17 julio 2011

El día que maté a Libélula Millán


Una capa de humo espeso difuminaba la luz de los potentes focos que enmarcaban el cuadrilátero, como el escenario de un teatro flotante y gigantesco. Alrededor, en la grada, se cruzaban rápidas las apuestas, los culos se removían inquietos dispuestos a saltar ante cualquier lance, las bocas interrumpían la salivación provocada por los habanos para proferir los peores insultos, y yo me encontraba en el centro de todas las miradas tratando de encontrar con mis puños el rostro de Libélula Millán.

El púgil seguía haciendo su juego, al que se debía su nombre, una especie de baile desconcertante que le situaba de pronto frente a mí y en cualquier otro punto lejano cuando me decidía a golpear su cuerpo aniñado y femenino. Él, por su parte, apenas conseguía alcanzarme con sus puñetazos, mal dirigidos y sin fuerza, que no lograban hacerme daño y apenas conseguían irritarme.

No era la frustración de errar el camino de su carne, ni tampoco la molestia de recibir sus inútiles picotazos, lo que desencadenó la cólera que llevaba dentro. Lo que me llevó al estado de locura posterior fue la belleza de sus movimientos, la armonía de su cuerpo deslizándose como el insecto que le daba nombre, frágil pero inalcanzable, ubicuo pero inasible, la hermosura femenina deslumbrando sobre el mundo turbio de lo masculino.

Cada vuelo de Libélula reducía mis pasos a una torpe secuencia de movimientos simples y estúpidos, acrecentando mi ira hasta límites desconocidos para mí. Alcanzado ese punto, lo vi todo claro. Sólo tenía que esperar un error o anticiparme a ese movimiento previsible que produciría el cansancio. Mientras tanto, simular que seguía en el juego, lanzando mis puños al aire grotescamente como un toro que embiste obstinado el mismo telón rojo de la muleta, expuesto con metódica reiteración, sin alcanzar nunca el traje de luces del torero.

Fue así como aplasté al insecto. De repente, lancé mi derecha con todas mis fuerzas sobre ese hueco, en el que terminó apareciendo la frágil sien de Millán, que se quebró como el ala de la libélula. Antes de caer, ya me abalanzaba sobre él para destruir lo que quedaba de esa belleza, más femenina si cabe, del cuerpo inerte sobre la lona, pero los jueces lo impidieron, separándome del mito que acababa de crear.

Y yo alcé los brazos, todavía furioso, sobre el cielo espeso, sin remordimientos, sabiendo que aquel era mi último triunfo en el ring, el cumplimiento de una misión secreta que nunca tendría más recompensa que la de conservar unos años más mi viejo mundo viril dentro del formol del viejo palacio de deportes, donde la presencia de tacones quedaba reservada a los asientos mudos, nunca al espacio encerrado entre las dieciséis cuerdas.
 
-.-

22 comentarios:

  1. Este texto lo escribí a raíz de un comentario de la auténtica Millán, a quien se lo dedico, sobre si un asesinato narrado en primera persona podía considerarse apología del mismo. ¿Qué opináis?

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  2. Qué es un relato magnífico, pero no tengo claro quién ha quedado K.O. el narrador o libélula.
    Un beso

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  3. Anónimo10:49 p. m.

    Te aseguro que ese golpe en la sien duele. Lib.

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  4. Pues me ha gustado el relato, me ha parecido muy interesante, pero no tengo clara mi respuesta a tu pregunta... Creo que no, pero sólo creo.

    Besos.

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  5. Opino que si te encuentras con las moscas negras que hay en Zaragoza, creo que el final podría ser distinto :)

    Por lo demás, como siempre, muy bueno

    Besicos

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  6. Pues opino que de tan real que lo has relatado casi que no voy a llevarte nunca la contraria... :)
    ...Podría considerarse apología. Tu escribes mucho en primera persona..., pero bueno, que no te veo dando puñetazos...

    Besitos.

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  7. Ya mismo me enfundo unos calzones! ¡Esto es combatir! ; )

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  8. Camy: Los dos, sin duda.

    Lib: ¿Me perdonarás algún día? :)

    Sonia: Tomo nota de tu respuesta. Pienso que la narración en primera persona es una forma de contarle al oído un secreto al lector. Una forma de narrar que pretende ser íntima. Pero como la comunicación es un hilo con dos extremos, dependerá del receptor si entiende por apología de algo, lo que no pretende serlo de nada.

    Belén: Guardaré mis puños lejos de las moscas negras, entonces.

