03 marzo 2006

Confidencias



Las cervezas estaban intactas, apoyadas en sus posavasos, tal y como las había dejado el camarero, aunque ya habían transcurrido más de quince minutos desde entonces.
Marisa no paraba de hablar, despacio y con voz muy baja, mientras Ramón escuchaba tenso aunque prácticamente inmóvil. Su mentón tiraba hacia abajo de su boca intentando abrirla y su mano se encontraba a medio camino entre el borde de la mesa y la copa, como si una ráfaga de viento helado la hubiera dejado allí, petrificada.
Estaban en la terraza. Ella no se fiaba de los lugares cerrados.
Es verdad que las paredes hablan, le había dicho.
Era más seguro el exterior, pero tenía que hablar bajito, lo que exigía una mayor concentración a Ramón, más acostumbrado a voces fuertes y graves.
El tiempo a veces actúa como una especie de sedante, que nos hace olvidar la causa de nuestras preocupaciones. Es como un mecanismo de autodefensa, una válvula de escape contra la insoportable presión que nos causa la vida.
Ramón ya casi no recordaba los detalles más escabrosos del relato de Sofía, y ahora las palabras de Marisa le sentaban como bofetadas en la cara que le despertaban de golpe de un sueño demasiado duradero.
En los primeros días del año apareció por la embajada un tipo nuevo, encargado de realizar una auditoría de calidad, comenzó Marisa sin preámbulo. Como tal, venía impecablemente vestido, peinado y perfumado, y era sencillamente encantador. Una de estas personas que, como no estés algo alerta, consiguen de ti la información que no quieres dar sin darte cuenta. Ese es su trabajo.
El hombre iba puesto por puesto, estudiando el funcionamiento de la embajada. No paraba de hablar, de trabajo pero también de temas triviales, o por lo menos aparentemente triviales. Así conseguía una confianza que luego se traducía en abundancia de datos.
Marisa era una buena fuente de información, pero no le tocó de las primeras. Había tenido tiempo de comentar con sus amigas tanto el comportamiento del hombre como su fisonomía, que atraía todas las miradas femeninas cuando cruzaba el pasillo. Era un tipo de complexión fuerte y movimientos ágiles, incluso armoniosos. Su trato era educado y amable, aunque se le notaba de lejos que era del tipo de personas que acostumbran a conseguir lo que desean sin aparentemente hacer nada. Una tentadora trampa.
Avisada como estaba, la mujer mostró la mayor indiferencia posible cuando se le sentó delante para interrogarle, aunque en el fondo estaba encantada de tener un hombre tan guapo y atractivo enfrente.
Le resultó muy curioso que uno de los primeros temas de conversación fuera la fiesta de Nochevieja, y lo más sorprendente es que ya supiera el comentado hecho de los bailes del embajador.
Una vez más, ella fingió no haber reparado en su jefe y su acompañante, y pasó a preguntar por la mujer, divertida y sorprendida como quien descubre al novio de su peor enemiga con otra. Así quedaba oculto su verdadero interés.
El auditor le hizo una descripción casi perfecta de la muchacha, que dejó muy sorprendida a Marisa. Ni siquiera ella, que no le había perdido de vista en toda la noche era capaz de dar tantos detalles, lo que le hizo ponerse en guardia.
Pensó que toda esa cantidad de información era imposible que hubiese salido de conversaciones cotidianas con sus compañeras. Algo raro se olía, pero ahora ya no quería parecer demasiado curiosa, así que manifestó que, pensándolo bien, la chica le sonaba de algo, aunque no acababa de relacionarla. Y, rápidamente, cambió de tema.
A partir de entonces la conversación giró sobre la auditoría. Marisa enseguida se percató de que el método de trabajo del hombre no era muy convencional. No iba directo a buscar los fallos de procedimiento más habituales, esos que se conocen, pero no ha dado tiempo a esconder. Vamos, o era demasiado condescendiente o no era un auditor experto.
Antes de terminar, la chica volvió a sacar el tema de conversación de la misteriosa acompañante del embajador como quien no quiere la cosa. ¿Quién era?¿Alguien del trabajo?
Una sombra de duda pasó rápidamente por la cara del hombre, apenas perceptiblemente, pero Marisa notó que el hombre estaba pensando la respuesta. Se percató de que él no sabía si decirle la verdad o no, así que necesariamente la respuesta, debía de ponerla en barbecho.
El auditor cometió solamente un error durante la entrevista, pero fue suficiente para que ella viera la luz: dejar el teléfono móvil encima de la mesa. Mientras se despedían, dos timbres cortos anunciaron una llamada, y a Marisa le dio tiempo de reconocer el número, pues era uno de los que, en ocasiones muy comprometidas, tenía que pulsar: la oficina central del MI5 en Londres.
Por suerte el hombre, pendiente de responder a la llamada, no pudo captar como las pupilas de su interlocutora se dilataban hasta su máxima amplitud, y cuando le volvió a dirigir la vista ya estaba jugando con una goma elástica que tenía encima de la mesa como si no hubiera visto nada. Sólo le faltaba silbar.
El se levantó nervioso y se despidió con la mano mediante un gesto elocuente que anunciaba otra futura conversación, que nunca se llegó a producir.

