Gastón observaba el poso del café: intentaba descifrar su destino en las huellas difusas que manchaban la porcelana de la taza. Era una vieja manía, que arrastraba desde tiempos de la Facultad; entonces salía con una estudiante española, una morena, de ojos muy negros, con un brillo especial que acompañaba a su permanente sonrisa.
Ella era alegre y extrovertida; solamente se ponía trascendente en determinados momentos, acompañados siempre por extraños rituales, que mezclaban superstición con religión en proporciones indeterminadas. Uno de esos momentos eran después del café.
Hablaran de lo que hablaran, cuando Gastón apuraba el último trago, y posaba la taza en el platillo, ella se lo arrebataba de golpe, y se ponía a observar las extrañas manchas, durante unos segundos en que permanecía seria, concentrada y distante, lo que siempre le dejaba algo preocupado. Dependiendo de lo que observaba, se lo comentaba más o menos detenidamente, alargando la explicación cada vez que preveía buenos acontecimientos, y atajando cuando los augurios no eran tan buenos.
Solamente una vez no le dijo nada: el día de la despedida. La muchacha volvía a su casa tras un año de estudios, y la alegría se había borrado de su rostro. Cuando terminaron el café, la chica comenzó a derramar todas las lágrimas que iba aguantando todo el día, y él le acogió en sus brazos hasta que se tranquilizó un poco. Después la acompañó hasta la estación de tren, y allí se despidieron.
- ¿Nos volveremos a ver?, preguntó Gastón.
- Seguro, le dijo ella, con los ojos enrojecidos.
Pero no la había a vuelto a ver más. Al principio todavía intercambiaban algunas cartas, felicitaciones navideñas, o incluso alguna conversación telefónica, pero el tiempo terminaba aplanando las mejores costumbres, y las suyas hacía mucho tiempo que habían quedado reducidas al espesor del papel de fumar.
No obstante, él no la había olvidado, y cada vez que tomaba café intentaba adivinar su futuro en él, pensando en cómo lo habría hecho ella. Cuando veía en los inciertos dibujos que dejaba el poso algún motivo de esperanza, se iba contento; y si no, prefería pensar que se trataba de absurdas supersticiones. Ultimamente sólo veía en el fondo de la taza los oscuros rizos de ella pegados a su mejilla mojada aquella tarde.
Levantó la vista del café y miró al cielo. El viento, el eterno viento, traía y se llevaba nubes a gran velocidad, pero el azul del cielo se había vuelto distinto, más claro. Abril terminaba, y los primeros brotes de los árboles empezaban a explotar.
Hablaran de lo que hablaran, cuando Gastón apuraba el último trago, y posaba la taza en el platillo, ella se lo arrebataba de golpe, y se ponía a observar las extrañas manchas, durante unos segundos en que permanecía seria, concentrada y distante, lo que siempre le dejaba algo preocupado. Dependiendo de lo que observaba, se lo comentaba más o menos detenidamente, alargando la explicación cada vez que preveía buenos acontecimientos, y atajando cuando los augurios no eran tan buenos.
Solamente una vez no le dijo nada: el día de la despedida. La muchacha volvía a su casa tras un año de estudios, y la alegría se había borrado de su rostro. Cuando terminaron el café, la chica comenzó a derramar todas las lágrimas que iba aguantando todo el día, y él le acogió en sus brazos hasta que se tranquilizó un poco. Después la acompañó hasta la estación de tren, y allí se despidieron.
- ¿Nos volveremos a ver?, preguntó Gastón.
- Seguro, le dijo ella, con los ojos enrojecidos.
Pero no la había a vuelto a ver más. Al principio todavía intercambiaban algunas cartas, felicitaciones navideñas, o incluso alguna conversación telefónica, pero el tiempo terminaba aplanando las mejores costumbres, y las suyas hacía mucho tiempo que habían quedado reducidas al espesor del papel de fumar.
No obstante, él no la había olvidado, y cada vez que tomaba café intentaba adivinar su futuro en él, pensando en cómo lo habría hecho ella. Cuando veía en los inciertos dibujos que dejaba el poso algún motivo de esperanza, se iba contento; y si no, prefería pensar que se trataba de absurdas supersticiones. Ultimamente sólo veía en el fondo de la taza los oscuros rizos de ella pegados a su mejilla mojada aquella tarde.