    Campoazul: Nunca he estado en un combate de boxeo en directo. El ambiente lo he sacado de las películas; pero podría haber sido cualquier escenario. Lo realmente importante era plasmar el asesinato de lo bello por el hecho de ser bello.

    Sandra: ¡En guardia!

    Muchas gracias a todas por vuestros comentarios. Besos.

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  9. Es cierto que contar en primera persona llega más al lector, casi, casi, le hace cómplice del narrador. Pero el lector es inteligente, y sabe distinguir. Resumiendo: no creo que se entienda como apología de ningún crimen. Sólo es un punto de vista más de la historia. Punto de vista que manejas como pocos. Está magníficamente narrado. Y eso que detesto ese mundillo del boxeo. Pero no la buena literatura. Y ésta lo es.
    ¡Felicidades!

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  10. A mí no me parece apología de nada. El escribir en primera o tercera persona es a gusto del consumidor, lo importante es conseguir (da igual la persona que utilices) meter al lector en la historia, en la historia que tú quisiste contar al escribirla.

    Cada uno de nosotros tendemos a tener nuestro propio estilo. A uno le va lo negro, a otro lo dulce, o otro lo oscuro... sólo se trata de una voz, de una forma de expresión que puede que tenga que ver, o no, con la persona real.

    Tu personalidad seguro que tiene rasgos de tu escritura y la mía también pero no quiere decir que seamos tal cual escribimos.

    Es más, yo creo que es bueno experimentar escribiendo con distintos personajes: hombres, mujeres....

    Hace un tiempo participé en un juego en el blog de Susana Moo, Eotómana (puedes encontrarlo en los enlaces). Se trataba de escribir un relato erótico y los lectores tenían que adivinar si lo había escrito un hombre o una mujer. Fue muy divertido, tanto escribirlo como leer los comentarios.

    ¿Sabes lo que te digo, no?

    Hay que ser libres para escribir. Confieso que no soy libre del todo, no por lo que puedan pensar los demás, sino por lo que se me ocurre pensar. Todos tenemos un lado oscuro al que da un poco de
    miedo asomarse.

    Y respecto al relato. ¡Que terible deporte, no! Me resulta tremendo pensar en aporrear a alguien que no te ha hecho nada pero también me pongo en la piel de un boxeador y puedo sentir la adrenalina y la excitación de saberte en el centro de todas las miradas, en el coro de todas las voces que te vitorean...

    En el aplastamiento de Libélula hay mucha tristeza, a pesar del éxito.

    uf...!

    En fin, ¿me he pasado mucho escribiendo?

    biquiños,

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  11. Un asesinato, contado en primera persona, tiene más de confesión que de relato. Por otra parte, en todo asesinato hay un homenaje involuntario -una envidia, una frustración, un pequeño acto de amor subconsciente- a una parte que siempre escapa del crimen: la que ha provocado la acción; ese asesinato a lo que no muere, sin embargo, sí tiene más de relato que de confesión.
    Ya ves: no sé decirte. Lo que sí sé es que la literatura es algo que siempre se dice al oído, y este texto tuyo lo es: literatura, y muy buena.

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  12. Es un relato magnífico, muy bien contado, y además yo creo que con un gran fondo, sobre ese viejo deseo ancestral que se nos presenta de acabar con la belleza y la gracilidad de un buen puñetazo rotundo y seco. Es algo que se usa mucho en las pelis (me acuedo de una de Indiana Jones en que un tipo empieza a hacer virguerías con una espada delante de Indi y este de pronto saca la pistola y se lo carga como si tal cosa). Eso siempre, siempre provoca risa en la gente cuando lo ve; en parte porque satisface ese deseo ancestral que nadie se atreve a reconocer.

    Respecto a la pregunta que planteas, pienso que en absoluto, que contar un asesinato o una violación literariamente no es hacer apología de ello. Apañada estaría entonces gente, grandes escritores, como Easton Ellis, el de American Psycho. La literatura es una cosa y lo política o socialmente correcto otra.

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  13. Es un relato magnífico, muy bien contado, y además yo creo que con un gran fondo, sobre ese viejo deseo ancestral que se nos presenta de acabar con la belleza y la gracilidad de un buen puñetazo rotundo y seco. Es algo que se usa mucho en las pelis (me acuedo de una de Indiana Jones en que un tipo empieza a hacer virguerías con una espada delante de Indi y este de pronto saca la pistola y se lo carga como si tal cosa). Eso siempre, siempre provoca risa en la gente cuando lo ve; en parte porque satisface ese deseo ancestral que nadie se atreve a reconocer.

