16 octubre 2007

Agonía


Tuve la mala suerte de encontrármelo al salir de casa. Sí, así fue como conocí a Sergio Bertomeu. Yo fui quien lo llevó al hospital, aunque poco pude hacer para salvar su vida. Sufría un agudo ataque al corazón, y pese a que consiguieron reanimarlo en un primer momento, no pudo resistir el segundo envite. Permanecí en todo momento con él, asistiendo a su cruel agonía, observando su frente contrita, sus ojos desorbitados y labios temblorosos en los momentos en que permanecía consciente. A ratos deliraba, balbuceaba frases inconexas, palabras sin sentido, nombres desconocidos. Sólo pude entender algo sobre una mujer, pues esa frase fue la última que pronunció antes de caer retorciéndose del dolor de sus últimos espasmos:

- Ella, ella... Ella no es lo que parece. No confíes, no...

Era el primer día después de las vacaciones, mi primer día de trabajo, y no pude incorporarme hasta el mediodía, una vez concluidos los dolorosos trámites, dejando al finado con un familiar, localizado a duras penas. Como es fácil imaginar, pasé la tarde mirando el papel que tenía encima de la mesa sin verlo: el suceso me había conmocionado profundamente. Así fueron pasando días, semanas, meses... El recuerdo terrible de los últimos momentos de Sergio Bertomeu me iba abandonando, se difuminaba; aunque volvía con la suficiente nitidez cada cierto tiempo, la frecuencia era cada vez menor.

Otra aparición fue reemplazando a la imagen agónica del periodista. Era una mujer, una misteriosa mujer. Os ahorraré las descripciones. Creo que ya imagináis de quien se trata. Era ella, sí, pero yo entonces no lo sabía. Y creédme, no fue su singular belleza, que no negaré, la que me atrajo. Fue realmente la curiosidad, la certeza de que había un misterio que descubrir detrás de esa extraña combinación de miradas intensas y huidizas, de apariciones y desapariciones, de tiras y aflojas. Por supuesto, era perfectamente consciente de la red de seducción que ella intentaba lanzar a mis pies para que me enredara poco a poco sin darme cuenta, pero era una especie de reto que deseaba aceptar, un guante blanco lanzado, que pedía ser recogido y devuelto en el campo de batalla del deseo y la pasión.

Yo no soy tan impresionable como Sergio. Como he dicho, la exótica belleza de la muchacha no bastaba para hacerme perder el control de la partida, y sus escenificadas maniobras de atención conseguían divertirme más que otra cosa. Hubiera sido más eficaz un ataque directo, inesperado, seguido de una noche de intensa lujuria. Eso me hubiera convencido antes; pero ella tenía decidido emplear su audacia de otra forma, menos excitante, pero no por ello menos sorprendente: vino a verme a mi despacho.

15 comentarios:

  1. Juanjo,
    Ten cuidado!!! ni te arrimes a esa lagarta !!

    Sergio muerto? Vaya! ahora me siento un poco gusano por haber dicho de él que era un caguetas. Lo siento. La verdad es que le había cogido cariño.

    Me está gustando este relato, combinando varios estilos. Ahora la voz en primera persona..
    La intensidad, por otra parte, se ha acentuado. Es más ágil.

    Y sigue la intriga...

    Besos

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  2. Jajajaja
    Te has cargado al Sergio.
    Lo mataste
    Seras...
    Pero bueno esto va teniendo unos tintes...jajaja
    Una cosa: ella es mu lista porque eso de un ataque frontal , la misma lujuria sin hacerse rogar demasiado. Si pero eso es efimero
    Aunque está muy rico.
    Unnnnnnn
    Pero la estrategia de esa mujer es mas inteligente, aunque fria
    Ya no se lo que digo
    y es que me has llevado a una noche ainss
    Me esta gustando esto
    Espero que no te la cargues a ella
    al menos no por ahora
    Muack renito mio

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  3. que si te digo el final que le imagino, la jodo... pero que me tienes ya más que clavada a la silla hombre!!! termina por favor que no resisto la curiosidad de saber si he llegado a concluir acertadamente el final...
    jo, ya deberías escribir novelas de misterio que se te dan la mar de bien...
    Un beso cariñoso

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  4. Camille:
    Pero si tenías razón. Sergio era un poco flojo. ¿A quien se le ocurre morirse así sin descubrir el final? ¿Por qué tendemos a admirar en la muerte a quien no lo hacemos en vida?
    Me alegro de que te haya gustado el giro. Tuve muchas dudas al hacerlo.

