07 noviembre 2006

Ojos Negros (I)


Parecía ayer, pero habían pasado más de veinte años desde la última vez que pisó aquel camino.

Entonces era bien distinto; en lugar de la llana superficie, parcialmente asfaltada, fácil de transitar, la grava llenaba toda la extensión, salvo la ocupada por las vías del tren, y Ricardo recorría el trayecto encima de la vieja locomotora, ayudando al maquinista, mientras aprendía su oficio.

Tenía apenas 16 años cumplidos, y toda la ilusión del mundo por empaparse de los conocimientos que le transmitía su maestro, un pariente lejano que había aceptado hacerse cargo de él tras la muerte de sus padres, hacía sólo unos meses.

Su vida había cambiado mucho tras aquel trágico suceso, obligándole a abandonar los estudios y ponerse a trabajar en lo que fuera, aunque seguía viviendo en la misma casa, y conservaba los mismos amigos que antes, a pesar de que cada vez los podía ver menos.


La noticia del abandono de la vía de Ojos Negros, el fin de la vieja ruta minera, volvió a dar un vuelco en su vida, y tuvo que abandonar Navajas, su población natal, a sus amigos y a su querido maestro.

Continuó su formación con la misma ilusión de siempre, y como tenía poco que perder y mucho que ganar, fue prosperando en la carrera, y mudando frecuentemente de lugar de residencia, pues sus condiciones particulares le convertían siempre en el mejor candidato para trasladarse a los lugares adonde nadie quería ir.

Esta vida trashumante le impidió crear lazos de amistad sólidos en las poblaciones donde residía, y lo mismo le pasó con el amor. Tras un par de relaciones bastante frustrantes, en las que intentó por todos los medios continuar a pesar de los muchos kilómetros de separación, había llegado a la conclusión de que no valía la pena comprometerse más, pues el olvido era un postre demasiado pesado de digerir tras los suculentos platos ingeridos en los buenos tiempos.

Poco a poco fue perdiendo la chispa en la mirada, y las ganas de saber cualquier detalle nuevo, por insignificante que fuera. Su antigua tersa piel juvenil, empezó a plegarse un poco, y su negro cabello se fue tiñendo de un gris suave por la sien. La fácil y explosiva carcajada de niño mudó en una sonrisa pacífica y tranquilizadora, que le daba un aspecto maduro, más interesante, a juicio del personal femenino.

Recorriendo a pie llano aquel camino, que siempre vio desde lo alto, bajo un cielo negro punteado por miles de diminutas estrellas, dejando invadir sus fosas nasales por la intensa mezcla de perfumes del bosque mediterráneo, y sintiendo la ligera brisa sobre su rostro, se sentía en casa.

Era paradójico, pues no le encontraba la menor explicación lógica, pero, por primera vez en veinte años, sabía que se encontraba en un lugar al que siempre desearía volver.






12 comentarios:

  1. Anónimo6:31 p. m.

    Hola Juanjo,
    dejo constancia de mi paso por tu casa, paso más tarde a leerte, ando con el tiempo justo.

    Besos.

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  2. Anónimo12:56 a. m.

    Pudies decirse que conozco el camino descrito.
    Pudiese decirte que, será o no por el bolero, pero la combinación entre esas dos palabras "Ojos Negros" siempre ha suscitado curiosidad pasional en mi.
    Pudiera decirse, que esta entrada rezuma vida... de la vivida.
    Un saludo paisano.

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  3. Anónimo1:00 p. m.

    Muy buena introducción, ansiosa estoy por leer la segunda entrega.
    Por cierto, ¿eres del norte? porque siempre andas haciendo alusión a aquellas tierras :)

    Besos.

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  4. Comienza bien esta historia. Un título sugerente "Ojos Negros" (me recuerda a una película rusa de hace muuuuuuchos años que un día mi padre me trajo para que la viese), habla de trenes y de personas nómadas.

    Me gusta, sí señor ;)


    Un beso!

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  5. Anónimo8:39 a. m.

    es un comienzo conmovedor...:) de esos que prometen una hermosa historia.
    me gusta tu manera de narrar, el personaje..
    Te mando besos y quedo a la espera de mas.
    pd. tu relato era idoneo para la noche de Walpurgis porque es un típico relato para escuchar o leer la noche de Halloween...

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  6. Anónimo5:59 p. m.

    Mmmm... tu le pones letras y yo la imagen, pues al leerte una vuela...
    Ojos Negros... curioso nombre para una Vía... continuará
    Un abrazo
    Milena

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  7. Anónimo9:06 p. m.

    Una sonrisa a lo " Yorch Cluni"...sí, muy interesante. Jeje

    Y tú, ¿de qué color los tienes?

    Besitos

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  8. Anónimo8:22 p. m.

    Mmmmm... yo he vivido siempre en una ciudad intensamente ferroviaria y el relato me describe un ambiente y unas situaciones vitales de desarraigo, de trashumancia muy familiares. No obstante el conocido (I) de tus relatos hace que aguardemos con intriga a ver en que para todo esto.. aunque seguro que algo sorprendente

    Un abrazo

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  9. Anónimo9:38 p. m.

    Hoy ya he hecho unos cuantos más. Una cantidad entre 20 y 500.Y he acabado destrozaíta perdía. Todo sea cuestión de ponerme en forma.

    Un beso agujetoso. No puedo ni poner los morros a modo de beso...qué triste mae mía!

    Y tú qué tal? todo bien?

    Muas

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  10. Anónimo9:44 p. m.

    Pues esperaré, con paciencia: lo bueno requiere tiempo, lo merece.
    Un beso, meu rei.

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  11. Anónimo3:55 p. m.

    No es filosofia de todo a cien, es la tuya y la mía y la de mucha más gente.
    Es bueno saber que alguien llega a entender mínimamente mis desahogos porque también yo entiendo los tuyos, va a ser que no estoy sola en este barco.
    Gracias Juanjo.
    Un beso.

    Pd. me reí mucho con el mail que me explicabas el mundial del 78 jajaja.

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  12. Anónimo7:40 p. m.

    Gracias a tí, por haberme dado el privilegio.
    Chin Chin... Por el 2007, por encuentros, por objetivos, por la vida, por la amistad... upsss
    Milena

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