23 marzo 2007

El oscuro túnel de la desesperanza

Imagen tomada de Abulia
A pesar del agotador día anterior, la copiosa cena hizo su efecto en el sueño de Gastón, y a las pocas horas se despertó bañado en sudor, con la boca seca, enmedio de una horrible pesadilla: una terrible mancha blanca ascendía por su torso, en dirección a su boca. Al acercarse la difusa masa se concretaba, y miles de gusanos blancos, con los dos únicos puntos negros de sus ojos destacando, le miraban amenazadores.

Tras largos intentos de conciliar el sueño, cambiando periódicamente de postura, volvía a caer en una fase de semiinconsciencia de la que despertaba con una nueva pesadilla. La sensación de no haber pegado ojo en toda la noche se hizo patente cuando sonó el despertador, e intentó levantarse.

No sentía las piernas, pero en cambio un dolor terrible en las caderas le impedía incorporarse fácilmente. Consiguió hacerlo al final, tras soportar un auténtico martirio, y trató de vestirse. Al quitarse el pijama vino lo peor: la visión de sus piernas totalmente negras, rígidas, putrefactas; y la mancha morada acercándose a sus ingles.

La jornada anterior había terminado con los restos de su antigua inquebrantable fe en los médicos, por lo que únicamente llamó al suyo para pedir la baja laboral. Este trató de animarlo un poco, argumentando que alguna de las opciones barajada el día anterior tenía bastantes probabilidades de ser su dolencia, y que no se podía permitir el lujo de rendirse. Debía de seguir intentándolo. Pero todo fue en vano.

Agotado y deprimido, Gastón se dejó caer en el sillón con el único objetivo de dejar pasar las horas, pero éstas se hacían interminables. Su mente no quería admitir la fatalidad, asumir que le había tocado la desgracia de sufrir una enfermedad incurable; pero no encontraba ningún cabo suelto al que agarrarse, y el cansancio físico no le ayudaba a pensar con claridad.

No se había lavado la cara, ni afeitado, y olía mal. Su propio aspecto le repugnaba, se sentía mísero y despreciable, solo y derrotado. Y hubiera estado muchas horas más revolcándose en el lodo de sus miserias, si no fuera porque el sonido estridente del timbre de la puerta le sacó de su estado de conmoción.

4 comentarios:

  1. Anónimo9:48 a. m.

    Uffff.... pobrecito mio, lo entiendo, aunque dejarse ir tampoco es bueno....
    Vaya, hijo, que intriga. Un beso, solete.

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  2. Pobre Gastón... Tendrá gangrena? O quizá sea alérgico al alcohol?


    De cualquier manera, ni se te ocurra matar al personaje! :P



    Un beso dulce!

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  3. Anónimo10:02 a. m.

    Upsss sólo quiero pensar que más allá ya no puede caer, aquí espero el ascenso emocional y corporal que le des a Gastón.
    Un abrazo
    Milena

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  4. yo es que tengo una mente un poquito extraña, y a medida que voy leyendo el relato, no puedo evitar tener la sensación de que Gaston va a sufrir una metamorfosis... a qué? no me aventuro todavía, pero se me han ocurrido varias ideas raras... o_O
    Genial continuación.

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