonollosa, con su impactante historia.. me pareció una perfecta metafora "física" de ese desgarramiento psicológico o emocional que intentaba describir. Dolor, placer, entremezclados.. autoalimentandose..

    En fin... ¡que se yo...! somos tan raros.... Gracias por intentar comprender esta sarta de insensateces.

    Un fuerte abrazo.


    P.S.: ¡Un dia de estos tenemos que hablar....!. Jajajajajaja....

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  4. Anónimo5:40 p. m.

    Pues yo sí que entiendo que posponga la explicación. Hay ocasiones en las que el señor Walker, alias Johnnie, acapara todas tus neuronas y da igual que vayan a confesarte el asesinato de Kennedy; sólo quieres sobar la mona.
    Marisa se esforzó en crear un halo de misterio, pero esta chica parece que no tiene rival. ¿En que asuntos andará metida?
    Me gustan estos vaivenes del costumbrismo a la intriga que nos das.
    Saludotes.

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  5. Anónimo8:51 p. m.

    Buen giro. Definitivamente me has enganchado.

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  6. Anónimo10:13 p. m.

    Me ha encantado que te haya encantado. De alguien que escribe como tú lo haces resulta gratificante saber que disfruta con mis test...
    Besos

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  7. Anónimo9:49 p. m.

    Pasaba por aquí y... bueno, que ha pasado este finde?? que no se trabaja o qué?? ajajajaja
    Bueno, te dejo que descanses pero sin dormirse en los laureles, espero ansiosa el nuevo capítulo de tu intrigante historia-novela.
    Un besito. Noelia.

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  8. Anónimo11:43 p. m.

    Veo mal rollito entre estas dos tipas...o tal vez no.
    Voy a seguir con el siguiente.

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  9. Anónimo5:37 p. m.

    Pues sí, es una película que narra el enfrentamiento entre Edward R. Murrow, leyenda de la televisión y la CBS en la época de la caza de brujas, y el senador MacCarthy, allá por 1954, a causa de la expulsión del ejército de un teniente (creo) acusado de comunista porque al parecer su padre compraba un periódico "rojo".
    No tiene desperdicio. La hora y media que más rápido se me ha pasado en el cine en mucho tiempo. Aunque, claro, me moría de ganas de verla y me encanta el tema...
    Besitos

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  10. Anónimo6:36 a. m.

    Very pretty design! Keep up the good work. Thanks.
    »

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