20 enero 2014

Demasiado tarde





Soy capaz de recordar el sitio exacto donde dejaba la toalla, su forma de colocarla, cómo se dejaba caer encima y se quedaba abrazada a la arena y el sol. Cómo se levantaba y su forma de deslizarse, más que caminar, hacia el agua. Su culo, la raya del bikini, su mirada soñadora cuando volvía al sitio y las gotas de agua que lamían su cuerpo despacio, evaporándose.


También los largos paseos por la orilla, la nada disimulada competencia entre Andrés y yo, alardeando de méritos reales o inventados. Su eterna sonrisa al oírnos, su ironía provocadora. Y sus pies menudos que siempre recorrían la línea donde mueren las olas, dejándonos a los dos, torpes y descolocados. El esfuerzo tremendo que tenía que hacer para evitar que se me notara en el bañador que estaba pensando en ella.


Es curioso que retenga mejor esos recuerdos, que aquellos más placenteros, a la luz de la luna, donde todas las gotas eran de sudor y las palabras no salían de nuestras lenguas entremezcladas; pero imagino que unos son el alimento de los otros. Por eso, cuando dejo la toalla en el sitio donde antes ella la dejaba, cuando recorro el trayecto hasta la orilla y dejo que sean mis pies los que pisen la fina línea donde terminan las olas, tal vez sea el inconsciente recuerdo de mi mano traspasando la frontera de su ombligo la que evoque el resto de remembranzas.


Por desgracia, olvido la prevención que antes tenía, cuando avanzaba a su paso, casi rozando su cuerpo, y me esforzaba en pensar en buques naufragando, en huellas de tortuga o botellas sin mensaje. Lo olvido, hasta que la sonrisa de alguna chica se cruza conmigo y ya es demasiado tarde.

-.-

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