Cogió el autobús a las ocho y media.
Su ficha, como todos los días, marcaba las nueve al entrar a la oficina.
Tenía una reunión a las nueve y media,
visita de obra a las diez,
un peritaje a las once.
¿Seguimos?
El infarto le sorprendió a las diez y diecisiete en ninguno de estos sitios.
¡Qué hora más improcedente para dejar este mundo!
-.-
¿Y donde le sorprendió?, porque estes donde estes, siempre es una sorpresa (o casi siempre) recibir a un infarto vestido de muerte.
ResponderEliminarUn abrazo
Cierto. Para palmarla con honores, el reloj del campanario tiene que estar tocando las horas.
ResponderEliminarPd.- El domingo, sobre las 13. Sonrío.
Porque la cita con la muerte, siempre trastoca la agenda, entre otras cosas.
ResponderEliminarUna sonrisa
Al reloj de la foto aún le faltaban tres minutos.
ResponderEliminarBesos sin hora,
Terrible, mi querido amigo.
ResponderEliminarHasta para morir debemos pedir hora y que sea conveniente para todos, uffff.
Corazón un besote grande, siempre
Coño, también tiene que venir en la agenda la hora de la muerte?
ResponderEliminarYa no nos dejan ni morir a la hora que nos de la gana!
Por dos, que la mia venga después del bocata de nutella y no antes!
XD
Si mi despertador suena a las 8 de la mañana y tengo que coger el bus a las 8.30...no me salen las cuentas. A las 8.30 me acabo de poner el primer calcetín. Esto no me cuadra...Me quedo en la cama, total, ya no llego!
Un besito
Lala
has hecho un pacto con el diablo para parir estos micros tan redondos, en este caso como el reloj que marca las jodidas horas, las de la vida y las de la muerte.
ResponderEliminarbiquiños,
Oh cielos, y no estaba apuntado en la agenda?
ResponderEliminar:P
Besicos
Ay qué agobio me ha entrado...
ResponderEliminar:)
Besos.
Dicen que los suizos son así, que incluso para citarse cuentan hasta los minutos.
ResponderEliminar-¿Quedamos en la plaza?
-Si.
-¿Te parace a las ocho y siete minutos?
-Allí estaré
Me pregunto dónde le sorprendería la muerte a este señor.
Mi imaginación navega por lugares confusos, extraños.
Me gustaban los relojes cuando hacían tic tac, ahora ya no lo hacen los japoneses se lo han robado, por eso no llevo reloj, por eso no miro la hora.
¿LLegaré tarde a mi muerte?
Lo dejo, Juanjo, estoy confusa, mucho.
¡Ay por Dios, qué estrés!
ResponderEliminar...hasta para morirse.
contamos con su excelente prosa :)
ResponderEliminarhttp://vivimosencastellon.wordpress.com/2009/11/12/remember-mariagustinaconcurso-de-anecdotas/
Cualquier hora es buena...
ResponderEliminarComo se podría decir, tarea cumplida... tal vez era necesario que estuviese en esos lugares...todo es como una gran programación...
ResponderEliminarBesos.
Linda semana.
Andrea.
Si es que da igual tener todo cronometrado o medido, hay cosas que te sorprenden a deshoras: el amor, la lluvia, la muerte ...
ResponderEliminarYo por eso pongo el despertador a las 6:53 (no me gustan las horas exactas).
Excelente, como siempre.
Da gusto dejarse caer por aquí.
Je je. Leí hace poco una novela negra se produce un crimen un domingo a las cuatro de la tarde y el policía, al enterarse de esto, exclama: "joder, no son horas"
ResponderEliminarTiene razón Miguel, no son horas.
ResponderEliminarUn placer encontrate.
Es la única hora que no tenemos marcada en nuestra agenda. Llegó. Casi siempre es improcedente...para uno mismo, para los demás ¿¿??.
ResponderEliminarHoy la agenda, quedará sin señalar con cruces, las programaciones realizadas y se leerán absurdas las de los días siguientes...
Un beso
El infarto llega siempre a tiempo,
ResponderEliminara su tiempo, con cita o sin ella,
se acomoda en cualquier agenda...
Un abrazo
BB
Todo en punta y va y lo despunta la muerte.
ResponderEliminarEso pasa por no desayunar.
;)
Tic tac tic tac
ResponderEliminarUfff, me ha dado un poco de yuyu. Pero la verdad es que la muerte nos llegará y, sinceramente, preferiría que fuera por sorpresa, sin cita, como el señor de tu relato. Un beso.
ResponderEliminarUn contratiempo inesperado...
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