Levantó la vista del café y miró al cielo. El viento, el eterno viento, traía y se llevaba nubes a gran velocidad, pero el azul del cielo se había vuelto distinto, más claro. Abril terminaba, y los primeros brotes de los árboles empezaban a explotar.
Al ponerse en pie notó otra vez el dolor punzante en sus pies, un dolor que no recordaba hacía mucho tiempo.
Alucino con tu narrativa...doble dosis de calidad y un desborde de cercanía que hace que sea imposible dejar de leer....:-)
ResponderEliminarNo deixes mai d´escriure!!!, mil bessets!!!
Ana
PD: pega una miraeta aquest espai el vaig crear no fa ni una setmana...alli explique el pq d´aquest complement a l´espai oficial
bona tarda. La verdad que a mi me gustaria saber interpretar los posos del cafe, debe de ser muy enigmatico sus significados. Te voy a enlazar me gusta como escribes asi no te pierdo. saludos.
ResponderEliminarEsto sigue "in crescento", muy interesante, mi niño, un beso, mi escritor favorito.
ResponderEliminarDejas un sabor a ganas de seguir leyendo y ... zas... le pones un punto hasta la próxima entrada.
ResponderEliminarLo del café, evocaste recuerdos de una amiga turca, ella comentaba que leer el café, es cotidiano entre amigos; su forma de prepararlo es especial, en un recipiento pequeno, el cafe es casi impalpable y le echan azucar, se sirve en una taza pequena y al terminar el cafe que queda en el fondo de la tacita se voltea al platillo y se empieza a leer las líneas que quedaron en la taza.
Es asi como imaginaba la lectura del cafe a Gastón...
Un abrazo
1OOOena
Te has dado cuenta? Seguro que te has dado cuenta, ¡menuda pregunta!
ResponderEliminarMe refiero a lo visual, a lo cinematográfico de tu narrativa. Sin necesidad de demasiadas descripciones espaciales, se consigue cierta dinámica pictórica que permite, como dig, visualizar la escena con cierta nitidez.
Gastón, la taza,.. incluso lo impalpable.
Seguimos bien lúcidos, querido paisano... me alegro.
No soy bruja ni sá adivinar el poso de los cafés, pero esoty segura de que se volverán a ver...
ResponderEliminarUmmmmm... A ver si el dolor del pie va a ser por el stress postraumático de la ruptura con la española ;) Siempre dejamos huella!!!!
ResponderEliminarUn besote, Juanjo
Una antigua amiga de mi madre, asegura saberte el destino mirándote los posos de tu café.
ResponderEliminarMás de una vez, ha intentado leerme el futuro, pero yo me niego; me da bastante miedo y desde entonces, cuando mi madre "echa" la tarde con ella, yo me tomo un chocolate. Mejor, creo yo.
Un beso muy grandote
Siempre me cautivó esa manera de adivinar el futuro. No sé, es... elegante y mágica a la vez. Llámame infantil pero nada más pensar en los posos del café me ha venido a la mente una imagen de la Profesora Trelawney, Harry Potter y Ron, y este intentando adivinar el futuro de Harry... viendo el Grim, un augurio de muerte... Ains, mi vida sigue siendo fantasía.... Feliz viernes, Juajo ;) Un abrazo.
ResponderEliminarCreía que Gastón era en realidad un solitario, pero resulta que tiene un amor oculto en algún lugar de España. Es curioso, jamás lo habría adivinado...
ResponderEliminar¿Y si se extiende la infección del pie? Me estoy preocupando por esos dolores...
La soledad lo está matando y la tierra lo siente, ha tratando de comunicarse con él, pero no le oye... no encontró nada mejor que marcarle sus pies, para llamar su atención!!
ResponderEliminarmuy lindo...
ResponderEliminarmuy orgánico, sobre todo en las descripciones..
avanti con la escritura!
Wow, qué vida han podido coger esos cinco en tus letras...! Me cautiva el hecho que veas ahora esa mandolina como una mujer moderna soltera... Una músico y saxofonista te agradece esas grandes palabras ;) Que termines bien el finde, poeta...Un besazo.
ResponderEliminarMe tienes intrigada ¿?
ResponderEliminarla enfermedad de Gaston, me parece más del alma... meláncolico y solitario Gaston; es un gran personaje Juanjo. Mil besos
ResponderEliminarhola, pasaba para saludarte. nos vemos.
ResponderEliminarÚltimamente mi café emite con interferencias. Y encima descafeinado. Así no se puede.
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