08 enero 2012

Violencia desatada




Dentro del cuartucho sólo se ve el cuerpo de un hombre obeso, tumbado, moviéndose de forma compulsiva. A la altura de su cintura emergen, como dos antenas deformadas, unas piernas delgadas que se agitan al mismo ritmo. El hombre insulta y golpea el cuerpo que tiene debajo, con obsesión enfermiza, hasta que le vence el orgasmo, en un estertor de lo más grotesco. Poco después se viste, peina los cuatro pelos que le quedan pegados sobre la frente, se perfuma y se va. Un empleado recoge, al poco tiempo, la muñeca hinchable, un modelo de hermosos ojos azules y piel tersa, casi real, y la coloca en el cesto de lavandería.

En otra estancia, una mujer de marcadas ojeras y pelo ralo, golpea un punching-ball en silencio. Al principio, los golpes son fuertes y certeros. Va incrementando la intensidad con verdadera furia y esquivando el retroceso de la bola con agilidad. De repente, algo cambia, una lágrima brota de sus ojos. Comienza a golpear con desesperación y descuida la defensa, mientras sus mejillas se empapan. Al final se para, dejándose vencer por el berrinche y recibe el golpe del artilugio en plena cara. Después se detiene y se tranquiliza un poco, antes de entrar en la ducha. Cuando sale, parece una mujer nueva, dentro de su traje estampado que le cae como un guante.

Un hombre bajito, de pelo graso y bigote corto, ase una maza casi tan grande como él. La eleva a dos palmos de su cabeza y después la deja caer, empujando con todo su cuerpo sobre una pared de ladrillo hueco de medio pie, enfoscada por las dos caras. Del golpe se agrieta todo el muro, pero todavía necesita un par más para abrir un hueco suficientemente grande. En poco más de media hora ya no queda nada de la construcción, más que el montón de escombros a su alrededor. En un banco, el hombre se seca el sudor de la frente con un pañuelo de tela amarillento. Después, lustra sus zapatos con betún negro, recoge su pequeño maletín de cuero y enfila la salida.

En el recibidor se encuentran las tres personas. El hombre gordo deja pasar primero a la mujer, con una ligera inclinación de la cabeza. El bajo les ofrece a los dos llevarles en su coche. Las calles no son seguras a esas horas, dice, mostrando las llaves de su wolkswagen rojo. La mujer alaba al primero el corte de su chaqueta y al último la limpieza de sus zapatos. Ya no quedan hombres así, exclama. Y les propone tomar algo ligero en el bar de la esquina antes de volver a sus casas.

Los tres continúan así, compartiendo proposiciones amables, durante media hora más. Nunca sabremos si son sinceras o no, porque ninguno de ellos tiene intención de aceptar las del resto. Cuando llegue la hora convenida, cada uno volverá a sus casas con la placidez que da la violencia descargada.

Mientras eso ocurre, el dependiente ya ha terminado de limpiar, de cuadrar la caja y se dispone a bajar la persiana. Está cansado y mira con cierta antipatía al trío de las sonrisas. Balbucea un buenas noches que suena a brusco y se dirige a la boca del metro más cercana. Cuando llegue a casa, va pensando, me enfundo las zapatillas y voy a correr tres vueltas a la alameda. De hoy no pasa. No dejaré vencerme por el sofá y el mando a distancia.

-.-

21 comentarios:

  1. Vamos a acabar todos en el desquicie general. Quizá esos desahogódromos sean un negocio floreciente.

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  2. No hay nada como vivir en un pueblo, estar de baja y tener una asistenta para las faenas de casa.

    Bien se me vale, porque me ha dado bastante asco esta forma de liberar tensiones.

    Me ha encantado lo bien que está relatada esta historia. Cada día te superas como malabarista de palabras.

    Te dejo un beso enooooooorme,

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  3. Tres vueltas a la alameda liberan tensión, y además socialmente están mejor vistas, pero yo creo que de vez en cuando, con una buena coz a un mueble, también se gana mucho en salud.
    :-)

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  4. el relato está impecable, y es tan real que leyendo el pasje de la muñeca hinchable (que menos mal que se trataba de una muñeca) me estaba sintiendo fatal por la crudeza de los hechos.

    luego en el segundo pasaje ya me fui dando cuenta de qué iba.

    la verdad es que sería una idea estupenda, no te creas, sería genial que los violentos descargasen así su furía, así nos libraríamos de escuchar terribles noticias en los informativos.

    biquiños,

    p.d.: en el comentario de mi último post, te preguntas si Marta se quedará con lo dulce o con lo amargo de la historia, y yo, que conozco bien a Marta, para eso la he credo yo, se quedará con lo dulce, recordará a Jaime siempre con mucho cariño y seguro que seguro que guardarán una buena amistad, de esas que duran toda la vida.