10 comentarios:

  1. Anónimo3:51 p. m.

    Madre... ¡Qué interesante se pone la cosa! Menuda intriga...

    Esta noche no duermo ;)

    Un saludo

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  2. Anónimo9:55 a. m.

    ¡Si es que se veia venir....!. Claro, estando la embajada inglesa por medio.... Y eso que Marisa no le dijo a Ramón como se llamba el tipo ese... pero seguro que era James.. y con ese estilazo el tio, seguro que bebia Martini con vodka (mezclado, no agitado..). A mi, ya se me habrían puesto de corbata....

    De todas formas... ahora que caigo... una trabajadora de embajada que de vez en cuando marca el número de la sede central del servicio secreto de su pais...(tan de vez en cuando que le identifica de un solo vistazo..) no parece muy lógico que ande intercambiando información, así como así, con un conocido casual de un baile de nochevieja... Mmmmmmm... Joder... ¡pobre Ramoncín..!

    Un abrazo.

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  3. Anónimo3:07 p. m.

    Y más piezas en el tablero...
    Sí, Marisa no es una trabajadora de embajada muy discreta, pero recordemos que trabaja en España. Licencia del funcionario cañí, como el desayuno de dos horas. Spain es different.

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  4. A ver, chicos. A estas alturas, Ramón y Marisa no son sólo conocidos de una noche de fiesta, sino buenos amigos, quizá algo más que buenos amigos.
    ¿De verdad creéis que una mujer enamorada no sería capaz de prevenir a su amado del lio en que se está metiendo?

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  5. Anónimo8:41 p. m.

    Jolín Juanjo, una mujer enamorada no sería capaz pero una mujer despechada...vamos pq supongo que ella algo de lo de Ramón con Sofía se olerá, no?
    Claro que Marisa es una tía legal, no hay más que verla,
    Un besiku. Noelia.

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  6. Anónimo9:50 p. m.

    No sé si te has dado cuenta de lo que estás consiguiendo, Juanjo: Publicar una novela por capítulos en un blog. Y lo mejor de todo es que está de puta madre, es gratis y nos interesa. Me he leído los cuatro, cinco, o seis capítulos de los que no me había percatado en mi ausencia (tanto física como mental) de un tirón y espero con impaciencia el siguiente.

    La verdad es que desde que visité Madrid en el viaje de estudios todo se me hace diferente. Leer tus relatos, que hablan de restaurantes caros de la calle Mayor y de diversas calles de Madrid ahora es diferente, más fácil de imaginar, quizá. Madrid es inmensa, y muy bohemia... (llena de pseudofilósofos, como bien apuntas: "Se tomó una copa, sorteó a varios moscones que buscaban rollo fácil y a un pirado místico que intentaba mantener una conversación pseudo-filosófica, seguramente con las mismas intenciones finales que los anteriores"). Pero no deja de ser una ciudad normal, y la impresión que me he llevado de la misma (aunque no tenga nada que ver con todo esto) es que los madrileños están un poco flipaos.

    Y nada más, simplemente felicitarte por ser tan paciente (o al menos así lo parece) a la hora de escribir. Los detalles no se te escapan (yo, sin embargo, cuando empiezo a escribir algo, me pongo nerviosa y quiero terminarlo rápido)

    En fin, un saludo de una almeriense que hace unos días estuvo de visita en "la grande babilon". Un beso

    P.S: Siempre, al escribir algo, escondemos algo de nosotros mismos entre las líneas. Quizá por eso hablas del realismo con el que conté mi historia anterior que, por cierto, está basada en hechos reales. (En realidad, lo de los hechos reales es el final: un tío drogado que no paraba de reírse en una discoteca. Su historia anterior, evidentemente, era inventada. ¿Pero quién dice que no pueda ser real?)

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  7. Precioso...

    Venía repleta de un todo para ti...y ahora no sé expresarlas....

    Besitos & Sonrisas

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  8. Anónimo9:50 a. m.

    Ya he vuelto, ya ando en casita. Bueno, ahora en clase que no hay narices de mantenerme despierta.
    Amos a ver...está claro, una mujer enamorada, haría cualquier cosa, y digo cualquier cosa.
    Me encanta Marisa, qué forma de indagar sin que se note demasiado, y qué modo de disimular más genial.
    Como este capítulo.

    Voy por el siguiente que voy retrasada

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  9. Anónimo5:22 p. m.

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  10. Anónimo6:36 a. m.

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