
Se levantó con el mismo incipiente dolor con el que había salido de trabajar, y observó de nuevo sus pies. Le pareció que todo estaba más o menos como el día anterior, y se encogió de hombros, pensando que no podía hacer nada hasta terminar la interminable lista de pruebas que le había programado el médico, y conocer los resultados.
Se aseó rápido y desayunó en casa, tragando de prisa las pastillas, y reservando en una cajita las que se tenía que administrar durante el día. Echó una mirada por la ventana, observando con desagrado el color gris del cielo, y el aire que, con violencia azotaba las copas de los árboles, despojándolas de los últimos resquicios de su esplendoroso pasado. El invierno había llegado tarde, pero amenazaba con ser especialmente duro.
La misma rutina matinal se repitió durante muchos días, como una foto de anuncio que aparece inmutable tras la misma curva del habitual trayecto diario. Las manchas avanzaban, pero de forma lenta, casi inapreciable; las pruebas se sucedían, y los resultados no permitían emitir ningún diagnóstico, ante la perplejidad de su médico; los dolores y la inflamación estaban controlados con la dosis de química diaria.
Gastón se había acostumbrado a vivir con todas esas cosas: el frío, la incertidumbre y el dolor; y su ánimo era un espejo de esas circunstancias: gris claro. La sonrisa tardaba en aparecer en su rostro más de lo habitual, pero tampoco estaba triste; no tenía la ansiedad de los primeros días, aunque le quedaba cierta inquietud; la explosiva chispa de su ingenio parecía disuelta en una solución de sarcasmo, que mostraba con cuentagotas. Vivía instalado en una monotonía amarga, que no parecía tener fin.
Pero el final de esa época vino, como siempre ocurre, y más le hubiera valido su prolongación en el tiempo. Todo pareció revivir con los primeros brotes en las ramas de los árboles.
¿Y qué pasó con esas manchas? ¿y qué pasó con el dolor? ¿¿Desapareció sin más??
ResponderEliminarJo, cuenta cuenta
Un beso muy grande y gracias, amigo.
si cuenta, no nos dejes asi, uff, tienes libro.?
ResponderEliminarLa primavera es lo que tiene; hasta los más inexcrutables misterios médicos, acaban quizás desentrañándose.
ResponderEliminarPd.- Juanjo, le estoy cogiendo un cariño al tal Gastón, que raya lo permitido.
Saludos paisano.
La primavera es lo que tiene; hasta los más inexcrutables misterios médicos, acaban quizás desentrañándose.
ResponderEliminarPd.- Juanjo, le estoy cogiendo un cariño al tal Gastón, que raya lo permitido.
Saludos paisano.
Bueno, pues a ver si es cierto lo de la primavera y se me anima un poco. Aunque Ramón sigue siendo mi Ramón, Gascón tampoco está mal, estoy de acuerdo con Ulrhá (besitos, guapo).
ResponderEliminarBesitos para ti también, meu rei.
No me extraña que Gastón no tenga ganas de sonreir... ¡Le duele el pie y no saben lo que es!
ResponderEliminarMe da mucha pena el pobre...
Un besazo
Pero... Si el invierno fue tardío, quizás lo sea también la primavera, y Gastón continué con el gris en sus pupilas...
ResponderEliminar¿Qué le pasará?
Gracias por los ánimos ;D
Dejo mi huella en senal de que te leo.
ResponderEliminarUn saludo
Milena
A mi esto de espantar mis males, bien cantando entre dientes, bien hinchándome a dulces, coño, como que a veces me funciona, querido paisano.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ese invierno en el corazón es incurable, aunque afuera la primavera campee feliz!!
ResponderEliminarque paciencia la de gastón, que conformismo... yo me hubiera arrancado el pie :D... no, que vá, pero es que despues de leer esta parta la curiosidad me consume, y eso me suele poner de mala leche.
ResponderEliminarme encanta como narras :)