    Nikté:
    Yo no he matado a nadie. Se me mueren los personajes... Ya le dije a Sergio que vigilara la tensión, que eliminara la sal de su dieta, pero ni caso...
    La estrategia y la lujuria no tienen por qué estar reñidas, pero me temo que el personaje principal no tenga tanta paciencia para esperar el efecto acumulativo en la primera que produce la anterior.

    Butherfly:
    Jajaja, pero cómo sois las mujeres; pasáis rápidamente del ¡Pero ya está! al ¡Termina ya de una vez!
    Ahora en serio, tengo curiosidad por saber tu final. Si quieres me lo envías.

    Besos a todas.

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  5. Anónimo12:12 p. m.

    Gracias por tu comentario, JuanJo.
    Un beso.

    Ptda: Perdona que no sea más efusiva pero llevo días con la tensión baja, las pulsaciones bajas y la inspiración despistada.

    Otro beso.

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  6. Esto me suena a varias entregas... Me encanta!!!!! A ver que sucede ahora con la muchacha.


    Un beso dulce


    PD: Gracias por tus consejos ;)

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  7. Últimamente yo si que estoy sumergida en una buena agonía, el trabajo no me deja respirar y menos leerte tranquilamente como me gusta hacerlo. Lo de que no eres tan impresionable como Sergio me creo mis dudas, tu eres mega-maxi impresinante! y este relato aun más!
    Besos

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  8. Anónimo11:14 p. m.

    No me gusta que se mueran las personas que me gustan, y ya sabes que a mi, Sergio me gustaba. Esa flaqueza tan humana le daba un aire tan clásico y al mismo tiempo tan renovador, ese desconcierto ante la vida, esa fragilidad, me encantaba. Cuando lo plasmaste en papel (es un decir), Sergio ya no era tuyo, era mio, y yo le inventé un pasado para imaginar el futuro que le ibas a dar, futuro que ya no vivirá. Sergio me ha abandonado y ha vuelto a ser tuyo. Hónrale con un buen final.

    Un beso y no me hagas mucho caso. Como siempre un placer leerte

    Un beso

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  9. Rosa, Dulce:
    Gracias a vosotras.

    Carmen:
    ¿Quién ha dicho que yo no soy impresionable? Estoy impresionado, y mucho con tu comentario. Besos (y cuídate)

    Alma:
    Sergio, vivo o muerto, es vuestro. Bueno, va, nuestro. Dejémoslo ahí.
    Los finales no suelen ser mi fuerte, no me acaban de convencer ni a mí, pero para éste todavía falta bastante.

    Besos a todas.

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  10. Anónimo12:18 a. m.

    Acabo de descubrirte y solo sé que te has cargado a un tio. jajajajaja. Bueno me pondré al día.
    Encantada de conocerte.

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  11. ¡Jooo! Me has recordado el comienzo de la novela "El corazón helado" de Almudena Grandes...

    Regresaré a ver cómo continúa esta historia, si no te importa.

    Un saludo,

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  12. Mar:
    Ha sido casualidad, no creas. No suelo cargarme a mucha gente en los relatos, pero alguno siempre cae.

    Bienvenida.

    Aprendiza de risas:
    ¡Vaya piropazo!
    Cómo me va a importar. Estoy encantado de que vengas.

    Bienvenida tú también.

    Dulce:
    De nada, hija (esto lo digo por la edad, jajaja)

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  13. Anónimo10:04 a. m.

    Buen volantazo al relato, si señor. Cepillarse a alguien es tan irreversible en los relatos como en la vida misma... de forma que después ya hay que mentener el nuevo rumbo emprendido. Nuevo personaje, nuevo enfoque... Ummmmm..


    P.S. ¡Yo tampoco he podido pasar n unca de la página 20 del Ulysses..! jajajaja. Me acordé de eso cuando vi esta página "sobre" Joyce:

    http://inciclopedia.wikia.com/wiki/James_Joyce

    No pude evitar la carcajada cuando vi la ilustración del apartado "Obra". En fin...

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  14. uyss que forma de tejer la historia, es circular, cambiante, atrayente... me gusta un monton... además la narración, desde el punto de vista de los personajes, es impecable siempre.
    voy a seguir aunque me estoy deprimiendo :P qué bueno eres!

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