    Respecto a la pregunta que planteas, pienso que en absoluto, que contar un asesinato o una violación literariamente no es hacer apología de ello. Apañada estaría entonces gente, grandes escritores, como Easton Ellis, el de American Psycho. La literatura es una cosa y lo política o socialmente correcto otra.

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  14. Yo suelo escribir mis relatos
    en priemra persona
    y es cierto que hay
    gente que me pregunta
    cómo pude hacer esto o aquello,
    enfin,
    es un recurso literario
    que da buenos resultados

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  15. No lo sé JUANJO,


    la verdad es que contar lo que sea que se cuente por horroroso que sea no supone de por sí hacer apología de nada si ese no es su fin último...

    Tu escrito en realidad, más que de un asesinato, habla de una satisfacción personal... ese gusto de espachurar a un insecto al que dejas que te toque las narices un rato, e incluso admiras en su agilidad y destreza... ( lo de belleza, me es más difícil imaginarlo aunque se trate de una libélula;-) y...

    Justo en el momento precios ¡¡zaaasss!! liquidas de un golpe seco...


    Pues no, esto no es hacer apología de nada... sólo escribir de maravilla... ¿¿se puede hacer apología de eso?? me temo que no... no es fácil copiar el genio...



    Más besos JUANJO... ¡¡qué bien te ha sentado a ti la vuelta!!

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  16. Anónimo3:17 p. m.

    De todas maneras, no creo que lo que cuentas sea del todo un asesinato...

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  17. Anónimo7:01 p. m.

    Lejos de perdonarte, te lo voy a agradecer siempre :-) Lib.

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  18. Pues nunca faltaran lentes que defiendan lo que a través de ellos se ve. Habría que imaginar a libélula alzándo los brazos si hubiera asestado una estocada de suerte. Qué círculo vicioso no?

    Un abrazo Juanjo.

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  19. Celsa: Muchas gracias. La confesión de un asesinato tampoco tiene por qué ser apología del mismo. Y también podría hacerse apología de cualquier cosa en tercera persona, pero quizá sea menos eficaz.

    Aldabra: Me gusta que te enrolles escribiendo. En este sitio tienes toda la libertad para expresarte; pero me temo que ninguno somos totalmente libres haciendo nada. Y me conformo con ser razonablemente libre.
    No me gusta el boxeo, pero le puedo encontrar un componente estético, como pasa por ejemplo con los toros. Son una especie de danzas macabras.

    Andreas: Gracias por las alabanzas. Efectivamente, un asesinato contado en primera persona es una confesión; pero existen muchos tipos de ellas, que van desde el completo arrepentimiento hasta la apología. Este relato quizá esté en un punto medio.

    Miguel: Me acuerdo perfectamente de la escena, jajaja. Me reí la primera vez, pero después pensé: qué prepotente, ¿no? Así cualquiera.

    MTeresa: Me gusta tu vuelta por aquí. En poesía, es más habitual el empleo de la primera persona, ¿no?

    María: Lo que me sienta de maravilla son comentarios como los tuyos. ¡Exagerada!

    Anónimo: Sí. Lo que cuento es un asesinato. Hay voluntad de terminar con la vida de su contrincante y hasta un plan elaborado para ello.

    Lib: Me doy por pagado con tus comentarios.

    Alejo: Supongo que la lucha de Libélula sería la de ganar con su estilo, el del empleo de una técnica consumada, antes que el empleo de la fuerza bruta.

    Muchas gracias a todos por vuestros comentarios tan generosos.

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  20. Odio el boxeo y sin embargo me he bebido tus palabras.
    Con esto creo que te contesto a lo de la apología.

    ...Puro Alvite. Siempre me transportas joío.

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  21. Cuando era pequeña veía los combates de boxeo que ponían por la noche, en blanco y negro y ya luego en color pachucho, junto a mi padre.
    Qué tiempos...

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  22. Fiebre: Me gusta que te pases por aquí y que bebas, algo que suele inspirar después (pero no hagamos apología).

    Prefiero que te guste el fútbol al boxeo, puestos a escoger.

    Tesa: Ahora que recuerdo, tengo otra entrada en la que aparece un combate de boxeo, de esos que veíamos en blanco y negro. A veces pienso que ese deporte se ha quedado encerrado entre las 625 líneas.

    Besos a las dos (o a la hora que prefiráis)

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