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  5. Me he quedado pensando si la gente correcta y amable con la que me tropiezo en ocasiones será porque vienen de descargar su ira, y me pregunto si la que es tan desagradable no necesitaría darle sopapos a una muñeca de plástico..., y ambas me disgustan.
    A saber cuánto aguantaremos paseando por el parque o tirados en el sofá...

    Besitos.

    Besitos.

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  6. Todos tienen un algo en común, la soledad. Seguramente tienen muchas otras cosas que no saben apreciar y les conduce a ese lugar.
    ¿Seremos algún día mayores para apreciar la vida sin más?
    Felicidades, por el relato,un beso

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  7. La contención acabará un día con nosotros.
    Al tiempo...

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  8. Tesa. No veo el negocio, así a simple vista; pero pienso que es saludable canalizar la violencia que llevamos dentro en actividades inocuas.

    Flower. Uno de nuestros problemas es no asumir lo malo que llevamos dentro, sacarlo y canalizarlo. Nos parece feo, nos da asco y lo escondemos hasta que estalla. Tal vez si nos diéramos cuenta de que somos feos e imperfectos nos iría mucho mejor. Gracias por las alabanzas, en cualquier caso.

    Food&Drugs. Totalmente de acuerdo contigo.

    Aldabra. Me alegra que Marta se quede con lo bueno. No sabes cuánto me alegra. Bicos.

    Campoazul. Lo ideal sería vivir sin tensiones; pero si las tenemos, de alguna forma hay que liberarlas. Y lo mejor, insisto, es que no haga daño a nadie esa liberación.

    Camy. Creo que las tensiones son difíciles de evitar. Se puede apreciar la vida algunos momentos y sentir su desprecio otros. Conociéndonos mejor, seguramente evitaríamos muchos extremos.

    Raúl. La contención trae estos lodos, es cierto; pero es necesaria. El mundo en que nadie se reprime un poco sería mucho más violento.

    Gracias a todos por vuestros comentarios.

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  9. Con la que está cayendo, puede que sea lo más sano eso de gritar y moverse compulsivamente...

    Besicos

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  10. Qué bien equilibrado el relato. Aunque tengo que confesar que por un momento creí que los tres se liarían a mamporro limpio. Un beso.

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  11. Me asusté un poco con el gordo y la muñeca,pues ya me estaba imaginando algo peor...

    Las rabias y las impotencias contenidas son una bomba de relojería,creo que liberarse a tiempo puede ser una solución certera para no llegar a extremos desagradables.
    Un abrazo.

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  12. No me gusta la violencia.

    Una buena forma de liberar tensiones es haciendo deporte o bailando o cantando a pleno pulmón. También se me ocurren otras formas de liberar tensiones... jajaja. O te puedes ir a un bosque desierto y gritar.

    Interesante tu relato.

    Besos.

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  13. Dicen que la risoterapia va también muy bien para liberar tensiones.

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  14. Mucha violencia, sí. Yo suelo ser bastante pacífica, pero las últimas noticias funcionariles que nos llegan me están enfadando mucho, mucho, mucho. Me parece que destriparé el punching-ball, la muñeca hinchable y al tío de los zapatos limpios. Cuanto más aseados parecen, peores son.

    Estupendo texto, juanjo. Besos.

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  15. De alguna manera hay que liberar la tensión, eso está claro, y la violencia bien controlado igual es ideal para eso. Creo que es en Japón donde dejan a la gente entrar en los edificios que van a demoler para que hagan un poco el bandarra y se queden como nuevos

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  16. La vida actual nos presiona
    y enecesitamos desahogar
    la violencia que llevamos dentro.
    Bueno,
    yo no haría nada de eso,
    pero todos tenemos recursos
    para evadirnos del dolor.
    Es un artículo muy bueno,
    felicidades

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  17. Muy bien relatada la cotidianidad de estos 4 personajes, como pedazos de vidas sacadas de un fotomatón. Una buena visión del animal con el que se carga: instinto canalizado no?
    Un abrazo.

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  18. Anónimo5:14 p. m.

    Me intriga el personaje del encargado de un local al que acude la gente para descargar su violencia. ¿Ver cómo la descargan los demás le ayuda a descargar la suya o se carga de ella? Me he quedado desconcertada con el final. Muy, muy buen relato Juanjo.

    Un beso,

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  19. Me quedo con la lectura positiva, que en compañía apartan la violencia por las sonrisas, y al menos en ese momento apartan las tristezas arraigadas.
    Ójala sea el inicio de una nueva era y que se acostumbren a un nuevo horizonte más claro.
    Un abrazo de vuelta Juanjo!!!

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  20. Que quieres que te diga, viva la cotidaniedad.

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  21. maravillas6:42 p. m.

    fantastico. la violencia, lamentablemente, forma parte del ser humano. unos la canalizan, inocuamente, cierto, y otros desgraciadamente, nos sacuden con ella. genial, juanjo. hoy nace una nueva seguidora

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